Opinión

El necesario retorno al voto obligatorio

Foto: Juan Farías JUAN FARIAS

Por Nicolás Mena. Director de Chile 21

A propósito de la discusión iniciada esta semana en el Congreso relativa al retorno al voto obligatorio, cabe destacar que, en 1997, Arend Lijphart, un reconocido cientista político norteamericano de la Universidad de California, publicó en la revista “The American Political Science Review” un artículo titulado “Unequal Participation: Democracy’s Unresolved Dilemma”. En esta publicación, este politólogo sustentó la tesis de que el voto voluntario contribuye a la subrepresentación de los estratos sociales bajos de la sociedad, al tener éstos menor educación y por ende menos interés en participar de los procesos electorales.

De acuerdo con esta teoría, la cual es avalada de manera contundente con análisis comparativos de distintas experiencias electorales de varias democracias del mundo, el sesgo generado por la voluntariedad del voto es claramente favorable a los sectores de mayor nivel educacional, los que tienen mayor preocupación cívica, traduciéndose esto en una mayor participación electoral. A su vez, este tipo de sesgo va acompañado por un patrón de apoyo político a las ideologías más conservadoras.

Por otro lado, de esto se deriva el que las políticas públicas de los gobiernos tiendan a incorporar las demandas de los grupos que participan dentro del sistema, subrepresentando aquellos grupos cuya participación se sabe más baja.

Aplicando esta tesis al caso chileno, en la última elección presidencial había 14.347.228 personas habilitados para sufragar, de las cuales votaron en segunda vuelta tan solo 7.032.523, lo que representó un 49,02% del padrón electoral.

Cuando uno se pone a analizar la participación por comunas, advierte que mientras en Vitacura votó el 73%, en donde el candidato Piñera obtuvo un apabullante 87,99%, en La Pintana votó el 37,3%, ganando el candidato Alejandro Guillier con un 56,42%.

En el plebiscito del 25 de octubre pasado, si bien la participación aumento a un 50,9% de las personas habilitadas para sufragar, tuvo una considerable baja en la cuádruple elección del 15 y 16 de mayo, alcanzando tan solo un 43,4%, manteniéndose el patrón de baja participación en sectores de más bajos ingresos.

De este modo, resulta interesante el constatar como el voto voluntario, aprobado en su momento transversalmente, ha ido generando un fenómeno de baja participación unido a una elitización del voto, extremadamente peligrosa, que de no corregirse probablemente aleje de forma irremediable a los sectores más vulnerables de la actividad política.

Si bien aquellas tesis liberales que sustentan la voluntariedad del voto en las libertades individuales son respetables, no podemos pasar por alto que la historia del sufragio en Chile es la historia de las reivindicaciones de diversos sectores de nuestra sociedad y de sus luchas por ser protagonistas del desarrollo institucional del país. Desde la disputa por eliminar los sesgos sociales, pasando por el sufragio femenino hasta la incorporación de los jóvenes, la madurez de nuestra institucionalidad republicana estuvo fuertemente vinculada con la participación electoral y el fin de los privilegios basados en el patrimonio, la cuna o el género.

Por esta razón, resulta necesario que transcurridas seis elecciones con voto voluntario, nos hagamos la pregunta de si no será necesario, para salvaguardar la salud de nuestra democracia, el retornar el voto obligatorio, instalando esta discusión y abordándola de forma madura y seria, pensando en qué es lo mejor para nuestro país.

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