Opinión

El fantasma del BRICS

REUTERS Alexander Kazakov

El asunto de si Chile debe ingresar como miembro asociado al BRICS ha generado una gran discusión política. Por ejemplo, una candidata presidencial comparó ingresar al BRICS con firmar un acuerdo comercial con Israel y con dar una señal de apoyo a Rusia en su invasión a Ucrania. Esto mientras el gobierno está actualmente negociando un TLC con Emiratos Árabes y ratificó el CPTPP, acuerdo que incluye a monarquías absolutas como Brunéi.

Se ha dicho también que ingresar al BRICS daría una señal peligrosa a nuestros socios, poniendo a Chile en la mira de Trump y abandonado nuestra posición históricamente “neutral”. Sin embargo, ninguna de esas posiciones se sostiene. La estrategia actual del gobierno de “esperar y observar” no ha impedido que EEUU se salte arbitrariamente el acuerdo comercial bilateral, que Cancillería se vea en la necesidad de congelar el acuerdo astronómico de la Universidad Católica del Norte y la Academia de Ciencias China, y que el USTR nos haga sentarnos a negociar nuevas concesiones de Chile a EEUU en materia de normativas de inversiones extranjeras (el screening de inversiones) sin obtener nada a cambio, excepto el que (quizás) abandonen sus acciones unilaterales.

El análisis sobre qué política exterior debe optar Chile, en un contexto de crisis como la actual, merece de razonamientos más sobrios. La estrategia de “esperar y observar” hasta que la crisis se disipe, cruzando los dedos para que todo esto dure poco tiempo, es arriesgada y le está costando al gobierno tiempo valioso para diversificar sus redes de protección y pertenencia.

El nuevo escenario internacional está en proceso de transformación. El multilateralismo liberal está dando paso a un periodo de confusión y desorden, donde las reglas antiguas están perdiendo su capacidad de conducir el comercio en forma estable. En ese contexto, la estrategia de países pequeños y dependientes fuertemente del comercio, como Chile, debe ser ágil y audaz. Esto implica, a mi juicio, tres elementos.

Primero, diversificar la pertenencia y lazos, especialmente hacia economías que hoy son los ejes de nuestro comercio. China es nuestro principal socio comercial, India una economía a la que necesitamos profundizar los lazos, Brasil nuestra economía regional más dinámica, y Sudáfrica nuestra puerta de entrada a África. Ingresar el BRICS es una forma de consolidar nuestros lazos con estas economías, bajo el entendido que el comercio internacional es más que una reducción de una línea arancelaria en un acuerdo comercial, e implica ser parte de espacios de cooperación y diálogos de largo plazo.

Segundo, la multi-pertenencia nos permite una mayor resiliencia ante el escenario crítico en la actualidad. Contrario a lo que se ha afirmado por algunas autoridades, ser miembro del BRICS no tiene ninguna contradicción (ni jurídica ni política) con seguir siendo miembros de espacios como la OCDE, organización de la que activamente participamos. Es más, Chile es parte de ASEAN Por el contrario, nos permite diversificar lazos y densificar nuestras alianzas, precisamente para protegernos activamente en un mundo incierto.

Lo anterior no implica, en sentido alguno, algún tipo de compromiso con Rusia y su invasión a Ucrania. Tal como en su momento el TLC de Chile con EEUU no impidió que Ricardo Lagos se opusiera a la invasión de EEUU a Irak, la pertenencia al BRICS no implica que Chile apoye de alguna forma la invasión rusa.

Finalmente, si Chile quiere ser parte activa de la discusión por crear un nuevo multilateralismo para el desarrollo (tal como lo fue, por ejemplo, en 1972 cuando se hizo la UNCTAD III en Santiago), que incluya discusiones urgentes como régimen de propiedad intelectual, impuestos globales, economía digital, reglas de inversión y cambio climático, solo puede hacerlo en diversos foros que incluya a los países del Sur Global, desde la CELAC hasta el BRICS.

El gobierno está en su último año, y aún tiene tiempo para hacer que nuestro país llegue más protegido y con lazos más sólidos con los polos económicos, a este nuevo escenario de incertidumbre internacional. No es tiempo de prejuicios, es tiempo de pragmatismo.

Por José Miguel Ahumada, académico del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.

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