Poe, Fitzgerald, Cheever y King se unen en antología del terror en EEUU




Jack Lorey y Joan Harris están destinados. Alguna vez fueron pareja. Ya separados, cada cierto tiempo se irán viendo: él la encuentra a lo largo de una vida decadente. Hacia el final, la siempre vestida de negro Joan vendrá por Jack. El está preparado para recibir a la muerte al atardecer. Un escalofrío recorre el cuento Canción de amor no correspondido, de John Cheever.

Sí, Cheever, el espía de la soledad de los suburbios, puede ser tan terrorífico como maestros del horror del calibre de Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft y Stephen King. "Es el deseo de evitar el realismo que se cuela en la literatura norteamericana", según Peter Straub. El que opina sabe del tema: Straub estuvo a cargo de American fantastic tales: Terror and the uncanny from Poe to now, antología de la respetada colección Library of America y, según Jonathan Lethem, "es un viaje esencial al lado oscuro de las letras de EEUU".

La lista con los 86 antologados está lejos de ser obvia: además de   incluir cumbres del género, como Poe, Lovecraft y King, también aparece un clásico de la ciencia ficción (Ray Bradbury) y autores fronterizos, como Joyce Carol Oates y Michael Chabon. Pero el arrojo de Straub está en llenar la antología con escritores rara vez asociados al terror,  como Cheever, Henry James, Herman Melville, Fitzgerald, Paul Bowles, Tennessee Williams, Truman Capote y Vladimir Nabokov.

MONSTRUOS Y FANTASMAS
No se trata de un libro lleno de fantasmas y monstruos. "Todas las historias de esta colección se enfrentan a la pérdida del ser y a la angustia y el terror que va de la mano de esa pérdida", explica Straub. Es así: en La alegre esquina, de Henry James, un millonario regresa a su Inglaterra natal y deambula por la abandonada casa de su niñez, atormentado por lo que pudo haber sido.

Pero no podría ser una antología de terror sin fantasmas ni rarezas  escalofriantes: en Miriam, de Capote, hasta la casa de una mujer solitaria llega una extraña niña, decidida a quedarse. Más delicado, Nabokov termina Las hermanas Vane con su protagonista escribiendo los dictados de lo que podría ser un fantasma. El truco del cuento de Fitzgerald es conocido: en El curioso caso de Benjamin Button relata la vida de un hombre que nace como un viejo y muere como un bebé.

Los maestros aportan lo suyo. En La cosa en el umbral, Lovecraft narra una historia de almas que se apoderan de cuerpos, sanatorios oscuros y asesinatos inexplicables. King juega con el deja vu en Esa sensación que sólo puede expresarse en francés, donde una mujer recibe un inesperado poder: sabe todo lo que pasará. Puro agobio. O como comienza diciendo Poe en Berenice, su cuento en la antología: "La desgracia cunde multiforme en la tierra".

Pero el terror también es entretención. Carol Oates, incluida con el relato Familia, ha dicho que los lectores aceptan un juego al leer un cuento del género: "Saben que serán manipulados, pero la pregunta es ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿con qué propósito?". Para King, el gusto por el terror tiene una base en la naturaleza humana: "Todos estamos dañados mentalmente, algunos están internados. Nos gusta el terror porque es divertido. La diversión viene de ver a otros amenazados, a veces asesinados. El potencial linchador dentro de nosotros a veces tiene que ser dejado en libertad".

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