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Lo mejor que pasó por mis manos

A pesar de que viven rodeados de la belleza de otras épocas no han perdido la capacidad de asombrarse y maravillarse. Cuatro anticuarios nos muestran objetos que los dejaron sin aliento, algunos de los hallazgos que dan sentido a su pasión.

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Cúspide del refinamiento

Lo más espectacular e increíble que José Miguel Vial alguna vez compró ya no está en Chile. Ponernos nostálgicos con eso le parece un poco deprimente. Le recuerda esa época, hace 25 años, cuando entró al mundo de las antigüedades y en las tiendas le contaban historias como 'yo tuve esto que era taaan lindo…', como disculpándose por lo que tenían concretamente en el momento.

Mejor hablemos de lo que hay.

Un especialista cambia y mejora con el tiempo. José Miguel dice que efectivamente hay piezas que lo dejan sin aliento, que ese sentimiento es real, y que a él le ocurre más frecuentemente con la pintura y algunos muebles muy especiales, sobre todo coloniales. "Para mi gusto, el Luis XVI de finales del siglo XVIII es la cúspide del refinamiento en muebles y objetos. Esta específicamente es una cómoda italiana Luis XVI con marquetería, al estilo de Giusepe Magiolini, que fue uno de los más grandes ebanistas italianos, justamente de ese periodo. La cómoda está hecha de una madera rubia maravillosa que se llama satin wood. La marquetería, hecha a mano, pedacito por pedacito. El mármol, el papel del interior y el mecanismo, que parece tan moderno, es todo original, de 1790", explica José Miguel.

Cuenta que las pinturas, muebles, alfombras persas y todo lo que tiene actualmente en Pátina, su tienda, le gusta. Muy pocas veces acepta comprar algo que no le convence porque se vende junto a algo que sí.

Vive Le Roi

Cerca de estas fechas, pero en 1993, los hermanos Alan y Michel Nagel estaban a cargo del negocio familiar mientras su padre estaba de viaje y recibieron una llamada inusual. Un importante cliente quería que abrieran la tienda-galería el sábado pasado el mediodía solo para él.

-¿Cuánto vale esto? -preguntó el cliente directamente a Alan, apuntando una miniatura pintada sobre marfil, con marco de oro decorado con perlas y brillante. Su voz no era tan aguda como se caricaturizaba.

-10 mil dólares -respondió Alan.

-¡Qué caro! -dijo el cliente.

-¿A ti te parece caro?

-Sí.

-Entonces te lo regalo.

Durante el resto de las tres horas que pasó ahí, Michael Jackson no volvió a preguntar por un precio. Solo apuntaba los objetos diciendo “lo llevo”. “Dentro de las cosas que se llevó estaba este mueble francés del siglo XIX, firmado. Una biblioteca enorme, estilo Luis XV, con mucho movimiento, broncería dorada a fuego por todo el rededor, maderas frutosas tipo palisandro y todo el interior en caoba. Los franceses tienen una fama bien ganada por hacer muebles palaciegos, así como los ingleses son más funcionales. Este era un mueble tremendamente ostentoso. Medía cuatro o cinco metros de largo por dos y tanto de alto. Realmente espectacular”, recuerda Alan.

No dirá que precio le dio -sí que en buenas condiciones, hoy el mueble podría alcanzar entre un millón y medio y dos millones de dólares en Sotheby’s o Christie’s-, pero Jackson quedó muy agradecido. Tanto que no solo lo invitó a comer ese mismo día: le reservó una de las 30 sillas en la terraza junto a la torre de iluminación y sonido, a pocos metros del escenario, para su único concierto en Chile.

“Yo justo tenía entrada para el día anterior al concierto que canceló”, se ríe Alan.

Magia Art Nouveau

Podría haber escogido un par de lámparas venecianas por las que tuvo que pelear en un remate, que refaccionó y lavó, lágrima por lágrima, y que hoy adornan la casa de los Yarur en Valparaíso. Podrían haber sido los servilleteros de colección, cargados de niños y animales, que descubrió dentro de una de las cajas que su hermano traía de sus viajes al extranjero. O las simples y elegantes piezas chinas y japonesas de su vitrina. Con 25 años de trayectoria tiene opciones infinitas. Pero al final, si Lorena Bruce -de Bruce Antigüedades- tiene que decidir por el hallazgo más emocionante, ella dice que han sido las piezas Art Nouveau y Art Deco de la compañía alemana WMF, fabricadas en los años 20: "Ahora son muy difíciles de encontrar, pero hace 20 años te topabas con mieleras, centros de mesa y ánforas maravillosas. Son lo más lindo que hemos tenido".

Actualmente Bruce tiene varías piezas de WMF, pero las que Lorena no olvida ya se fueron. "Una vez compré un par de ánforas que venían incluso en su caja original. Eran de estaño, con las mujeres adelante y sus cristales originales. Imagínate abrir una bolsa y encontrarte con eso. La verdad es que venderlas fue un sufrimiento. Me dio una pena terrible. Después tuve un par de mieleras verdes espectaculares, que también traían su bandeja original. Esa vez no me dio pena. Se las vendí a una de mis mejores clientas, feliz de que ella las tuviera", recuerda.

Todo eso ocurrió antes de que Internet le arrebatara una buena parte de la emoción a la búsqueda de objetos antiguos. "Ahora alguien podría armar una colección en un día. Se perdió eso de seguir pistas y hurguetear, de llamar 'aló, fíjese que tengo o busco tal cosa…'. A través de estos mismos vidrios tú veías a los clientes atravesar en medio de la calle corriendo, felices. Se perdió la magia".

El comienzo

Es la segunda vez que Rubén Vergara trae a su local del Parque los Reyes su custodia de plata colonial, con Jesús sobre un ancla en lugar de una cruz, que llegó presumiblemente en algún momento de 1700 a bordo de un galeón y seguramente era parte de un pequeño altar donde los devotos marinos celebraban misas y rezaban por llegar a destino con vida. Ahora lo trajo para que lo fotografiemos como uno de los objetos más valiosos que han pasado por sus manos. La vez anterior fue para que lo viera un buen cliente bajo una advertencia clara: "No está a la venta. Es una pieza única. Fue un obsequio que me hizo una persona que tenía cosas maravillosas cuando comencé en esto de las antigüedades, hace unos 25 años".

Es como el primer dólar del Tío Rico, porque nunca, de ninguna manera, se desharía de ella y es el comienzo de un cúmulo de objetos antiguos y únicos que crece día tras día al fondo de este galpón que huele a años y materiales de restauración.

Después de orientar a muchas familias sobre el valor de las posesiones que sus difuntos dejan atrás, de ver cosas realmente inalcanzables, que no llegan a las tiendas de antigüedades, Rubén no es fácilmente impresionable en cuanto a cifras. Sí continúan emocionándolo las piezas coloniales y las que tienen el encanto de lo único, como una de las cúpulas de Las Majadas de Pirque, la Virgen de Pomata que Gabriel Valdés tuvo durante muchos años en su casa de Valdivia o el gigantesco mueble de almacén que era un estorbo para la expansión a locales colindantes de un clásico restaurante del mercado central.

"Hay una cosa que me tiene loco -reconoce-. Me la mostraron hace poco y aún no la he comprado. Es una mesa veneciana con una cubierta que es como una concha. Una de esas cosas que salen una vez en un millón. No me han dado el precio, pero sé que no será barata", Rubén se ríe.

d Antigüedades Rubén Vergara, Av. Brasil 1157, L. 214,

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