
¿Cambio de paradigma?
En 1992 Francis Fukuyama proclamaba el fin de la historia, refiriéndose al término de la lucha ideológica entre dos sistemas sociopolíticos y económicos, uno liberal y el otro autoritario. Estuvo equivocado. Es cierto que las economías centralizadas fracasaron y prácticamente han desaparecido del mapa, pero no es menos ciertos que las democracias liberales se encuentran -en general y en distintos grados - con problemas. Y no cabe duda de que las preferencias sociopolíticas y económicas ciudadanas están mutando, proceso que no está exento de incertidumbre.
Durante al menos el último siglo y para los países con democracias liberales, las preferencias ciudadanas de libertad personal y económica se pudieron representar en un solo eje horizontal (David Nolan, 1996). En los extremos, la izquierda socialista se representa como siendo liberal en lo personal, pero autoritaria -el Estado ha de controlar el uso de los recursos- en lo económico, en cambio las preferencias de la derecha libertaria se representan como los opuestos.
Hoy ya no es posible hacer tan nítida representación. Nos encontramos con ciudadanos que -entre otras causas e independientemente de sus preferencias en materia de libertades- esperan que sus gobiernos tomen las medidas necesarias que les permitan alcanzar ciertos objetivos concretos en materia socioeconómica. El caso chino es emblemático y la declaración de Deng Xiaoping -de que no importa el color del gato, siempre que cace ratones- lo dice todo.
La anterior posición contrasta con la de otros grupos de ciudadanos -cada vez menos- que abogan por la existencia de un conjunto de instituciones basadas en sus preferencias ideológicas, estando dispuestos a aceptar los resultados en materia socioeconómica que se obtengan de su adopción, aunque estos sean malos.
Pues bien, hasta unos años atrás se enfrentaban los partidarios del socialismo y del capitalismo en función de sus efectividades para aumentar el estándar de vida de la población, sacrificando los menores grados de libertad personal posibles. En la actualidad se han agregado una serie de objetivos -en buena parte relacionados con la expansión de la cultura woke (ambientalismo, empoderamiento de las mujeres y de las personas LGBT, antirracismo, etc.)- que complejizan la elección social y que explican en buena parte los problemas de las democracias occidentales.
En resumen, están aumentando los objetivos socioeconómicos concretos que las sociedades desean satisfacer, como también los métodos considerados aceptables para ello. En ese sentido, el mundo está en plena evolución. En especial, es preocupante que exista una proporción no despreciable de la población dispuesta a sacrificar grados significativos de libertad personal con tal de lograr ciertos objetivos sociales concretos.
Por Rolf Lüders, economista
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