Prehistöricos: Cortarse las venas
La banda liderada por Tomás Preuss presentó en el remozado teatro Oriente La velocidad de las plantas, su tercer álbum.

"¿Vinieron a reír o llorar?", pregunta Tomás Preuss y es la primera de muchas consultas en broma/en serio del jueves por la noche en el remozado teatro Oriente, que quedó bellísimo, en el estreno de La velocidad de las plantas. Es el tercer álbum de Prehistöricos, la banda liderada por Preuss de la cual, en rigor, es su único miembro. Tomás va a hacer eso todo el concierto y juega con inteligencia para aligerar el tono del encuentro, porque la música que escribe e interpreta es absolutamente sufrida, de amor de teleserie y radio AM en frecuencia indie pop. Tomás canta con un susurro persistente, como si las palabras le dolieran. Cuando interviene entre temas encarna al amigo para desentrañar los ribetes más íntimos, cómo se siente ser maltratado y las consecuencias en el alma. Entonces encaja que consulte quien sufre por amor, quien está pololeando, si alguna vez hemos odiado. Las canciones hablan de belleza en la oscuridad y The Cure parece una alpargata al lado de eso.
Prehistöricos la tiene clara, hay que dar espectáculo y lo dieron: escenario engalanado con una especie de maniquí con luces, gran pantalla de fondo con sugerentes videos, la banda distribuida sin seguir la norma del set de batería al centro sino que al costado e instalada de perfil, de tal manera que se podía apreciar claramente la ejecución del músico; los teclados al medio y el líder enfrentando el escenario desde la izquierda guarecido tras un arsenal de efectos para la guitarra, porque el sonido es clave en este grupo y en vivo suenan aún mejor que en estudio. Crean una atmósfera propicia, envolvente, seductora, para todo ese amor sufrido que les gusta cantar. Valentina Rojas, la tecladista, es guapa y no solo toca sino que interpreta las canciones, algo parecido a lo que hace un cuarto de siglo montaba Cecilia Aguayo con Los Prisioneros.
Tomás proyecta una voz de ribetes femeninos, perfecta para cuanto pretende. Tomás tiene talento, buenos invitados -Camila Moreno, Natisú, (me llamo) Sebastián-, pero le queda mucho trabajo para las expectativas tras su su nombre. Y eso ocurre porque Prehistöricos en vivo, tal como en los discos, agota muy pronto sus posibilidades. Se instalan en una zona de confort -canciones lánguidas, sufridas- bajo estructuras de escaso movimiento, donde resalta más el sonido que la composición. Hay momentos explosivos -Dos planetas fue el mejor ejemplo-, pero sólo reservan las variables rítmicas estrictamente al final, incluyendo un desordenado cuerpo de baile al turno de Que suba el momento. Es un trabajo en proceso que exige matices porque las canciones, el sonido, el concepto, están.
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