Relaciones exteriores: toda política exterior comienza en casa

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Por Boris Yopo, sociólogo y analista internacional; exembajador

Como es normal que suceda, en periodos eleccionarios florecen las columnas de opinión con recomendaciones a los candidatos y después a las autoridades electas. Así, en el último tiempo han aparecido diversas columnas hablando sobre lo que debiesen ser los grandes lineamientos de la política exterior del gobierno que asumirá en marzo próximo. En casi todas, hay una confluencia de ideas fuerza que sintonizan bien con los desafíos que enfrentará nuestro país en el próximo tiempo:

La necesidad de recomponer y reimpulsar nuestros vínculos con América Latina, la importancia de tener un diseño estratégico para adaptarse al escenario de una rivalidad global entre las dos grandes superpotencias hoy, la centralidad de la lucha contra el cambio climático, la defensa de la democracia y los derechos humanos, la necesidad de reforzar el multilateralismo, el feminismo y los derechos de los pueblos originarios como ejes importantes de la futura política, y la necesidad de avanzar en una implementación efectiva de un sistema nacional de política exterior, algo que se viene planteando hace años, pero que sigue pendiente.

Hay una dimensión que, sin embargo, ninguna de las columnas ya escritas ha abordado, pero que tiene un impacto crucial en el posicionamiento de nuestro país en el mundo: el componente o dimensión doméstica de nuestra política exterior. Este tema ya fue relevado hace unos años por el Presidente del Council on Foreign Relations de Nueva York, Richard Haass, en un libro que tituló precisamente: Foreign Policy Begins at Home / The Case for Putting America´s House in Order. En este libro, Haass argumenta que la condición futura de superpotencia de Estados Unidos dependerá más de resolver los complejos nudos internos que hay en el sistema político y económico de ese país, que de las diversas iniciativas internacionales que despliegue en los próximos años y décadas.

Lo mismo vale para un país de capacidades medianas como Chile. Un diseño proactivo de política exterior en un país en crisis y con graves problemas domésticos no resueltos, desdibujarán en el corto plazo ese diseño, y el impacto que se busca tener en las diversas iniciativas desplegadas en el exterior. Y es que la credibilidad de los países depende tanto o más del tipo de orden interno que logren construir, que de un activismo en política exterior, que aunque necesario e indispensable, no encontrará sustento suficiente si no es acompañado por la percepción de los demás actores internacionales, de que esa credibilidad está respaldada no solo por lo que se propone en el ámbito multilateral y global, sino también por lo que ese país ha logrado construir como sociedad, de acuerdo a los estándares más aceptados por la comunidad internacional hoy.

Veamos algunos casos. Los países nórdicos de Europa tienen hoy una gran credibilidad internacional reconocida por todos, y son países que siempre son invitados y forman parte de las principales iniciativas globales que se promueven hoy. En parte, ello responde a una decisión de estos países de hacer una contribución efectiva en la defensa y promoción de los “grandes bienes públicos globales”, pero, además, el tipo de sociedades que estos países han logrado construir les sirve como el mejor aval para ser reconocidos y apreciados como socios por los demás países que integran la llamada comunidad internacional. Porque se trata de sociedades que han logrado no solo un alto nivel de desarrollo, sino también una alta calidad de vida, con los mejores índices de igualdad, en democracia, con respeto a los derechos humanos y con una centralidad en la preocupación por el medio ambiente (por cierto, como cualquier sociedad, no estarán nunca exentos de problemas y tensiones, pero comparativamente han logrado los mejores estándares a los que pueden optar los países hoy). O los casos por ejemplo de Australia, Canadá y Nueva Zelanda, y como han manejado su relación con los pueblos originarios, lo que les lleva a ser siempre reconocidos y consultados en este tema a nivel internacional.

Nuestro país tiene una oportunidad similar en los próximos años. Si después del estallido social y con una nueva Constitución logramos materializar también un nuevo “contrato social” que dé cuenta de las aspiraciones de las grandes mayorías hoy, asegurando así un clima de convivencia que se ha perdido estos años, el rédito de esto para nuestra imagen y capacidades de maniobra en el ámbito global serán sin duda muy superiores a las que tenemos hoy. Porque como bien dice Haass, toda política exterior comienza primero en casa. La respetabilidad de un país se construye primero adentro, y lo demás viene como complemento de lo anterior. Dependerá ahora de todos, del nuevo gobierno, de la futura oposición, y de los actores sociales y empresariales, construir un mejor Chile en los próximos años. De nosotros depende nomás.

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