
Primaria oficialista: el silencio de las emociones
Aun cuando es la elección más próxima, con franja y todo, la primaria oficialista prende lento. En gran medida porque aparece desacoplada del sentido común mayoritario: aparentemente, de allí no saldrá el o la futura Presidenta. Por lo mismo, los ojos y las tensiones siguen más puestos en noviembre que en junio: en la primera vuelta y en el duelo que se anticipa entre Matthei y Kast.
Pero hay algo más. A diferencia de otras primarias de izquierda, esta no parece tocar fibras que movilicen más allá de la militancia. No hay un miedo concreto, como el que en 2021 despertó Jadue y que terminó impulsando votos hacia Boric. Tampoco una esperanza como la que desató Bachelet en 2013, cuando más de dos millones acudieron a las urnas. Sin emociones, el riesgo de una primaria de baja intensidad y participación es alto. Nada asegura que se logre superar el piso de los 1.750.000 votantes que participaron en 2021.
Hoy, las encuestas muestran una competencia franca entre Carolina Tohá y Jeannette Jara. Algo que parecía improbable, pero que hace sentido en campaña. Jara ha intentado conectar, simbólica y concretamente, con mujeres y jóvenes de sectores medios y bajos. Tohá, en cambio, no logra sintonizar con lo que ha definido como su electorado natural: ese amplio mundo que alguna vez votó por la Concertación.
Tal vez porque no ha salido del todo del traje de ministra, elude la confrontación con sus adversarios de izquierda, como si temiera abrir una grieta. Le resulta más cómodo discutir con la derecha, como si olvidara que aún no ha pasado a primera vuelta. Así, es difícil que Tohá logre conectar con ese progresismo que mira con distancia tanto a la izquierda “woke” como a la centroizquierda que, con demasiada docilidad, se subordinó a ella.
El episodio Landerretche fue revelador al respecto. Cuando llamó al Frente Amplio a no convertir nuevamente el país en un infierno, desató un conflicto. Pero también abrió una oportunidad estratégica: inyectar algo de emocionalidad a una campaña que, si sigue fría, terminará perjudicando a la propia Tohá.
Landerretche tocó una tecla que está ahí, esperando resonar. Es la de ese votante exconcertacionista desencantado, que se sintió apuntado por los “pecados de los 30 años”, refregados una y otra vez por el FA en la franja de Winter. No pocos de ellos votaron Rechazo como crítica al contenido y tono identitario que la nueva izquierda imprimió a la propuesta constitucional. Hoy, ese votante podría ver en el apoyo a Tohá una forma de reparación, incluso de reivindicación.
Pero lejos de aprovechar esa oportunidad, su entorno se apuró en desmarcarse. No quiso ver que ese electorado potencial necesita señales claras de diferenciación, carácter y convicción.
La paradoja es que, si la elección sigue a baja temperatura y no logra instalar que algo importante está en juego, todo el oficialismo saldrá dañado. Pero la más perjudicada será Carolina Tohá. Los próximos debates televisivos serán su última chance para entibiar la primaria.
Por Cristián Valdivieso, director de Criteria
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