Por Cristóbal OsorioSe busca jefe político: ¿UDI al timón?

Uno de los deportes preferidos del verano posterior a una elección presidencial es especular acerca de los nombres que el Presidente electo señalará para componer su gabinete inaugural. El más importante de todos, el ministro del Interior, sobre el cual se diseña toda la estructura.
Alternativas abundan, también favoritos y quemados, y aunque parece una opción lógica, está por verse si es que finalmente el UDI Claudio Alvarado termina siendo el ministro del Interior de José Antonio Kast.
Más allá de eso, el perfil del cargo es importante para ver si el favorito (u otras alternativas) reúne las características del jefe político que requiere este nuevo Gobierno y sus tiempos.
Lo primero que es necesario determinar son los grados de experiencia en la política y confianza por parte del Presidente que posee quien será el nuevo ministro del Interior. Es una ecualización que parece simple, pero que muy pocos mandatarios han calibrado bien.
Tal vez Kast deba seguir el ejemplo de Ricardo Lagos, quien lo hizo bien con José Miguel Insulza. El Panzer no formaba parte del laguismo, pero entendía perfectamente el quién es quién del PS y la Concertación, y el ejercicio de la autoridad le era innato.
Alvarado entraría en ese parámetro, en el entendido de que Kast comprende que el eje técnico-político de su administración debe estar en la UDI, su ex partido. Si bien la tienda es una estrella declinante, todavía tiene peso parlamentario y cuadros con experiencia aquilatada en los ocho años en que Sebastián Piñera gobernó. Además, los mejores nombres del Partido Republicano fueron a dar al Congreso, y si bien se pueden repatriar, es feo que rechacen un cargo de favor popular sin siquiera haberlo asumido.
Lo segundo tiene que ver con la naturaleza del cargo, que cambió con la creación del Ministerio de Seguridad. Dicho de otro modo, ya no se busca un nuevo Sheriff, sino alguien capaz de conocer, conversar e influir en todos los grandes actores de la política; administradores públicos, partidos, parlamentarios, gobernadores, delegados presidenciales, alcaldes, empresarios, trabajadores, movimientos sociales, etcétera.
Ese énfasis en la sociedad civil, hace necesario un jefe de gabinete con más muñeca que cintura, lo que debiese terminar perjudicando a los tradicionales ministros de la Secretaría General de Gobierno (Segegob) y la Secretaría General de Presidencia (Segpres). Si bien en el primer caso todo indica que la Segegob desaparecerá para dar paso a la creación de un nuevo cargo responsable de la vocería de La Moneda. En el caso de Segpres, la rivalidad que puede producirse con Interior es evidente, si es que es la agenda legislativa la estructura de acción del Gobierno, por lo que estos nombramientos deberían ser considerados interdependientes.
Un tercer punto tiene que ver con la relación que el jefe de Gabinete establecerá con el llamado Segundo Piso de La Moneda, que no es otra cosa que la estructura política-administrativa que se da la Presidencia para controlar su Gobierno y las políticas públicas, muchas veces por sobre el ministro del Interior y el resto de los altos funcionarios.
El punto es relevante, si es que Kast deposita ahí la configuración de un proyecto político auténticamente republicano -más en el estilo de Santiago Abascal, Javier Milei o Donald Trump-, el cual no necesariamente debe estar en sintonía con lo que piensan sus aliados de la derecha tradicional ni con los principales compromisos en seguridad y crecimiento de este autodenominado “Gobierno de emergencia”.
Al respecto, solo queda esperar a saber qué es lo que está en la cabeza de Kast para después de Kast.
Por Cristóbal Osorio, profesor de derecho constitucional, Universidad de Chile.
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