¿Quién va a ganar: Boric o Kast?



Por Paula Walker, profesora Escuela de Periodismo USACh

Antes de contestar, repasemos ciertas cuestiones importantes para entender, más allá del deseo personal, cuáles son algunas claves para el triunfo en diciembre.

Somos un país que recuperó la democracia tras 17 años de dictadura. Ese tiempo nos transformó en una sociedad donde todo es mercancía (se vende o compra), los derechos son pocos, la solidaridad se practica más en la Teletón que con las personas de la comunidad y el individualismo, la competencia y la idea de hegemonía son las banderas principales.

En paralelo, la política saltó a las redes sociales. Si antes las noticias y opinión sobre lo que pasaba se movía al ritmo del periodismo (con sus rutinas de 24 horas), hoy corre a una velocidad que no da tregua. Según datos de 2019, a diario en el mundo se envían 500 millones de tuits, es decir, 6 mil mensajes por segundo solo en esta red, integrada por un cuarto de periodistas entre sus seguidores. En esa realidad, mientras más polémico es un mensaje, más exitoso. Mientras más antagónico, blanco o negro, más rentable. Y cualquier idea que sobrepase los 280 caracteres es excesiva, compleja y desechada.

Llegamos al momento donde hacemos política al ritmo que imponen las redes sociales y la realidad virtual: para ganar adhesiones se atrevieron a empujar la idea de que viviremos en un país de las antípodas: o elegimos democracia, o elegimos comunismo. O vivimos en paz o vivimos en plena violencia. O hacemos zanjas o seguirán entrando inmigrantes violadores de mujeres, como pregona un nuevo diputado de la derecha extrema.

Estas imágenes dicotómicas pueden funcionar para ganar adeptos, pero son una amenaza y van a generar inestabilidad y rabia al momento de gobernar. ¿Qué hará el candidato cuando sigan entrando niños, mujeres y hombres inmigrantes? ¿O cuando se dé cuenta que no puede bajar impuestos porque debe financiar políticas públicas? ¿Va a terminar con beneficios sociales porque no hay plata? ¿Y cuando los corte, y las personas protesten, serán reprimidos violentamente porque esa fue su promesa fácil? ¿Y qué pasará con las inversiones internacionales y nacionales si vivimos en un clima sin paz social?

En un ambiente de opinión pública polarizado, ganan las ideas simples, de entendimiento masivo, ancladas en lo que se ha llamado “sentido común”. El problema es que la vida y la política no tienen ni la forma ni el ritmo de Twitter. Y ese mundo no representa a las personas. La vida sigue ocurriendo con preocupaciones a resolver: trabajar, emprender, acceder a un buen sistema de salud y educación, tener vivienda y vivir en un lugar seguro.

El 19 de diciembre ganará quien sea más flexible, menos dogmático y más práctico. El primero que comprenda cuándo sus propuestas programáticas no conversan con el estado de ánimo de la sociedad. Quien vea que la situación actual no se parece a nada que hayamos vivido antes, que el poder estará repartido entre la Convención Constituyente, el nuevo Parlamento y la Presidencia. Y que estirar el chicle no asegura el triunfo.

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