Columna de Claudia Matus: Una política que no puede ser postergada

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Durante el último mes, al menos dos noticias han reafirmado la necesidad de contar con una Educación en Afectividad y Sexualidad Integral (EASI) en espacios escolares. La primera, las denuncias realizadas por estudiantes de séptimo y octavo básico del Colegio San Ignacio El Bosque, quienes acusan haber sido víctimas de abuso por parte de compañeros de enseñanza media; y, la segunda, los datos dados a conocer por la Fundación Amparo y Justicia que dan cuenta de un promedio superior a las 19 mil denuncias anuales por delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes, siendo el 2019, 2021 y 2022 los años con más víctimas, con un máximo histórico superior a las 30 mil denuncias durante el año pasado.

Estos datos deberían motivarnos a considerar, seriamente, la pregunta de cómo y dónde se está educando en género y sexualidad a niñas, niños y jóvenes. Por ejemplo, si consideramos la situación vivida en el Colegio San Ignacio, deberíamos preguntarnos dónde, niños y jóvenes, aprenden a que estos abusos contra niñas son posibles y que son pensados como una forma natural de relacionarse. En el caso del alto número de delitos sexuales en el país, debiéramos considerar que la falta de educación en género y sexualidad tiene consecuencias así de graves. Dicho de otra manera, si los hombres están aprendiendo que es posible tratar a las mujeres como objetos sexuales, devaluarlas y violentarlas sexualmente, entonces éste es un conocimiento que se tiene que desaprender por las consecuencias que conlleva. En este caso el espacio escolar se vuelve relevante para pensar que una formación seria sobre género y sexualidad nos puede ayudar a detener este tipo de abusos y delitos contra mujeres, niños y niñas.

Sin duda que las familias son el pilar fundamental en donde se esperaría que estas conductas no sean validadas y fueran corregidas, sin embargo, aquí tenemos el ejemplo más claro de que no podemos dejar estos aprendizajes bajo la responsabilidad única de las familias. Entonces, ¿de quién es la responsabilidad de educar a estos hombres para asegurar la dignidad de las mujeres en espacios escolares y en los espacios públicos? Tanto niñas, niños y jóvenes deben tener acceso a conocimiento que les enseñe a nombrar aquellas actitudes y comportamientos que atentan contra su dignidad e integridad.

Sin ninguna duda, ningún padre, madre o apoderado quisiera pasar por estas experiencias cuando se trata de sus hijos, hijas o NNA bajo su cuidado. Quizás el llamado es al diálogo entre los distintos grupos tanto a favor como en contra de la propuesta de Educación en Afectividad y Sexualidad Integral con el fin de desmitificar información errónea y conversar acerca de los miedos que se tienen sobre esta propuesta. Sin duda que no es fácil enfrentarse a estas temáticas cuando se ven como amenazas, sin embargo, hoy y dado los altos números de abusos presentados más arriba, parece que debemos enfrentar esta política con altura de miras. Todos y todas queremos proteger a nuestros hijos e hijas y el camino más claro es y será la educación.

Por Claudia Matus, directora Centro Justicia Educacional UC

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