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Desafiemos la seguridad social: Ingreso Garantizado Universal

Desde Horizontal generamos una alternativa de IGU al que podrán acceder todos los niños y adultos previos a jubilar, que posean un ingreso nulo o inferior a los $500.000, independiente de su estado, lo que permite derribar esa característica intrusiva y burocrática que suelen tener las subvenciones tradicionales.

Pese a los problemas estructurales, aún quedan cerca de 160 familias en estas cuestionadas construcciones del Biobío. Foto: Pablo Hidalgo / La Tercera PABLO HIDALGO/LA TERCERA

Las múltiples crisis que desató la pandemia han profundizado problemas presentes desde hace varios años. En tiempos críticos, enfrentar las carencias que sufren millones de personas requiere pensar en respuestas innovadoras y reformistas, capaces de romper la lógica convencional con la que, en periodos normales, se abordan los problemas de seguridad social de la población. En esta línea, el Ingreso Garantizado Universal (IGU), hace su aparición como una política capaz de no sólo contrarrestar parte de las fisuras que el Covid-19 ha generado, sino también como una medida capaz de resolver tensiones propias de nuestro siglo, marcado por la incertidumbre.

En términos sencillos, el IGU es una transferencia en efectivo destinada a gran parte de la población, que funciona como un mínimo al que cualquier persona pueda acceder, independientemente de su condición laboral. Previo al Coronavirus, se señalaba como una medida capaz de resolver potenciales tensiones que se producirían a raíz de la automatización laboral, pero tras el transcurso de la pandemia, distintos organismos internacionales y expertos de diversas tendencias han considerado esta opción como una solución permanente e integral.

Así, desde Horizontal generamos una alternativa de IGU al que podrán acceder todos los niños y adultos previos a jubilar, que posean un ingreso nulo o inferior a los $500.000, independiente de su estado, lo que permite derribar esa característica intrusiva y burocrática que suelen tener las subvenciones tradicionales. El esquema combina un monto fijo y otro variable, siendo este último un subsidio progresivo al empleo cuyo fin es incentivar el empleo formal y la declaración de ingresos.

Esta propuesta posee varios beneficios, como lo es la reducción de la dispersión que tienen casi los 700 programas, lo que aumentaría la eficiencia del gasto público, tomando, por ejemplo, los gastos administrativos que a veces llegan a ser del 20%. Otra de sus gracias está en su financiamiento, el cual provendría de recursos que ya están destinados a transferencias y de programas persistentemente mal evaluados o que son fácilmente sustituibles por la política propuesta, lo que mejoraría la capacidad de administración y monitoreo del gasto por parte del fisco y de la ciudadanía. Además, ayudaría a derrotar la pobreza y reducir considerablemente la desigualdad, al abrir puertas como lo son el reconocer el trabajo que realizan mujeres en el hogar e incentivar la formalidad laboral de jóvenes.

Algunos podrían pensar que una opción como esta atenta contra la corriente liberal, pero lo cierto es que precisamente busca intensificar la capacidad individual que tienen las personas para proyectar sus propias vidas, brindando un mayor grado de certeza en lo que será el futuro. Han sido tiempos muy difíciles para muchos -sino para casi todos-, y alternativas como estas son luz en un momento en que todo parece ser oscuro. Se han aplicado varias medidas para superar esta cuesta arriba, pero aún queda por hacer. El desafío está planteado; ahora solo queda asumirlo y actuar.

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