
La intimidad de Pepe Mujica: por qué no tuvo hijos, su relación con Lucía Topolansky y la nostalgia por su perra muerta
“Sí, lamento (no haber tenido hijos). Me dediqué a cambiar el mundo y (...) se me fue el tiempo", dijo en 2014 el expresidente uruguayo, fallecido este martes a los 89 años.

“El sistema político está consternado por la muerte de José Mujica”, destacaba el diario uruguayo El País, anticipando las largas jornadas que habrá esta semana por el velatorio y las despedidas formales al expresidente (2010-2015), exguerrillero y líder y fundador del Movimiento de Participación Popular (MPP), fallecido el martes a los 89 años.
Se espera que el velatorio oficial, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, se extienda hasta las 14.00 de este jueves, y que viajarán a despedir a Mujica varios mandatarios del mundo. Según el diario El País de Montevideo, entre ellos estarán el Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva -amigo personal de Pepe Mujica-; el jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, y la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, entre otros. También asistirá el Presidente Gabriel Boric, confirmó La Moneda.
En una sesión íntima al final de esta semana, el cuerpo de Mujica será cremado en la empresa Martinelli, indicó el diario El Observador.
“Manuela”, la perra de tres patas
Mujica había dicho en varias ocasiones que su vínculo con su perra “Manuela” era de los más fieles que había cultivado y hasta pidió ser enterrado junto a ella cuando muriera.
La perra, de tres patas, murió en 2018 a sus 22 años y fue enterrada en la chacra de Rincón del Cerro, a 15 kilómetros de Montevideo, la residencia de Mujica y su esposa, Lucía Topolansky.
Tras la muerte de la mascota, Mujica renunció a su banca en el Senado y confesó extrañar el animal.

“A Pepe, es increíble cómo lo extraña. Cuando se enfermó, en el año 2005, que él estuvo un mes en el hospital, yo iba a las seis de la mañana a cuidarlo y volvía a las seis de la tarde. Y cuando llegaba en el auto, ella estaba ahí esperando. ¿Qué esperaba? Que se bajara Pepe. Y estaba toda contenta y después… las orejitas pa’ abajo. El día que llegó parecía que se le iba a salir la cola de la alegría”, relató la exvicepresidenta.
En esa misma entrevista, Topolansky contó que Mujica era quien le preparaba la comida a “Manuela”. “Es una perrita finoli, huele todo antes (...). Por la edad, ya se le empezaron a caer los dientes; por eso le compramos carne picada. Se la ponemos con cebollita salteadita”, dijo.
“Manuela” había nacido en Paysandú y era hija de “Dunga”, la perra de la hermana de Topolansky. “Ella es medio marca perro, pero tiene algunas características de foster”, comentó Topolansky en una entrevista cuando Mujica todavía era Presidente de la República.
Hace aproximadamente 20 años la perra perdió una de sus patas en un accidente con el tractor que manejaba Mujica. “Manuela” se encontraba acompañándolo cuando fue corrida por otros perros del lugar. El animal escapó en dirección hacia el vehículo que conducía el exguerrillero, que si bien frenó, no pudo evitar atropellarla.

Topolansky contó que “Manuela” era “la reina de la casa” y que cuando se hizo mayor se le permitía “estar adentro” y “dormir al lado de la cama”.
Poco después de terminar su mandato, Mujica describió en una entrevista con la BBC lo que llegó a significar su mascota: “Es la integrante más fiel que tuve en el gobierno. Hace 18 años que me acompaña. Es una anciana. Cuanto más conozco a la gente, quiero más a los animales”.
Topolansky, su “dulce costumbre”
El 1 de marzo de 2010, José “Pepe” Mujica asumió como Presidente de la República, y como indica el protocolo, antes de que Tabaré Vázquez le entregara la banda presidencial, la senadora más votada de ese entonces, Lucía Topolansky, le tomó juramento en el Palacio Legislativo. Ese, tal vez, fue de los momentos más simbólicos de una relación que Mujica definió como una “dulce costumbre”.
Empezaron a salir poco antes de que él cayera preso por segunda vez en 1972, detalla el diario El Observador. Ella tenía 27 años y él, 37.

Ambos ya eran parte de la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) Tupamaros. Ella dijo que le dio a él documentos falsificados. Él contó que ella era parte de un equipo que ayudaba a que los tupamaros se escaparan de la cárcel y que la vio por primera vez asomando la cabeza por un túnel.
Años después, a sus 89, Mujica le diría a The New York Times que ese encuentro fue “como un destello de luz en la noche”.
Los años de cárcel, de silencio, de tortura, para ellos duró 13 años. Se intercambiaron una sola carta y los guardias, creen, confiscaron el resto.
En 1985, con la luz del gobierno democrático de Julio María Sanguinetti, terminó la dictadura uruguaya. El 10 de marzo de ese año Mujica, con 50 años de edad, fue finalmente liberado por la Ley de Amnistía.
Pocas horas después estaba militando de nuevo y se reencontraba con Topolansky. “Menos mal que la encontré a Lucía”, recordó en una entrevista con la agencia AFP en 2014, cuando todavía era Presidente.

“Unimos dos utopías: la utopía del amor y la utopía de la militancia”, dijo Topolansky a un documentalista hace varios años. En 2005 la pareja se casó en una ceremonia simple y pequeña.
Cuando Mujica dejó la cárcel en marzo de 1985, sabía que quería comprar una finca en el campo, lejos de la ciudad. “Salimos con Lucía en bicicleta a buscar un lugar. Andábamos recorriendo por todos lados y una tarde entramos por ese camino. Estaban regando. Y yo le dije ‘me parece que nos quedamos acá’. Fue ella a hablar”, relató al diario español El País en noviembre pasado.
“Al salir de la cárcel él se puso en un predio a plantar flores y yo me metí a trabajar en una cantina, así íbamos juntando pesitos y teníamos un poquito de plata. Entregamos eso y después hicimos cuotas”, dijo Topolansky.
En enero de 1986 la pareja ya se había mudado a la chacra de Rincón del Cerro. No se fueron nunca más, ni cuando Mujica fue Presidente.
“Hay que convivir con la muerte”
“El amor tiene edades. Cuando eres joven, es una hoguera. Cuando eres viejo, es una dulce costumbre”, dijo una vez a The New York Times sentado frente a una estufa a leña en su casa, mientras Topolansky lo ayudaba a abrigarse y a acercarse al sol.
“Pero todo eso lleva tiempo, hay que cultivarlo. La relación con los hijos lleva tiempo, lo que más precisa un gurí (niño) es cariño, y no tenemos tiempo para eso”, comentó Mujica a El País de España.
En la entrevista con AFP, el referente de la izquierda latinoamericana había sido consultado sobre si se arrepentía de no haber tenido descendencia. “Sí, lamento. Me dediqué a cambiar el mundo y (...) se me fue el tiempo”, dijo el expresidente uruguayo.

“Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido. Y he generado muchos amigos y muchos aliados en esa locura de cambiar el mundo para mejorarlo. Y le di un sentido a mi vida. Me voy a morir feliz, no por morirme sino por dejar una barra que me supera con ventaja. Nada más. No tuve una vida al pedo, porque no gasté mi vida solo consumiendo. Gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos y todo lo demás. No importa, no tengo cuentas para cobrar. Con Lucía gastamos nuestra juventud en toda esta aventura de vivir”, confidenció Mujica a El País en noviembre.
Así, la muerte no lo sorprendió. Mujica había hecho muchas referencias, tantas como a la vida, en especial hablando a los jóvenes en todo el mundo. En el libro Una oveja negra al poder, de los periodistas Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, había reflexionado: “A nadie le gusta la muerte, pero a determinada altura sabés que un poco antes o un poco después te va a llegar. Y ¡por favor! No vivas temblando frente a la muerte. Acéptala como los bichos del monte. El mundo va a seguir dando vueltas y no va a pasar nada, no va a quedar nada de todo ese temor al pedo. Hay que ser más primitivo. No da para festejar. No le estoy haciendo una apología a la muerte, pero está ahí, hay que convivir con ella”.
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