Por Benjamín SalasEl futuro de la centroderecha

En una entrevista reciente, Jaime Bellolio afirmó: “veo a muchos intentando escribir el obituario de Chile Vamos y a pocos intentando renovarlo. Yo me quiero sumar a aquellos que quieren renovarlo”. Yo también, me sumo con entusiasmo.
Chile Vamos no es —ni debiera ser— una simple alianza electoral; es un proyecto politico que vale la pena defender, incluso cuando la tormenta obliga a ajustar las velas. Esta columna es un intento por convencer a los escépticos.
Chile necesita una centroderecha liberal, democrática y moderna: una que sitúa las libertades individuales en el corazón de su proyecto, pero entiende que el Estado no es su enemigo, sino el colaborador indispensable para garantizar la igualdad de derechos y oportunidades que hace efectivas esas libertades. Una centroderecha que asume sin complejos la defensa de los derechos humanos, es consciente de la urgencia medioambiental, y promueve el multilateralismo, no por seguir modas “woke”, sino porque es la mejor vía para un desarrollo integral, inclusivo y sustentable. Una centroderecha que no teme asumir costos para cuidar la salud de la economía, que busca el crecimiento para crear empleos y reducir desigualdades, y que entiende la seguridad y la protección de los derechos civiles y políticos como dos caras de la misma moneda.
Chile Vamos es un proyecto que ofrece otra forma de gobernar: con gestión y pragmatismo, sin guerras culturales ni revanchismo, y sobre la base de acuerdos amplios y transversales. No es una derecha cobarde, sino una que cree en el progreso construido desde consensos compartidos por muchos y no desde mayorías circunstanciales. Las leyes que transforman un país no se imponen: se construyen.
Ahora llegó el momento de avanzar con autonomía, sin nostalgias ni tutelas del pasado, para ofrecerle al país una alternativa, optimista, inspirando a los chilenos a mirar las oportunidades del futuro.
Todo indica que el próximo gobierno será encabezado por José Antonio Kast. Chile Vamos debe, sin duda, seguir entregando el apoyo necesario para que sea el próximo Presidente de Chile. Pero apoyarlo no significa gobernar con él, sino cooperar intensamente desde el Congreso, como propone Luciano Cruz-Coke, para que a su gobierno le vaya bien. Los próximos cuatro años deben servir para renovar el proyecto político de Chile Vamos, colaborando con el gobierno, pero sin diluirse en él. La tentación de mimetizarse con Republicanos será grande porque el poder siempre seduce, pero la independencia no es oposición; es una forma distinta de lealtad: lealtad con el país. Chile Vamos debe ser un socio del gobierno, pero no un reflejo de él.
Tenemos grandes desafíos, como reconectarnos con las urgencias ciudadanas, reconstruir el trabajo territorial, hablar menos de nosotros mismos y enfocarnos en la solución a los problemas cotidianos de las personas. Pero mientras enfrentamos estos desafíos, y construimos nuestro proyecto de futuro, no podemos definir nuestra identidad por aquello que rechazamos, sino por aquello que proponemos. Ese es el mayor desafío, y también, la mayor oportunidad.
Por Benjamín Salas, abogado, colaborador asociado de Horizontal
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