Columna de Gabriel Zaliasnik: La lotería de Babilonia



En sus cuentos, Jorge Luis Borges escenifica preguntas que no se plantean abiertamente, sino que emergen del propio desarrollo de la historia. Es lo que ocurre en “La lotería de Babilonia”, donde nos propone la existencia de una nación cuya institucionalidad está regida por el azar. Nada diferente a lo que ocurre en Chile y su vecindario.

En efecto, la endémica crisis política de Perú con el intento de autogolpe de Pedro Castillo, a días de ser visita ilustre en La Moneda, y la permanente corrupción en Argentina, donde la justicia condenó a seis años de cárcel a la ex Presidenta Cristina Fernández (CFK), debieran hacernos reflexionar. Ello, pues Chile se mueve precisamente entre la “peruanización” y la “peronización” de su política, como lo evidencian el frustrado nombramiento de fiscal nacional, y el acuerdo constitucional que se promueve para calmar ansiedades que no son prioritarias en la ciudadanía.

En cuanto a lo primero, solo un diseño fallido del sistema de nombramiento de autoridades puede explicar que la regla sea exigir que las propuestas de fiscal nacional o ministros de la Corte Suprema deban contar no solo con la selección previa de esta última en una quina y la elección del Presidente la República, sino también con la ratificación de dos tercios del Senado. Esta regla invierte el sentido de la intervención del Senado, el que en lugar de tener que rechazar fundadamente el nombre propuesto, debe ratificarlo sin mayores justificaciones. Con eso se facilita que frívola e irresponsablemente muchos senadores se ausenten de la votación o se abstengan. Ello incentiva la guerra sucia y el caciquismo, pues cada voto tiene un poder desmedido para hacer caer un nombramiento.

En cuanto al acuerdo constitucional, este también expresa una decadente inercia política que fantasea con nuevas elecciones y un nuevo proceso constituyente, sin advertir que de ello profitan tanto grupos extremos populistas como extra sistema. El desacople de intereses e incentivos del sonambulismo constitucional solo sirve de salvavidas comunicacional al gobierno obsequiándole la oportunidad de agitar relatos refundacionales y funcionales a sus propósitos programáticos, a la par de evadir su tarea cotidiana de gobernar. Un nuevo acuerdo en el que el Senado abdique de su potestad constituyente, en lugar de dar certidumbre institucional, institucionalizará la incertidumbre y el proceso de descomposición de Chile. Se consolidará el actual vacío del Estado y los debilitados partidos políticos terminarán prácticamente siendo solo grupos de Whatsapp.

Evocando las palabras de Borges, nuestra lotería fracasará pues su virtud moral es nula. No se dirige a todas las facultades del hombre, sino que únicamente a su esperanza. Es tiempo de dejar de barajar los naipes y poner el foco en el gobierno para que resuelva los problemas reales de la gente.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile

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