Opinión

Ignorar a la Literatura Infantil y Juvenil

El Premio Municipal de Literatura de Santiago, el más antiguo y prestigioso galardón literario chileno, ha eliminado cuatro categorías, entre ellas Literatura Infantil y Juvenil (LIJ).

Los niños en nuestro país representan el 24% de la población. Esta pequeña y gran ciudadanía del presente y del futuro lee, o debería leer. Sin embargo, nuestra realidad es crítica: alrededor del 44% de los adultos chilenos carece de competencias básicas de comprensión lectora para el desempeño de la vida diaria (Estudio OCDE 2024).

M. Emilia López, pedagoga y escritora argentina especializada en LIJ, señala: “En tiempos de crisis total de la comunicación y verbalización entre humanos, el valor de la oralidad que aporta el libro es invaluable. No hay humano sin crianza, y la crianza implica interacción de lenguaje, rostro a rostro, en el regazo. Hay que tener de qué hablar con un niño pequeño y los adultos nos estamos quedando sin palabras”. Los buenos libros infantiles son portadores de emociones, lenguaje e imágenes; proporcionan temas de diálogo, reflexión y nos adentran en los caminos de la apreciación artística.

Todo está conectado, afirma Humboldt, refiriéndose a la naturaleza como a un gran organismo vivo. Todo está conectado también en la virtuosa cadena literaria, desde que se piensa un libro hasta que llega a las manos de un niño y se le lee.

Algunos actores de esta red, como la Biblioteca y la Bibliolancha de Quemchi, hacen esfuerzos enormes, con escasos recursos y gran compromiso, repartiendo libros a comunidades insulares de difícil acceso. Lo hacen, porque saben que un niño que lee y tiene acceso a buenos libros puede tener más oportunidades y una vida mejor.

Ignorar que la LIJ es un género literario relevante, reconocido en países cultural y económicamente desarrollados, es restarse a los esfuerzos que, como gremio y país (Fondo del Libro o ProChile), realizamos en materia de producción e internacionalización del libro.

Dinamarca entrega cada dos años el Premio Andersen, o Nobel de Literatura Infantil, a los mejores autores del mundo; este año M. José Ferrada está nominada como escritora y en 2024, yo como ilustradora. Por otra parte, la Feria Internacional del Libro de Bologna premia cada año a la mejor editorial infantil. En 2024 ganó Amanuta; este año estuvo nominada Claraboya y Ediciones Liebre.

Un premio, como el Municipal de Santiago, no solo abre camino a su autor. En un mar de libros que se presentan con ruido y publicidad, estos premios son un mapa que nos ayuda a elegir las mejores obras del año.

Si la Municipalidad pretende eliminarlo para disponer de más recursos económicos y “combatir la delincuencia”, se equivoca. Todo país con visión estratégica respeta y engrandece lo relacionado con la infancia, de forma integral y sin contradicciones.

Volvamos a Humboldt: todo está conectado. La educación y el acceso a buenos libros desde la infancia puede igualar oportunidades y prevenir la delincuencia. El único reto es que el camino es más largo; para atravesarlo, debemos entre otras cosas, reconocer a nuestros buenos autores.

Por Paloma Valdivia, autora, ilustradora y editora de libros, licenciada en diseño por la Pontificia Universidad Católica de Chile y posgraduada en Ilustración en la Escuela EINA de Barcelona, España.

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