Columna de Rafael Sousa: Dos octubres
Separados por 31 años, dos octubres acogieron los hitos más relevantes de nuestra historia política reciente. Uno, en 1988, pavimentó el regreso de la democracia. Otro, en 2019, significó su mayor amenaza desde entonces, en una trenza de legítima protesta con inédita violencia. Ambos representan el comienzo y el fin de un ciclo político. No porque buena parte de quienes apoyaron el segundo octubre lo hiciera intentando desmontar lo que se construyó a partir del primero, sino porque a partir 2019, la política que conocimos desde 1988 cambió.
Evidentemente estos cambios no comenzaron en 2019, pero desde entonces se consolidaron. Lo más notorio fue el reordenamiento, todavía en curso, del mapa político. El Frente Amplio derrotó a la vieja Concertación primero narrativamente, después electoralmente y ahora existencialmente. Republicanos logró el mayor número de votos en la pasada primera vuelta presidencial, dominó el segundo proceso constituyente y tiene posibilidades de ser el partido más votado de las próximas elecciones. Lo más relevante es que estos partidos cambiaron la forma de hacer política.
Los bloques dominantes en el Chile post 1988 fueron tendiendo a buscar el centro. Lo hizo primero la Concertación y luego la derecha. El reemplazo del binominal por otro mal sistema y el agotamiento de las coaliciones que habían alternado gobiernos, crearon nuevos incentivos para alcanzar el poder, pero fueron las elecciones post octubre de 2019 las que comenzaron a premiar las identidades nítidas, la consistencia ideológica y, sobre todo, la oposición agresiva a la incumbencia. Nuestra política se volvió una en que el tono lo dan las minorías sólidas. Por eso un nivel de aprobación en torno al 30 o 35%, como el del Presidente Boric, antes era poco y hoy es mucho. Lo paradójico es que este crecimiento de los polos políticos se produjo sin que creciera en una medida importante la polarización en la sociedad. La estridencia de los extremos, sus mensajes afines al cerebro reptiliano y las amplias posibilidades de difusión que ofrece la tecnología, dejaron a la moderación en un modo inexpresivo. La comunicación política, transformada básicamente en una herramienta de destrucción, se comió a la política.
Los dos octubres, aquel que empezó y el que terminó con un ciclo político, también dan cuenta de una poco sana inclinación a olvidar lo sustancial, propia de nuestra política o quizás de la política en general. Pasamos de los 11 de septiembre a los 18 de octubre casi sin detenernos en el cinco de este mes, fecha que debiera recordarnos el valor de la democracia a la que tantos dicen adherir, su fragilidad y las prácticas que le dan salud, cada vez más en desuso. Pese a varios esfuerzos rescatables, todo indica que los 18 de octubre seguirán siendo días en que la discusión olvidará los matices, limitándola a una toma de posición respecto de si fue violencia delictual o protesta democrática.
Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis y profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP