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Lo que merecemos

Inspiración. La vida y experiencias familiares nos cambian la vida, crecemos en años y en número. Y la casa acompaña, muta, mejora para seguir haciendo lo que mejor sabe hacer.

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Mirar a nuestro alrededor y ser felices. Lo importante en calma y la vida en orden. Esa es la idea que nos transmite esta casa en su totalidad, vida familiar y muchísima armonía. En su corazón está la cocina, que como ya viene siendo tradición es el centro de todo, donde parte y termina el día. Donde las edades y gustos se mezclan y las conversaciones se desordenan lo suficiente, donde la vida jamás descansa.

La arquitecta Catalina Edwards fue la encargada de hacer reales las ideas y aspiraciones de los dueños de esta casa. Cuando llegó el momento de remodelar, ellos tenían claro que lo mejor era agrandar, integrar e iluminar. Hacer muebles de gran altura y capacidad, que recorrieran casi en su totalidad el lugar y que fueron especialmente diseñados por la arquitecta. Además se buscaba conseguir el modo ideal para tener todo a la mano y lograr que los niños pudieran integrarse a la dinámica diaria, no sentirse aislados.

Los detalles

Para conseguir que el orden y eficiencia no liquidaran la espontaneidad, entre los dueños de casa y la arquitecta tomaron ciertas decisiones que resultaron claves: el color madera natural del piso y el papel mural floreado de William Morris que trajeron desde Londres. “Los dueños de casa siempre quisieron poner papel mural en combinación con otras terminaciones, básicamente para darle calidez”.

Piezas icónicas como la mejor silla de comer para niños, que evoluciona y crece con ellos, un clásico de Stokke, o una perfecta colección de cuchillos que cubren las necesidades de todo buen cocinero, y flores frescas siempre en algún mesón, son los ingredientes que ponen los acentos finales a este lugar.

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