Por Juan Manuel OjedaRicardo Blanco cierra su mandato de presidente de la Suprema marcado por crisis de confianza en el Poder Judicial
Al magistrado le tocó presidir el máximo tribunal en el periodo más complejo de las últimas décadas. Bajo su mandato han destituido a dos supremos y corre riesgo un tercero. Todo, originado por las esquirlas de los chats de Luis Hermosilla.

Probablemente haber sido el presidente de la Corte Suprema en el bienio 2024-2025 quedará en el historial del ministro Ricardo Blanco como su mayor desafío en los más de 40 años que lleva en el Poder Judicial.
Cuando el exministro Juan Eduardo Fuentes le pasó la posta, nunca pensó lo que se venía en adelante. Meses después, cuando explotó el caso Audio, los chats de Luis Hermosilla salpicaron a varios ministros de corte y fue la vocera María Soledad Melo quien definió con claridad cómo fue el periodo que le tocó enfrentar al máximo tribunal y, por consiguiente, al magistrado Blanco. “Ha sido un año duro, el peor que ha tenido el Poder Judicial”, dijo la ministra hace justo un año atrás.
Para Blanco, su presidencia en el máximo tribunal se terminó transformando en una prueba de fuego. Cuando asumió el cargo, jamás pensó que se vería obligado a tomar el timón de la Suprema y navegar por una crisis que dejó decenas de sumarios, una suprema destituida, otro supremo acusado constitucionalmente, dos ministros de corte expulsados del Poder Judicial y otro supremo suspendido enfrentando un juicio político en el Congreso. Todo esto, mezclado con constantes advertencias desde el Poder Legislativo, con diputados amenazando con acusaciones constitucionales de manera constante.
Una difícil partida
Como todo fue tan de golpe, el inicio de su mandato no estuvo exento de polémicas. De hecho, su debut partió con un escándalo.
Su inicio en el cargo estuvo opacado por la fallida compra de autos Lexus. Este episodio abrió un flanco difícil de cerrar para los supremos, los expuso innecesariamente y de paso dejó al descubierto una serie de falencias en la Corporación Administrativa del Poder Judicial (CAPJ). Una situación que de hecho terminó en un sumario y la destitución del director y del subdirector de la CAPJ.
Cuando recién lograba recuperarse de eso, vinieron los efectos de la filtración del audio de Luis Hermosilla. En ese momento, Blanco fue audaz y apoyó la idea de que el pleno activara la extinta Comisión de Ética.
Pero lo que parecía una buena idea, tuvo un paso en falso, ya que el pleno le dio la espalda. Por esa razón su liderazgo se puso en duda. El golpe a su figura fue tan grande, que Blanco se vio acorralado y luego tomó la decisión de ejercer su liderazgo, y días después, de oficio, activó la Comisión de Ética. Tanto así que días después consiguió un extraño, pero efectivo apoyo del pleno en una declaración pública que leyó la vocera.

Por esa Comisión de Ética, que él mismo integró, desfilaron varios supremos. No solo lo hizo Vivanco, sino que también el exministro Sergio Muñoz y los supremos Jean Pierre Matus, Mario Carroza y María Teresa Letelier. A eso luego se sumaron los sumarios voluntarios -llevados adelante por el fiscal Jorge Pizarro- que pidieron los supremos Carroza y Manuel Valderrama por haber sido nombrados en el listado que hizo público Juan Pablo Hermosilla.
De ahí en adelante, Blanco tuvo una segunda oportunidad para demostrar que podía presidir al máximo tribunal en el peor año de su historia. Quienes saben cómo vivió su año, comentan que se propuso ordenar la casa, lo cual le trajo varios costos en su posición al interior del pleno. Pero pese a eso, lo cierto es que consiguió la determinación para que la Suprema se viera preocupada de la situación que la afectaba y atacar la imagen de que tras la crisis el pleno optaría por la defensa corporativa.
De hecho, el resultado fue todo lo contrario. Blanco consiguió rapidez y severidad, con una Comisión de Ética que actuó a tiempo y consiguió, por ejemplo, indagar a Vivanco, quien terminó con un cuaderno de remoción y posteriormente una implacable y unánime decisión del pleno para destituirla. Todo, en tiempo récord y antes de que actuara el Congreso.
El segundo tiempo de Blanco
El 2024 terminó, pero la crisis no desapareció. De hecho varios supremos pensaron que 2025 sería un año distinto, pero lo cierto es que la crisis solo se profundizó. La Fiscalía arremetió con investigaciones penales que corrieron el velo y dejaron al descubierto prácticas que se habían transformado en habituales en el Poder Judicial.
Así fue como este año vino acompañado sobre todo de cuestionamientos a la exministra Verónica Sabaj y al exministro Antonio Ulloa. De hecho este último puso en jaque la mano dura que intentó imponer Blanco, ya que pese a que él empujó para destituirlo, el pleno tuvo una opinión distinta y en la votación no hubo votos suficientes para removerlo. Pese a eso, Ulloa terminó destituido por el Congreso.
Y como si todo esto no fuera suficiente, ahora Blanco lidia con la situación del ministro Diego Simpertegui, quien también se vio salpicado por la trama bielorrusa. De hecho, Blanco presionó para que el fiscal Pizarro se inclinara para suspenderlo -decisión tomada el viernes- y está decidido a que ese sumario llegue hasta las últimas consecuencias.
Entre medio del largo listado de problemas, la administración de Blanco ha logrado importantes logros. La rudeza de la crisis lo hizo reactivar la vocería, la cual había quedado suspendida luego de los cuestionamientos a Vivanco. También revisó procesos internos para mejor los controles y para eso creó una sección de Control de Gestión de Causas, la cual está radicada en la Secretaría de la Corte Suprema.
Además, este 2025 lo pudo cerrar con un broche de oro: la aprobación del Código de Ética Judicial. Todos esos hitos de su presidencia no estaban en sus planes, pero las circunstancias lo obligaron a tomar decisiones difíciles. Algo que es bien visto por el gobierno desde donde terminan con una buena evaluación de su presidencia.

Con un pleno con evidentes fisuras internas, ahora Blanco se alista para entregarle la posta a una de sus aliadas: la ministra Gloria Ana Chevesich. Si todos los planes siguen su rumbo, en el pleno del 15 de diciembre, Chevesich -por el respeto a la tradición de la antigüedad- se convertirá en la primera presidenta del máximo tribunal.
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