El Covid-19 endémico ha llegado a Portugal. Esto es lo que parece

Una persona con una mascarilla camina en el centro de Lisboa en medio de la pandemia, el 24 de junio de 2021. Foto: Reuters

Portugal, con una de las tasas de vacunación contra el coronavirus más altas del mundo, levantó recientemente muchas restricciones en un cauteloso regreso a la normalidad.


En esta capital loca por el fútbol de una nación obsesionada con el fútbol, los estadios están llenos de nuevo. Portugal, un país devastado a principios de año por la variante delta del coronavirus, ahora tiene la tasa de vacunación contra el Covid-19 más alta de Europa y ofrece un vistazo de un país que intenta enfrentarse a lo que cada vez parece más un virus endémico.

Decenas de miles de fanáticos del fútbol gritando se apiñaron en el Estadio da Luz aquí el miércoles para ver al favorito de la ciudad, el Benfica, enfrentarse al Bayern de Munich. Se amontonaron en el Metro hasta el estadio, en la entrada mientras los oficiales los revisaban y, después del partido, en los camiones de comida donde devoraban sándwiches y cerveza mientras trataban de olvidar la paliza que acababa de recibir su equipo.

El gobierno recientemente levantó un límite de capacidad del 30% en los estadios impuesto para controlar el Covid-19. Pero las cosas no han vuelto a ser lo que eran: los fanáticos necesitan un certificado que demuestre que están vacunados, se recuperaron recientemente de la enfermedad o dieron negativo en las pruebas. Las mascarillas son obligatorias en todos los estadios.

Una mujer con mascarilla usa su teléfono celular en un tren subterráneo en Lisboa, el 22 de octubre de 2021. Foto: AP

Cerca del 100% de las personas mayores de 50 años han recibido al menos una dosis de la vacuna, según el gobierno portugués. Para los que tienen entre 25 y 49 años es del 95%, y de 12 a 17 es del 88%. Aproximadamente el 89% de la población total de Portugal de 10 millones ha recibido al menos una dosis de vacuna, no muy lejos de la tasa en Emiratos Árabes Unidos, líderes en el mundo, en comparación con el 65% en EE.UU. y el 73% en Reino Unido, según Our World in Data de la Universidad de Oxford.

El 1 de octubre, Portugal abandonó la mayoría de sus reglas de contención del Covid, pero en muchos sentidos la vida en Lisboa es un retroceso a los días más profundos de la pandemia. Las bombas manuales que dispensan gel desinfectante son omnipresentes y algunas iglesias todavía acordonan los asientos para garantizar el distanciamiento social, aunque ya no es obligatorio. El certificado de Covid-19 se requiere en eventos grandes y las mascarillas siguen siendo obligatorias en el transporte público, en las escuelas para estudiantes de 10 años en adelante y para los empleados en tiendas, restaurantes y bares.

Al mismo tiempo, los metros están llenos. La flota de bicitaxis de Lisboa, conocida por el término tailandés tuk-tuk, lleva a los turistas por las estrechas calles del casco antiguo de la ciudad. La vida nocturna late en varias partes de la ciudad durante toda la semana, las líneas de tranvía populares entre los turistas se saltan las paradas porque están repletas de pasajeros y casi todos los días encuentra un nuevo crucero masivo atracado en el puerto.

Dos mujeres con mascarillas hablan antes de que el primer ministro anuncie el nuevo confinamiento debido a la pandemia en Lisboa, el 13 de enero de 2021. Foto: Reuters

El cauteloso regreso de Portugal a la normalidad, a pesar de una tasa de vacunación que es la envidia de los funcionarios de salud pública de todo el mundo, está siendo visto como un posible camino a seguir por otros países a medida que sus vacunaciones aumentan y contemplan cuándo deshacerse de las restricciones restantes. El enfoque portugués contrasta con el de Reino Unido, donde una combinación de menos personas vacunadas y casi ninguna restricción ha provocado un alza de las infecciones y un aumento de la tasa de mortalidad.

“Necesito turistas, de lo contrario no tengo negocios, pero miro las cifras de infección todos los días y si sube un poco me pongo nerviosa”, dijo Paula Marques, que dirige una tienda de souvenirs en Lisboa. “Espero que la pandemia sea cosa del pasado aquí en Portugal, pero para ser honesta, todavía me preocupa un poco lo que sucederá a medida que hace más frío”.

Portugal superó la primera ola de la pandemia a principios de 2020 relativamente ileso. Pero un fuerte aumento de casos en noviembre del año pasado y luego un salvaje aumento en enero rompieron la ilusión que algunos tenían de que este pequeño país escondido en la esquina suroeste de Europa podría escapar de lo peor de la pandemia.

Un trabajador de la salud hace un gesto junto a las ambulancias que transportan a pacientes con coronavirus fuera del Hospital Santa María en Lisboa, el 22 de enero de 2021. Foto: Reuters

En el peak de enero, un promedio de 290 personas moría al día en Portugal por el virus. Ajustado por población, eso equivale a más de 9.500 en EE.UU. El peor promedio diario durante una semana en EE.UU. nunca superó las 3.500 muertes.

Maria Mota, directora ejecutiva del Instituto de Medicina Molecular de Lisboa, tiene una imagen impresa de manera indeleble en su memoria de ese período que todavía la pone nerviosa. Trabajando hasta tarde una noche en su laboratorio, desde su ventana contó 52 ambulancias alineadas afuera de la sala de emergencias del hospital más grande del país esperando para dejar a los pacientes.

Portugal se encuentra ahora en un “período de transición” que probablemente delimitará la pandemia de la nueva realidad del Covid endémico, dijo la Dra. Mota. Con los recuerdos del trauma de enero todavía frescos en la memoria colectiva portuguesa y con signos de interrogación sobre lo que sucederá a medida que regrese el frío y se reanude la vida en el interior, es probable que la mayoría de la gente proceda con cautela, dijo.

Una mujer con mascarilla mira el centro de Lisboa desde un mirador en Bairro Alto, mientras la luna sale después del atardecer, el 19 de septiembre de 2021. Foto: AP

“Nadie olvidará jamás el pasado mes de enero, pero ahora el Covid es endémico y tenemos que aprender a vivir con el virus”, dijo la Dra. Mota. “Casi toda la población está vacunada aquí y el virus todavía circula, lo que demuestra que no desaparecerá”.

Como en otros países con una gran proporción de la población vacunada, la terca persistencia de las infecciones en Portugal no ha provocado un aumento significativo de la tasa de hospitalizaciones o muertes.

“Las cosas están mejorando, pero va lento”, dijo Miguel Campos, que conduce a los turistas por Lisboa en un tuk-tuk. “Estamos dando pequeños pasos. Tenemos una mezcla de optimismo y esperamos que este regreso a la normalidad continúe”.

Antes de la pandemia había 800 conductores de bicitaxis en Lisboa, pero ahora solo unos 200 trabajan durante la semana y 500 los fines de semana, dijo Valentim Gaspar, otro bicitaxista. Por ahora, el equilibrio entre conductores y turistas permite ganarse la vida dignamente, dijo.

Los portugueses atribuyen casi universalmente su éxito en la vacunación a Henrique Gouveia e Melo, un excomandante de submarinos contratado para dirigir la campaña de inoculación después de un comienzo inestable. Proyectó confianza y aprovechó las actitudes generalmente favorables de la población hacia las vacunas, según expertos en salud pública. El lanzamiento de la vacuna comenzó en enero justo cuando lo peor de la pandemia alcanzó su punto máximo en Portugal, proporcionando un incentivo claro para cualquiera que no estuviera seguro de vacunarse.

En un continente loco por el fútbol, Portugal destaca por su dedicación al deporte, lo que hace que el regreso a la capacidad máxima en los estadios sea aún más simbólico para muchas personas. España, que también tiene una de las tasas de vacunación más altas de Europa, regresó recientemente a su capacidad máxima en sus estadios, pero aún no se pueden vender alimentos. Italia aumentó este mes la capacidad de los estadios del 50% al 75%. En la mayor parte de Alemania, todavía existen límites de capacidad.

“Es hora de abrir todo porque si alguien no se ha vacunado en este momento, entonces no se va a vacunar”, dijo Hugo Vale, un ingeniero de 32 años, mientras bebía cerveza con amigos afuera del estadio antes del partido Benfica-Bayern.

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