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Fernando Castillo Velasco: vocación de arquitecto

A sus 94 años nos dejó uno de los arquitectos más prolíficos que vio este país. Premio nacional de Arquitectura, su obra -que incluye la Villa Portales y Torres de Tajamar, entre otros emblemáticos proyectos- refleja su forma de vivir y pensar la arquitectura, enfocada en lo colectivo e integración de la sociedad. El rol del arquitecto llevado a su máxima expresión.

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Como periodista uno tiene la posibilidad de conocer personas que marcan.

En estas mismas páginas he entrevistado a muchos arquitectos, chilenos y extranjeros, hemos publicado las obras más emblemáticas del país, pero pocas veces me ha conmovido tanto una entrevista personal.

Una tarde de agosto del año 2011, a pocos días de su cumpleaños número 93, llegué a su casa en La Reina, comuna en la que también fue alcalde en dos periodos. Me esperaba Fernando Castillo Velasco, y al pronunciar su nombre pensaba en la Villa Portales, en la Quinta Michita y en las Torres de Tajamar, todos ejemplos arquitectónicos que son asignatura obligada en las escuelas de arquitectura, y de los grandes debates sobre vivienda social. Pero al abrirme la puerta me encontré no solo con el premio nacional de Arquitectura 1983, sino que con una persona maravillosa, un hombre de una sabiduría y humildad y que al hablar de su amada profesión le brillaban los ojos. En su casa tenía el taller donde hasta el último día trabajó con su hijo Cristián, ahí me mostró algunos bocetos de la Comunidad Mirador de los Almendros, en Huechuraba, y así nos largamos a conversar mientras tomábamos té.

Legado

Un arquitecto que supo vivir e interpretar el concepto de la arquitectura desde su más propio génesis. Supo reconocer la fundamental relación que debe existir entre lo colectivo y lo privado a la hora de enfrentarse a un proyecto y la importancia de considerar el entorno y la sociedad. La Unidad Vecinal Portales fue su obra magistral y emblema del Movimiento Moderno en Chile que realizó en 1950, junto a la oficina de arquitectos B.V.C.H (Carlos Bresciani, Héctor Váldés, Fernando Castillo, Carlos Huidobro), pero así como esta fueron muchos más, cerca de 400 proyectos realizados, como las Torres de Tajamar, y en una segunda etapa, invididual, con las más de 50 comunidades como Quinta Michita o Los Naranjos, conocidas como las Comunidades Castillo Velasco, y que se caracterizaron por priorizar el uso de espacios comunes, áreas verdes y una estrecha relación entre los vecinos, promoviendo un estilo de vida muy distinto al modelo individualista al que estamos acostumbrados. Entre la primera y segunda etapa “el lenguaje y materialidad dan un cambio radical en su diseño, saliéndose del uso del hormigón armado para pasar a albañilería reforzada con ladrillo chonchón. Y el concepto de la caja habitable por formas más comprometidas con la cultura e idiosincrasia”, explica el arquitecto Pablo Altikes. Esto sumado al hecho de haber sido rector de la UC, intendente de Santiago y alcalde de La Reina, lo transforman en un hombre transversal.

“La arquitectura sola no es capaz de dar felicidad, tiene que ser la arquitectura con su sociedad”, me dijo en esa oportunidad, agregando que “antiguamente se velaba por los intereses de todos, más que por los intereses individuales. Ahora la gente pide su terreno propio, es mucho más individualista. (...) Ser arquitecto hoy está reducido a una mínima expresión, es un dibujante de una empresa constructora al que le mandan a hacer las cosas y no lo dejan pensar, soñar, ni interpretar”. Sus honestas palabras son verdaderos postulados sobre arquitectura, lo que para él era algo obvio, para muchos sigue siendo un terreno inexplorado, aquí radica el gran legado de un arquitecto con talento y vocación. El  pasado 18 de julio murió de un cáncer de laringe diagnosticado hace 25 años.

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