Opinión

La nueva derecha

Hace casi 15 años, cuando la centroderecha alcanzaba el poder por primera vez desde la restauración democrática, el entonces ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, auguraba la consolidación de una “nueva derecha”. Más allá de los méritos de los gobiernos del expresidente Piñera —desde la reconstrucción post terremoto de su primer mandato hasta la exitosa vacunación masiva de su segundo período—, es claro que algo se hizo mal o se perdió de vista en la centroderecha tradicional durante la última década y media. Después de todo, la nueva derecha que surgió y que ayer se impuso en las elecciones fue muy distinta a la que soñaron y empujaron en su minuto los principales dirigentes de este sector.

¿Qué se hizo mal, qué se perdió de vista por parte de Chile Vamos? En lo inmediato el foco no estará ahí, porque la UDI, RN y Evopoli, con más o menos entusiasmo —y con toda razón—, trabajarán junto a José Antonio Kast para derrotar a la exministra Jara y favorecer la llegada de la oposición a La Moneda. Pero esa pregunta sí deberá explorarse con todo el rigor del caso en las próximas semanas y meses, tanto por el bien de la centroderecha tradicional como por el bien de la nueva derecha que emerge.

En cuanto a Chile Vamos, resulta indispensable comprender por qué está coalición frustra sus expectativas presidenciales por segunda vez consecutiva, pese a sus notorios atributos en términos de experiencia y equipos técnicos y programáticos. Desde luego, parte de la explicación reside en la estrategia errática de sus candidatos (ni Sichel en 2021 ni Matthei este año persuadieron a su electorado natural). Es verdad, asimismo, que una parte del castigo a la política tradicional —que en paralelo impulsó a Parisi— afectó el desempeño de la centroderecha. Pero eso no es todo: tanto respecto del trabajo territorial como del legítimo orgullo por el impulso conservador inherente a toda derecha digna de ese nombre, Chile Vamos debe aprender del despliegue del Partido Republicano y realizar una autocrítica a la altura de las circunstancias.

En cuanto al mundo de Kast, ellos también deben aprender de lo ocurrido con Chile Vamos. En efecto, esta coalición padeció problemas para administrar mayorías y aprovechar de modo fructífero la pluralidad de tradiciones que coexisten al interior de las derechas. Hoy, de cara al balotaje, JAK es el candidato indiscutido de este sector, pero eso no impide advertir que dependerá en gran medida del propio Kast y su círculo convocar a las distintas sensibilidades de la oposición, darles un espacio adecuado y lograr que esos distintos grupos se sientan parte de un mismo proyecto de gobierno. En el pasado los republicanos han tenido dificultades en su relación con las otras derechas. Llegó el momento de dar vuelta la página y dejar atrás definitivamente el antagonismo en pos de la colaboración.

Hasta ahora el escenario es auspicioso: basta reparar en la derrota histórica de las izquierdas; en las prioridades en seguridad, economía, migración irregular y urgencias sociales, que unifican a las derechas entre sí y con la ciudadanía; y en la explicitación de Meloni como ejemplo, la referente internacional más institucional de las derechas alternativas, y cuyo gobierno es de coalición. Todo esto sugiere que es posible un trabajo conjunto a partir de una nueva correlación de fuerzas al interior de la actual oposición. Las semanas y meses siguientes confirmarán (o no) este cuadro.

Por Claudio Alvarado, Director ejecutivo del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES).

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