Mundo

Inmigrante guatemalteco en México: “Nunca creí que me quitarían a mi hija”

Yahir sobreviviente de violencia en su país de origen y durante la ruta migratoria hacia Estados Unidos, se quedó en México debido al cambio de las políticas migratorias en ese país. en el Centro de Atención Integral (CAI) de Médicos Sin Fronteras en Ciudad de México.

Carmen limpia el exterior de su “ranchito” en el barrio de Vallejo, el lugar que ha sido su hogar durante los últimos meses luego de que ya no pudiera continuar su viaje a Estados Unidos en busca de una vida con más oportunidades y seguridad para ella y su familia. Foto: MSF Yael Martínez

El término del sistema de procesamiento de solicitudes de asilo que había instaurado el gobierno de Estados Unidos, llamado CBP One, por parte de la administración Trump a comienzos de enero de este año, significó un cambio radical en el panorama migratorio de América Latina, luego que unas 300 mil personas que esperaban una cita para iniciar su proceso para llegar a Estados Unidos se vieran obligadas a quedarse en México.

Ciudad de México Siempre ha sido un punto clave de cruce y estadía para personas que buscaban llegar a Estados Unidos. Aunque no todos llegaron con la intención de migrar, datos del Instituto Nacional de Migración (INM), por Libre Expresión MX, muestran que la capital ha sumado más de 10 mil residentes extranjeros cada año desde 2020, cuando se registraban 70 mil.

Entre 2024 y 2025, la cifra pasó de 114 mil se pasaron a más de 190 mil personas, a un incremento en 65 %, según publicó en Milenio.

Según un comunicado de Médicos Sin Fronteras, ahora, miles de personas son segregadas en nuevos y antiguos espacios. Mientras algunas se aferran a los centros urbanos con acceso a trabajo y algunos servicios, otras se trasladan a la periferia donde la renta es accesible -aunque los servicios escasos-, para fundar nuevas comunidades, pequeños pueblos con nuevos integrantes que nunca habían conocido el valle de México.

El tren pasa por las vías del barrio Vallejo dos veces por semana, lo que obliga a la gente del campamento a recoger sus pertenencias y entrar a sus casas para que el tren no los atropelle. Foto: MSF Yael Martínez

Uno de los afectados es Yahir, cuyo nombre fue cambiado para proteger su identidad, es un guatemalteco que decidió emigrar hacia Estados Unidos. “Todo comenzó cuando me empezaron a cobrar el impuesto de guerra. A la primera me respondieron a balazos y me mandaron al hospital. Todavía dije que tenía coraje y podía vengarme, pero a la segunda ya me mataron a mi mamá, a mi hermano y me mandaron un mensaje: ‘vamos por tu hija’. Nunca creí que me la iban a quitar”, indicó en conversación con la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).

“Me dejaron una nota: ‘tienes tres horas para irte del país o eres el próximo’. En Guatemala me amenazaron y me dijeron que me iban a matar. Ese mismo día, como pude, me lancé hacia México y me agarró migración. Me iban a mandar a Honduras, pero un ángel, un abogado, me dijo: tú tienes derechos. Me ofreció apoyo y me dijo que me iba a tardar un mes preso, pero salía. Estuve un mes y medio en migración en Palenque. No me importaba dormir mal, aguantar frío o comer mal; lo que quería era que no me devolvieran a mi país, porque si me devolvían, al llegar duraba media hora o una hora y estaba muerto”, añadió.

Al mes y medio, logré salir de esa prisión. Salí llorando y gritando. Me fui a Veracruz, llegué sin zapatos, con los pies llagados, pensando en mi familia, llorando, sin fuerzas. Lo único que quería era morirme. Gracias a un fotógrafo o periodista que me dio un bote de agua y me llevó a un albergue, pude seguir. Estuvo conmigo durante los cuatro meses que estuve ahí. Me compró medicinas, ropa, zapatos, de todo, hasta que me dieron mis documentos. Me dijo: “ya estás libre, ya no te pueden deportar”. Pero en ese momento tomé la mala decisión de irme a Estados Unidos.

Las personas en movimiento buscan convertirse en locales y los planes de vida, no sin sufrimiento, se construyen desde cero. “Lo más difícil son las fechas especiales”, cuenta Johnny, un hombre venezolano de 42 años, desde el parque Guadalupe Victoria “El Caballito”. Este espacio, donde miles de personas llegaron a tener su hogar, ha sido levantado por autoridades una y otra vez, obligando a quienes poco tienen a recolocarse, en otros espacios públicos u hostiles sin acceso a servicios básicos. “Cuando la hija me pregunta ‘¿papá y cuándo viene?’”, continúa Johnny. “Ahora estoy aquí, lejos de mi familia, buscando el sueño americano, que era la mayor meta. Pero eso no se va a poder, mi anhelo en este momento simplemente es volver a ver a mi familia”.

En este contexto, los equipos de Médicos Sin Fronteras han desplegado actividades que cubren 12 puntos de la capital y el Estado de México, el acceso a las personas que lo necesitan luego de que no pudieran seguir al norte cada vez es más elusivo, indicó la organización en un comunicado. “Tras los cambios de las políticas migratorias se ha configurado un nuevo panorama migrante para la ciudad”, indicó Jorge Martín, Coordinador de proyecto de MSF en CDMX y EDOMEX. “Si antes la idea era estar un par de meses, conseguir cita consular y después moverse, en este momento las personas buscan maneras de activarse económicamente. Esto tiene muchas implicaciones, pues los lugares accesibles para rentas más baratas serán alejados y con las carencias estructurales que siempre han tenido, pero con nuevas poblaciones comenzando de cero. Desde Médicos Sin Fronteras ahora debemos estrategizar los puntos de encuentro, las colonias de asentamiento, los espacios donde la COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado) tiene oficinas para dar seguimiento a procesamiento de asilo y considerar muchos factores más se deben tener en cuenta”.

Julieta, de 35 años, y Pamela, de 19, se abrazan mientras comparten cómo su inesperada amistad ha hecho más llevadero el viaje y la supervivencia. "Es como mi segunda mamá", dice Pamela en el campamento informal "El Caballito" en el centro de la Ciudad de México. Foto: MSF Yael Martínez

Entre enero y octubre de 2025, MSF ha logrado dar más de 20,273 atenciones directas a pacientes en toda la ciudad; incluyendo salud mental, salud primaria, trabajo social, promoción de la salud y mediación cultural, este último siendo particularmente relevante para alcanzar a las poblaciones anglófonas y francófonas cada vez más visibles en la ciudad.

La violencia, por otro lado, ya fuera como detonante de salida del país de origen, sufrida al interior de México o a lo largo de la ruta migratoria, es un factor clave. “Yo tuve que huir después de la agresión que me hicieron”, indicó Ginette desde el Centro de Atención Integral (CAI) un proyecto de MSF donde se atienden a sobrevivientes de violencia extrema. “Un día fui a visitar a mi mamá en las calles de mi ciudad, en la noche, y entre tres hombres me transportaron a una casa abandonada. Ahí me violaron. No quería que nadie supiera lo que me pasó, solo le conté a mi mamá y ella fue la que me ayudó a salir del país”.

“Es un momento delicado. Por un lado, las personas ahora buscan establecerse, regularizarse, pero como vemos con muchos casos en el CAI, no es solo el trauma del desplazamiento con lo que cargan las personas”, sostuvo Joaquim Guinart, coordinador de proyecto en el CAI. “Desde enero hasta octubre del 2025, hemos atendido a 110 personas en 4,250 consultas que incluyen atenciones médicas, psicológicas y de trabajo social en una atención integral y multidisciplinaria. Sabemos que nuestro impacto es limitado porque no podemos acceder a todas las personas, y las afectaciones necesitan tratamientos a largo plazo y observación continua”.

La coordinación entre el proyecto de clínicas móviles y el CAI, liderados por Jorge Martín y Joaquim Guinart es cada vez más relevante. Esta articulación es esencial, ya que las clínicas móviles no solo son un espacio de acción rápido, sino que son otro punto de inicio para el proceso de tratamiento de los pacientes en el CAI.

“Este trabajo conjunto busca ampliar la capacidad de atención a poblaciones que enfrentan barreras de acceso a la salud”, agrega Martín. “Además, entendemos que muchas de las personas que alcanzamos no son solamente personas en movilidad, sino todas las que hayan sido víctimas o sobrevivientes de tratos inhumanos y degradantes, violencia o tortura y necesitan atención especializada”, dice Guinart.

La organización señaló que “las personas que quedaron varadas en un limbo legal tras los cambios de política migratoria se enfrentan a situaciones de riesgo y desprotección que limitan su acceso a la salud y servicios básicos”.

“Me encuentro con mucho racismo”, sostuvo Ricardo, haitiano de Puerto Príncipe, quien desde hace unos meses maneja su mototaxi –que resalta por las dos banderas que le acompañan: Haití y México– en la alcaldía Tláhuac, a la periferia de la Ciudad de México. “Me pasa seguido que me ignoran los pasajes y esperan a que llegue otra persona, mexicana, para subirse a su mototaxi. Nunca fue mi plan llegar a Estados Unidos y espero algún día poder regresar a mi país, pero aquí ya tengo a mi mujer que es mexicana y voy a seguir trabajando”, concluyó.

Más sobre:InmigraciónMéxicoGuatemalaEstados UnidosDonald TrumpmigrantesMSFMédicos Sin Fronteras

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Plan digital + LT Beneficios por 3 meses

Navidad con buen periodismo, descuentos y experiencias🎄$3.990/mes SUSCRÍBETE