¿Quién paga los costos de un corazón artificial?

La historia de León Smith, de cuatro años, es reveladora. El domingo falleció con un corazón artificial, esperando el trasplante definitivo. Su deceso evidenció la realidad chilena frente a dispositivos médicos no arancelados, costeados de distinta forma por pacientes de isapres y Fonasa.




De las actuales 1.850  personas en lista de espera de un trasplante de órgano en Chile, 22 aguardan por un corazón. Y de ellas, cuatro son pacientes pediátricos.

El domingo reciente falleció León Smith, de cuatro años, a quien sus cercanos llamaban el “pequeño guerrero”. Su deceso, producto de que el dispositivo artificial instalado en su tórax falló y provocó complicaciones irreversibles, se produjo mientras esperaba un corazón definitivo. Ahora es Monserrat, de 7 años, quien pasó a ser prioridad nacional para un trasplante de ese órgano. Ella también lleva consigo un corazón artificial, que le fue implantado en julio de 2015. Se trata de un pequeño dispositivo que le permite al paciente ser dado de alta y esperar la cirugía conclusiva en su hogar. Actualmente es la opción más efectiva para ellos y sus familias, frente a una espera incierta y que para los niños suele ser mucho más larga que en el caso de los adultos.

La razón es clara. Los menores requieren de órganos con características de peso y talla que sean compatibles con sus pequeños cuerpos. Y las condiciones para el trasplante son muy específicas: que el donante haya fallecido de muerte cerebral o accidente vascular, circunstancias cada vez más escasas en niños pequeños.

La donación pediátrica en el mundo es inferior al 7%, y en Chile es menos del 10%, según cifras entregadas por el Ministerio de Salud (Minsal). “Cada vez es más difícil encontrar órganos pediátricos para trasplante; por eso aparecen los corazones artificiales, ya que en estos casos es muy frecuente que la espera sea más larga”, explica José Luis Rojas, coordinador nacional de trasplante del Minsal.

Desde el primer implante de este tipo de dispositivo, efectuado en junio de 2015, a un menor llamado Pedro, se han instalado seis corazones artificiales en Chile. Todas las intervenciones han sido  realizadas en el Hospital Clínico de la UC y la Clínica Las Condes, centros de referencia para este tipo de cirugías.

El costo de un dispositivo de esta envergadura bordea los US$ 200 mil dólares, es decir, alrededor de $ 135 millones, costos que para un usuario de sistema público o privado son muy distintos.

El corazón artificial no está arancelado por Fonasa. Esto quiere decir que ni el seguro público ni las isapres están obligadas a cubrir sus costos. Sin embargo, en el caso del sistema público de salud, según indica Rojas, los asume el Estado: “Si un paciente requiere de un trasplante de corazón hay que dárselo; existiendo la necesidad, hay que hacerlo”.

En el sistema privado, en tanto, “por ley las isapres tienen la obligación de cubrir lo que está en arancel Fonasa y en el arancel del Auge Ges”, explica el presidente de la Asociación de Isapres, Rafael Caviedes. Lo que no está arancelado, se cubre de diversas formas: por la Cobertura Adicional por Enfermedades Catastróficas (Caec), por acuerdos extracontactuales o con recursos judiciales.

La razón por la cual estos dispositivos no tienen arancel es que “siendo situaciones muy particulares, por lo mismo se usan financiamientos extraordinarios en cada caso”, indica José Luis Rojas.

Daniella Maluenda, mamá de Monserrat, explica que el corazón artificial y su costo ($ 200 millones) fueron cubiertos por el Estado, pero no así otras atenciones médicas y exámenes, que ya suman una cuenta de $ 10 millones.

En el caso de los padres de León Smith, la isapre accedió a cubrir el 40% del costo del corazón, con un acuerdo extracontractual, y se activó el Caec, lo que cubre la hospitalización del pequeño. El 60% restante corre por cuenta de la familia.

Como sea, el jefe de la unidad coronaria de la Clínica Las Condes, Juan Carlos Venegas, explica que es una herramienta necesaria, ya que la sobrevida que implica un dispositivo de esta envergadura permite esperas de hasta dos años.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.