Columna de Sebastián Sichel: ¿La polarización nos está volviendo estúpidos?



Carlos prendió el televisor: “Una mujer no puede ser desviolada” escuchó decir a un diputado Republicano. Días después escuchó que un proyecto de ley legalizaría el aborto “sin causales”. Cambió de canal y escuchó al Presidente Boric decir que era más rápido que el pueblo y se encontró a dos diputados peleando por las mesas constituyentes. Aburrido, entró a redes sociales y vio a un embajador tomando los pies de una mujer y hablando de desigualdad.

Carlos votó por distintos candidatos en estos 15 años (Lavín, Piñera, Bachelet), pero en las últimas dos elecciones no fue. El 4 de septiembre rechazó hastiado por la frivolidad de los constituyentes. Desde ahí ve con incredulidad cómo su voto es interpretado por los que creen que es “leso” y lo usaron, y los que creen que le importa un bledo la Constitución y que todo tiene que seguir igual. Está cansado de que lo traten como un analfabeto que necesita intérpretes iluminados.

Un guionista de Fellini -Flaiano- al describir la política italiana decía que “la situación política era grave, pero no era seria”. En Chile tomamos decisiones graves sin ser serios. Ni la discusión sobre el TPP11, el retiro de los fondos previsionales o el rechazo constitucional se basan en evidencia. Siguiendo a los maestros Trump y Chávez -o Le Pen, Maduro, Bolsonaro y un largo etc.- sus clones locales han logrado relevar su propia identidad -cual Narciso- en cada debate que afecta al resto de los chilenos. Incapaces de seguir el consejo de Séneca, han decidido hacernos infelices por su incapacidad de detener sus pasiones y mantenernos en guerra. Ante toda evidencia del daño en la convivencia, han basado el debate en zanjas, bonos, armas, odios y caricaturas.

Como dice Sandel, se les quiere hacer poco caso a las grandes preguntas, para dejarnos con sus iras irreflexivas y pasiones desatadas. Y así lograr que Carlos no vote y los Pancho Malo, De la Carrera, Baradit y Stingo pongan la música de lo que se debate. Ellos son el efecto, no la causa, de una política que decidió perder la seriedad y usar sus tonos para posicionarse en los extremos. Los cómplices son quienes atemorizados de ser rechazados en su propio club no tuvieron el coraje para enfrentarse a ese relato basados en su miedo a perder amigos, familia, pegas o ser acusados de traidores.

Personas inteligentes han buscado amigos, definiendo los enemigos en común: y liderazgos pragmáticos -JAK o Boric- han visto en esa debilidad una oportunidad. El problema es que la polarización hace que los más fuertes ganen, pierdan los más débiles y hagan noticia los que más gritan. Por esa estupidez llevamos 15 años en la reforma de pensiones, no hemos logrado ordenar la migración o La Araucanía es sinónimo de pobreza y terrorismo.

¿Estamos siendo estúpidos en política? Sin duda. Renunciamos a la capacidad de ponernos de acuerdo. Hemos decidido organizarnos por oposición, haciendo de la democracia una actividad tediosa y peligrosa, alejada de la gente común. Carlos -mi amigo- no vive así. Sabe que en las próximas horas fanáticos seguirán tratando de fachos o comunistas al resto. Le parece toda una especie de circo.

Carlos se levanta todos los días y trabaja por sacar a su familia adelante. Ruega porque las cosas funcionen bien en el gobierno y en las empresas. Tener pega, vivir tranquilo y en libertad. No tiene claro si es de izquierda o derecha, sólo sabe que mientras más estúpidos se vuelven en la política, menos ganas le dan de votar. Le trato de explicar que ese es exactamente el negocio de la polarización: hacerse los estúpidos para volvernos estúpidos y llevarnos a no votar o a buscar un nuevo héroe popular.

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