La disruptiva retórica de Donald Trump
Las recientes declaraciones del presidente electo sobre el Canal de Panamá y Groenlandia no son una buena señal y agregan incertidumbre en un ya convulso escenario internacional.
El próximo 20 de enero no solo marcará el cambio de mando en Estados Unidos sino un claro giro en la política de ese país tras cuatro años de gobierno de Joe Biden. El 5 de noviembre pasado los estadounidenses optaron por enmendar el rumbo y dentro de poco más de tres semanas esperan que eso comience a suceder. Pero más allá de lo que pase a partir de entonces, al menos en el plano internacional las señales que ha dado Donald Trump en las últimas semanas poco ayudan a despejar la incertidumbre que su regreso a la Casa Blanca ha despertado.
Si bien es cierto que la retórica disruptiva es una de las características del presidente electo de Estados Unidos y, como sucedió en su primer periodo, muchas de las cosas anunciadas en campaña posteriormente no se concretaron, como por ejemplo la salida de Estados Unidos de la OMC, sus dichos generan efectos. Es lo que ha sucedido luego de sus declaraciones sobre el Canal de Panamá. “Exigiremos que el Canal sea devuelto a los Estados Unidos en su totalidad (…) sin cuestionamientos”, señaló hace algunos días el futuro mandatario, agregando que no tolerará una posición distinta y que los funcionarios panameños deben prepararse para las consecuencias.
Trump acusa al Canal de cobrar tarifas “injustas” y “ridículamente altas” a los navíos de Estados Unidos y de estar cediendo el control del canal a China, cosas que Panamá ha negado. Ante sus dichos, no solo hubo una firme respuesta de parte del Presidente de ese país -quien aseguró que “el canal les pertenece a los panameños” y “no hay ninguna posibilidad de que se abra una conversación sobre esa realidad”-, sino que además varios gobiernos de la región, incluido Chile, apoyaron al país centroamericano.
Durante su carrera empresarial, Trump se caracterizó por ser un negociador agresivo, un estilo que ha traspasado al ámbito político. Pero lo que en el mundo de los negocios puede entregar resultados, en las relaciones internacionales puede generar más costos que beneficios. Además, agrega nuevos elementos de incertidumbre en un mundo que atraviesa tiempos convulsos. Es lo que ha pasado también con sus declaraciones sobre Groenlandia, cuya “propiedad y control”, según él, es “una necesidad absoluta” para Estados Unidos. Dichos que motivaron una inmediata respuesta de parte del primer ministro de ese territorio perteneciente a Dinamarca, asegurando que Groenlandia “no está en venta ni lo va a estar”. En su primer periodo, Trump había planteado la idea de comprar ese territorio, pero esta vez fue un paso más allá con sus declaraciones.
Al margen de las legítimas variables estratégicas que estén en juego para EE.UU., el camino elegido por el futuro Presidente de ese país no entrega buenas señales sobre el tono que tendrá su nueva administración. Al caso de Panamá y Groenlandia, se suma también, por ejemplo, la postura asumida frente al primer ministro de Canadá, a quien se refiere como “gobernador” tras insistir que ese país debería ser el estado 51. Las recientes designaciones en el Departamento de Estado y en el Consejo de Seguridad refuerzan ese estilo y en el caso específico de América Latina permiten prever un tono más agresivo en las relaciones, en especial en temas prioritarios para Trump como la seguridad y la inmigración. No solo se ha anunciado una masiva deportación de inmigrantes, sino que también se adelantan mayores restricciones para ingresar a EE.UU.
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