Nueva institucionalidad de aguas: el próximo gran desafío contra la escasez hídrica
Por Tatiana Celume, académica Facultad de Derecho Universidad San Sebastián
En la víspera de la aprobación de una nueva legislación de aguas, nos damos cuenta de que los problemas de ayer no son los problemas del presente ni los del futuro. Si ayer nos preocupaba que el agua fuera un recurso que, en cierto modo, estaba poco o mal aprovechado, hoy enfrentamos serios problemas relacionados con el sobreotorgamiento de derechos de aprovechamiento y la consecuente sobreexplotación de fuentes naturales. Si a ello le sumamos los efectos del cambio climático, en los que apreciamos fenómenos constantes de sequía y de inundaciones, es fácil advertir que las herramientas con las que contamos no son las adecuadas para enfrentar los desafíos que nos impone la sociedad y la naturaleza en materia de recursos hídricos.
Tras diez años de debate legislativo, la reforma al Código de Aguas se asoma con una nueva mirada: la de priorizar el consumo humano de subsistencia, la de dar protección a los servicios ecosistémicos que proveen las aguas, la de resguardar la sustentabilidad de las fuentes de abastecimiento y la de fortalecer el uso efectivo (y no ocioso) de las aguas. Este nuevo enfoque permitirá reparar gran parte de las deficiencias de la legislación vigente, como el acaparamiento de derechos de aprovechamiento, pero no es suficiente para enfrentar los problemas estructurales que trae consigo la escasez hídrica.
Hacer frente a la escasez hídrica es una tarea múltiple: ni la construcción de embalses o de nuevas plantas desaladoras va a solucionar el problema por sí solo con la efectividad y la premura que deseamos. La creación de nueva infraestructura hídrica debe ser conjugada con una serie de medidas relacionadas con la creación de nuevas fuentes de abastecimiento, tales como la reutilización de aguas residuales, la cosecha de aguas lluvias y, en general, con soluciones basadas en la naturaleza.
Por su parte, debemos considerar la heterogeneidad del territorio. El cambio climático ha generado estragos a lo largo del país, pero dichos trastornos se han traducido en diferentes impactos en las regiones. Cada cuenca presenta un ecosistema diverso y, por ende, requiere de medidas diferentes. Los problemas ocasionados con el exceso de aguas lluvias en el sur y los daños que ha producido la sequía en el norte y centro del país, tanto en el abastecimiento de las poblaciones como para satisfacer de agua a los pequeños productores agrícolas requieren soluciones precisas y territoriales. Una misma regulación y unas medidas adoptadas centralizadamente poco pueden contribuir a enmendar esta crisis.
Creemos que se requiere de una mirada integral en esta materia. Las medidas urgentes como el racionamiento de aguas que permiten evitar el desabastecimiento temporal y local solo deben ser excepcionales, y no convertirse en la regla general para superar las situaciones de estrés hídrico. Para ello debemos avanzar hacia una nueva institucionalidad de aguas que gestione el recurso con base en las diferentes cuencas, considerando los distintos actores, usos y demanda, desde la perspectiva de la gestión integrada. La participación, la educación y la consciencia del uso razonable y eficiente de las aguas deben ser los pilares sobre los cuales descanse esta nueva institucionalidad.
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