Chile está en buenas manos

Portugal v Chile - FIFA Confederations Cup Russia 2017 - Semi Final
Foto: Reuters / Grigory Dukor

Claudio Bravo instala a la Roja en la final con una brillante actuación. El arquero tapa tres penales en la definición desde los 12 pasos. El coreado Cristiano completa una actuación decepcionante.




Aplauda. Grite. Festeje. Tiene permiso para eso y mucho más. No se reprima. No sienta miedo. Contágiese con esta selección chilena que no se quiere bajar del olimpo futbolístico. Entonces vuelva a abrazarse con sus hijos, con su mujer. Y a revivir la infartante definición desde los 12 pasos. Con un desenlace feliz, como ante Argentina en los últimos dos años.

Aplauda. Grite. Festeje. Aunque todavía queda el último paso. El más difícil. Recién hoy se sabrá el rival. Pero partidos como éste no se olvidan fácilmente. Tienen que enseñarse una y otra vez en las escuelas de fútbol, como ejemplo de espíritu colectivo. Porque ahí está el gran secrete de esta Roja inolvidable. E irrepetible.

Otra vez la generación dorada lo hizo. Superando todos los obstáculos. Luchando contra su propio cansancio. Contra el campeón de Europa. Contra el mejor del mundo. Pero qué va. Si estos chicos no conocen de obstáculos. No saben de límites. Por eso nunca deje de sentirse orgulloso de este grupo de jugadores que hacen que hasta al más escéptico se le ponga la piel de gallina en noches como la de Kazán.

Qué importa si no fue el mejor partido de la Copa desde lo estético. Que Sánchez no haya tenido su mejor versión. Si todo eso lo puede tapar un trabajo colectivo encomiable. El sello indeleble de este grupo que no se achica ante nadie. Un éxito construido desde el amor propio y el corazón. La semifinal ante Portugal quedará grabada para siempre en la memoria colectiva de los fanáticos. Un ejemplo de esfuerzo grupal e individual que transporta a la Roja a su tercera final consecutiva, contabilizando las dos últimas Copas América.

En un partido tenso, de dientes apretados, muy parejo, el equipo de Pizzi rescató desde lo más profundo de su memoria futbolística una actuación para el recuerdo. Con un Claudio Bravo inmenso, gigante, para detener tres penales en la definición. Monstruoso por donde se lo mire. Además, con 14 guerreros que dejaron la vida bajo sus alas. Y más de 17 millones aferrados a su cinta de capitán.

Después de tamaña demostración del portero, que ya en los 120 minutos había tenido una actuación notable, todo quedaba en el olvido. Si hasta los dos palos consecutivos de Vidal y Rodríguez en el minuto 116, serán recordados como una curiosa anécdota, justo un 28 de junio. O el penal no sancionado minutos antes a Francisco Silva, que el árbitro iraní desestimó en cobrar, ni siquiera solicitando el famoso VAR.

La apuesta de Pizzi, de intentar repetir el plan que ejecutó contra lo germanos, tuvo problemas de ejecución durante el tiempo reglamentario. Con Díaz y Hernández bloqueados, Vidal y especialmente Aránguiz debieron retroceder muchos metros para entrar en acción. Chile no podía ser un equipo corto, como pretendía el DT, pero parecía ser la única forma de romper la presión de los europeos.

Dentro de esa batalla del mediocampo, los delanteros no tenían apariciones importantes. Salvo en el inicio, cuando Cristiano tuvo un par de destellos, después tanto él como Sánchez no entraron mucho en juego. El tocopillano siempre pareció estar a trasmano del juego. Desconectado de sus compañeros, apresurado en la toma de decisiones, el ariete pasó la mayor parte del encuentro desapercibido. Algo extraño de por sí. Y que por supuesto terminó afectando a Chile, porque se fue quedando sin balas en ataque.

Tanto desgaste, tanta refriega, fue minando las fuerzas. Y en ese escenario, el cansancio comenzó a notarse antes en los jugadores chilenos. Pero a medida que flaqueaban las piernas, crecía todavía más el corazón de los jugadores chilenos para mantener viva la ilusión de la final.

Aferrados a un sólido Bravo y a una línea defensiva que casi no tuvo fallas durante 120 minutos, amén de un esfuerzo tremendo del resto del equipo, la Roja logró estirar el duelo hasta la tanda de los penales, donde apareció el capitán para acrecentar su leyenda. Para ser el primero en detener tres penales en una semifinal de un torneo FIFA. Y para soñar con otro título. Él y esta generación inolvidable esperan escribir otro capítulo dorado de una historia que nadie quiere que se acabe. Por todo ello, aplauda, grite y festeje. Tiene permiso para eso y mucho más.

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