Porsche 911 Turbo: La teoría de la especie
<p>Eran los primeros días de abril de 1984. Segunda fecha del campeonato de Fórmula Uno y la mayor competencia automovilística del mundo desembarcaba en el circuito de Kyalami, en un suburbio de Johannesburgo. Pilotos de la talla de Ayrton Senna, Nelson Piquet y Michele Alboreto tomaban parte del Gran Premio de Sudáfrica, pero eran Niki […]</p>

Eran los primeros días de abril de 1984. Segunda fecha del campeonato de Fórmula Uno y la mayor competencia automovilística del mundo desembarcaba en el circuito de Kyalami, en un suburbio de Johannesburgo. Pilotos de la talla de Ayrton Senna, Nelson Piquet y Michele Alboreto tomaban parte del Gran Premio de Sudáfrica, pero eran Niki Lauda y Alain Prost, los pilotos del equipo McLaren-TAG Heuer, quienes sorprendían al mundo con sus monopostos movidos por un motor de Porsche, los que barrieron con sus rivales, al punto de que se levantó una queja por posible fraude.
Nadie entendía cómo aquellos vehículos con un pequeño motor turbo de 1.5 litros desarrollaban 800 caballos de fuerza y les sacaban vueltas de ventaja a todos los otros pilotos, competidores que, además, sufrían por las reglamentaciones que limitaban el consumo de combustible y que derivó en que sólo nueve autos cruzaran la bandera a cuadros, mientras los McLaren ni siquiera se preocupaban de los kilómetros que restaban. Parecía una broma.

Los alegatos por parte de los distintos equipos escalaron al nivel en que a McLaren se le obligó a desmontar los depósitos de gasolina para ver si todo estaba en regla. Y todo estaba en regla. Para los siguientes años no fue necesaria una nueva revisión y el equipo McLaren se proclamó campeón del mundo tres años consecutivos con el motor Turbo de Porsche.
En ese mismo escenario, donde hace más de 30 años se consiguió una de las victorias más apabullantes que recuerde la F1, fuimos testigos de la actualización a la que fue sometido el Porsche 911 Turbo, uno de los herederos de aquel mítico triunfo de Niki Lauda en el circuito de Kyalami, vocablo que en lengua zulú significa "mi hogar". No existía un lugar más perfecto y más simbólico entonces para conocer las versiones Turbo y Turbo S de la segunda serie de la generación 997 del deportivo alemán.
El renovado modelo cumple con cada una de las exigencias y aspiraciones que el mismísimo Ferdinand Porsche, el ingeniero fundador de la empresa, comentaba con propiedad: "Hacemos automovilismo para construir el mejor deportivo apto para carretera".
Y es lo que se encuentra en el nueveonce Turbo, que adopta las modificaciones estéticas que ya se apreciaban en el resto de la gama 911, pero agregando generosas entradas de aire sobre los laterales posteriores, mayor anchura para conseguir mejor estabilidad y, como suele ser un aspecto distintivo en el Turbo, un diseño particular en el alerón trasero.
En el interior, queda más claro que nunca que se trata de un deportivo sacado desde los boxes, destacando el nuevo volante inspirado en el mismo que utiliza el Porsche 918 Spyder, con un selector de modos que permite escoger entre conducción Normal, Sport, Sport Plus e Individual. Por si no bastase, incorpora un nuevo modo denominado Sport Response, el cual incrementa la capacidad de aceleración durante 20 segundos.

A nivel motriz, estos modelos de tracción total, que arribarán a Chile durante el segundo semestre, mantienen el mismo motor bóxer de 3.8 litros, pero ahora sobrealimentados por dos turbocompresores de geometría variable. Eso sí, gracias a mejoras en la gestión, ahora ambos ganan 20 caballos de fuerza respecto del modelo anterior, desarrollando 540 y 580 Hp el Turbo y Turbo S, respectivamente.
Otra novedad tecnológica de estos motores es la función dinámica de sobrepropulsión, que elimina el lag presente en cualquier motor sobrealimentado, debido a que al sacar el pie del acelerador se mantiene la presión de carga del turbo, permitiendo una conducción dinámica en absolutamente todo momento.
Toda esta tecnología de vanguardia se refleja en números que son tan elocuentes como cautivantes. Así, el 911 Turbo S pasa de 0 a 100 km/h en apenas 2,9 segundos, con una velocidad máxima de 330 km/h.
» La revolución del Turbo
"He preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado", canta uno de los máximos trovadores contemporáneos. Esa filosofía, que apunta a mover los límites y no conformarse con lo establecido, es la esencia de Porsche desde sus inicios, con uno de sus puntos más altos en los albores de la década del 70, años en los que surge el primer Turbo.
Los pequeños indicios de la revolución que estaría por venir asomaron en el motorsport, en la CanAm Serie. En una categoría en donde prevalecían los motores aspirados de siete u ocho litros, Porsche atacó con el modelo 917, dueño de una cilindrada bastante más pequeña y que se acostumbró a sumar victoria tras victoria. Por algo, el propio Steve McQueen lo eligió para la película "Le Mans".

Aquel vehículo en 1973 se movía por un motor de 5.0 litros que erogaba más de 1.200 Hp, pero con una propulsión como el turbo que no gozaba de buena fama debido a que requería de revoluciones muy altas y un período de tiempo grande antes de que la turbina mostrase su fuerza.
Eso hasta que se puso al mando del proyecto el ingeniero Hans Mezger, considerado el padre del motor turbo. El austríaco redujo el tamaño del turboalimentador y evitó que pasaran por el bloque los gases de escape mediante un sistema de by-pass. "Todos los medios que utilizamos ya existían, sólo que se habían empleado mal y se habían descartado. Nosotros los redescubrimos y los reinventamos", precisó en su minuto Mezger.
El escenario socioeconómico tampoco ayudaba a los nuevos desarrollos. Crisis mundial del petróleo y limitaciones a la velocidad en las carreteras alemanas no eran el panorama más auspicioso. A pesar del inhóspito terreno por el que se movía, Porsche fue un peldaño sobre lo conocido y tras tenues intentos por dar vida a un Turbo de calle, en el Salón de Frankfurt de 1973 se presenta el 911 Turbo Concept, vehículo que contaba con un propulsor de 2.7 litros, un turbo y un atrapante diseño basado en el 911, pero con rejillas de toma de aire, un labio grueso en el frontal y lo que se transformaría en el símbolo del modelo, el prominente alerón trasero.
La versión definitiva pasó a producción bajo el código 930 y debutó al año siguiente en el Salón de París. Del prototipo tuvo algunos cambios, resaltando el motor bóxer de seis cilindros, 3.0 litros y 260 Hp, asociado a una caja de cuatro velocidades.
Sólo los más optimistas (soñadores para la gran mayoría) le auguraron éxito, ya que tenía un valor que superaba en 50% al 911 Carrera. Pero esa misma exclusividad que le entregaba el alto valor, sumado a que fue adquirido por pilotos destacados como Walter Röhrl, Jochen Mass o Paul Pietsch, le permitió despegar en las ventas. De las 400 unidades previstas en un comienzo, se llegó a colocar 2.876 unidades del revolucionario deportivo.
La primera gran modificación la recibe en 1978, cuando el motor crece a 3.3 litros. En esta ocasión, gracias a un nuevo intercooler, logra superar los 300 Hp.

Luego de 16 años en el mercado y con más de 20 mil unidades vendidas, en 1990 apareció la segunda generación del 911 Turbo (código 964). Nuevo chasis, frenos ABS, aletas traseras más anchas y llantas de aleación de 17 pulgadas acompañaban al motor de 3.3 litros que ahora aumentaba su potencia hasta los 320 Hp.
La estructura tradicional se modificaría en la tercera generación del 911 Turbo (993), cuando en 1995 debuta el propulsor de 3.6 litros biturbo, trabajo que permitió elevar la potencia hasta los 408 Hp, a lo que agregó la introducción del sistema de tracción integral.
El cambio de siglo llegó con una nueva evolución. La serie 996 rompía lo establecido y gracias a un motor refrigerado por agua con un sistema de cuatro válvulas por cilindros se ganaba el premio al "auto de menor emisión de gases contaminantes del mundo".
La serie 997 también anotó un hito al ser el primer auto de producción a gasolina que utilizaba el sistema de geometría variable, algo que sólo se veía en motorizaciones diésel. Así le permitió alcanzar por primera vez los 500 caballos de fuerza, mientras de paso estrenaba la fabulosa transmisión PDK de doble embrague y siete velocidades.
La actual serie 991 en su primera fase deslumbró al bajar de tres segundos el paso de 0 a 100 km/h en la versión Turbo S. En esta sexta generación, la renovación fue mayúscula, pero al mismo tiempo mantuvo inalterable el estilo clásico e inigualable del 911 Turbo, ese que volvió a cautivarnos con su última actualización y que nos demostró en la pista de Kyalami que, a pesar de ser un vehículo para el día a día, es en las pistas de carrera donde su corazón late con más fuerza, sorprendiendo con una evolución que no sabe de límites.
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