Economía digital inclusiva: los empleos del futuro

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Por Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva de ComunidadMujer

La pandemia nos ha “lanzado hacia el futuro”, dijo el italiano Alessandro Baricco, autor del libro The Game. Además, afirmó, esta crisis ha llevado a las personas a hacer las paces con la revolución digital, que debiese estar ahí para mejorar la vida de todos y todas. Estamos, ciertamente, en un punto de inflexión y frente a la oportunidad de tomar lecciones del pasado, aprender de ellas y suscribir un nuevo pacto entre nosotros/as, con el medio ambiente y la naturaleza, sin dejar a nadie atrás.

Avanzar hacia una economía digital inclusiva y sustentable es un camino promisorio e ineludible, pero no lo será si nuevamente se crea una división entre quienes reciben los beneficios de ella y quienes no. Por ejemplo, hoy la tecnología es el ámbito del conocimiento más masculinizado en nuestro país. Según el Ministerio de Ciencias, solo el 24% de la matrícula de pregrado corresponde a mujeres. Este porcentaje se mantiene a nivel de magíster y aumenta levemente a nivel de doctorado, llegando al 33%.

Así, la búsqueda temprana de la igualdad de género en los empleos del futuro es crucial. Para ello, es clave impulsar una política de formación permanente que focalice sus programas hacia el aprendizaje de nuevas habilidades, permitiendo a las trabajadoras migrar desde los sectores feminizados hacia los científicos y tecnológicos (reskilling); y adaptarse a las transformaciones que experimentan sus propios puestos de trabajo (upskilling), en un contexto de expansión del teletrabajo y los emprendimientos de base científico-tecnológica.

La creación de un sistema de formación continua de competencias laborales debe concebirse como una política de Estado de largo plazo, que vincule el sistema educativo con el de capacitación laboral. Esto cobra sentido cuando se revisan los resultados de la Encuesta de Habilidades de Adultos del Programa para la Evaluación Internacional de Competencias (PIAAC, 2019) de la OCDE, que muestra el magro desempeño de Chile en las tres habilidades de procesamiento de información evaluadas: alfabetización, aritmética y resolución de problemas en entornos ricos en tecnología; y, particularmente, las brechas de género existentes.

Una experiencia por mirar es Singapur, que impulsa el movimiento nacional SkillsFuture desde 2015, para promover un sistema holístico de aprendizaje permanente. Sus cuatro pilares -que pueden orientar el desarrollo de una política chilena en este sentido- consisten en ayudar a las personas a tomar decisiones informadas en educación; promover el desarrollo profesional basado en el dominio de habilidades; impulsar una formación de alta calidad que responda a las necesidades; y fomentar una cultura de aprendizaje constante.

Una política pública que fortalezca el ecosistema de educación y capacitación de alta calidad, sin dejar de lado la perspectiva de género, será fundamental para el crecimiento del país, aumentar su capital humano y subirnos definitivamente al carro de una economía digital inclusiva. Apuremos la causa.

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