Aprender a dejar ir (o cómo cambiaron nuestras costumbres con esta crisis)

Anoche me dediqué a dejar de seguir cuentas en Instagram. Seguía a casi a dos mil marcas, tiendas y medios, pero en estos días me di cuenta de que me generaba ansiedad ver contenido que no me interesan, seguir a gente que no me cae bien y darle un "me gusta" a marcas que en verdad no me gustan tanto. Fue tal el nivel, que la red social me bloqueó la opción de seguir eliminando y tuve que continuar al otro día en la mañana.
Creo que seguía a tantas cuentas, en parte, porque toda la vida he tenido lo que los anglohablantes llaman FOMO (Fear of missing out), y que en español se traduce como "miedo a perderse algo". En mi caso, significa que siempre me ha gustado ir donde van todos, tener una cuenta en la red social del momento y seguir a las personas que -¿según quién?- debería estar siguiendo.
Pero llegó el coronavirus al mundo, nos vimos obligados a quedarnos en nuestras casas, a perdernos los eventos que teníamos agendados, los cumpleaños a los que siempre vamos, los conciertos de nuestros artistas favoritos y todo aquello que -descubrimos- no era realmente imprescindible. Y de la misma forma, seguir cuentas en redes sociales que no me sumaban, ya no era en lo absoluto necesario.
Y es que el coronavirus y el aislamiento están dándonos a todos una lección en dejar ir. En inglés, el llamado sería Let it go, como el título de la canción que escuchamos una y otra vez los padres de niños y niñas en edad de ver la película Frozen. Y es divertido, porque en español la canción se llama "Libre soy", lo que lleva a pensar: ¿Dejar ir nos hace más libres?
"El desapego se trata de liberarte de todo aquello que no le hace bien a tu vida y reforzar lo que te hace sentir más libre y ligero", dice la psicóloga Paulina Hidalgo. "Pensar en las necesidades básicas y sentirnos bien psicológicamente nos ayuda a practicar también la resilencia, que es la capacidad de afrontar situaciones de crisis que pueden poner en riesgo nuestra felicidad", agrega.
"Las situaciones límite nos obligan a adaptarnos ante un constante cambio e incertidumbre", agrega el psicólogo Jorge Restovic. Y dice: "Empezamos a ver la vida con otra perspectiva y a cambiar prioridades. Valoramos más el estar en familia, ver a nuestros amigos y por sobre todo, tener más tiempo libre".
"Nos damos cuenta de cómo teníamos establecidas ciertas rutinas en donde funcionamos con piloto automático, sin ser conscientes de lo que realmente queremos y cómo distribuimos nuestro tiempo", agrega, "por lo que una vez que pase esta crisis reflexionaremos sobre lo que aprendimos de estos días y con qué aprendizaje nos quedaremos".
Nuevas costumbres y formas de relacionarnos
"Antes priorizaba llevar a los niños al colegio y ayudarlos académicamente con las tareas", cuenta Pilar Valdivieso (37) sobre cómo su manera de educar a sus hijos ha cambiado durante la crisis del Covid-19. "Ahora eso cambió. Me importa enseñarles a hacer sus camas, a mantener sus piezas ordenadas, lavar platos, limpiar juguetes y ser parte de las responsabilidades de la casa", asegura. Al mismo tiempo, cuenta que cambió el vestirse bien para salir por el vestirse cómoda para cumplir con sus funciones diarias.
Sobre esa misma comodidad, habla Constanza Gajardo (31), quien cumple con el aislamiento en Amsterdam y que, al igual que muchas mujeres, ha dejado de usar sostén. "Ya ni siquiera me lo pongo cuando necesito salir a la calle a comprar algo", cuenta, y agrega: "Creo que mi relación con el sostén va a cambiar definitivamente a partir de todo esto, aunque podríamos decir que venía cambiando hace algunos años".
Para la profesora Daniela Oyarzún (26), en tanto, hay actividades que no eran parte de su rutina diaria y ahora son imprescindibles, como el ejercicio diario, que pasó a convertirse en una rutina cotidiana que comparte con su pareja.
"La situación que estamos viviendo nos ayuda a poner la mirada en el presente y permite sanar heridas o dejar cosas que no eran sanas, por lo que tenemos que favorecer la aceptación, asumir realidades e incluso aceptarnos tal cual somos", explica la psicóloga Paulina Hidalgo. Y agrega: "Es por esto que nos sentimos más libres, listos para aprender del aquí y el ahora, lo que a su vez nos ayuda a controlar la ansiedad y asumir que hay situaciones que no podemos controlar".
Por otro lado, la especialista asegura que "esta situación nos lleva a reflexionar más sobre la convivencia con nuestros seres queridos o con la sociedad en la que nos encontramos, así como sobre lo que necesitamos y lo que le da sentido a nuestra vida".
Coincide la psicóloga Constanza Toro: "Vemos que la vida humana es valiosa en sí misma y a su vez muy frágil, por lo que en situaciones extremas cobra mayor relevancia elementos menos concretos, como los vínculos, la interacción con los seres queridas, y todo lo que implica la distancia física, combinada con el temor frente al contagio".
"En muchas ocasiones sostenemos vínculos buenos pero a la vez superficiales con ciertas personas", dice Constanza en relación a la gente con la que nos juntábamos y que ahora, por algún motivo, no extrañamos realmente. "Otras relaciones tienen la característica de ser más profundas e íntimas, las cuales suelen ser enriquecedoras y poseen un componente de mayor seguridad", pone en contraste la especialista.
"No se trata de que los vínculos superficiales sean malos o innecesarios, pero probablemente sí sea un buen momento para evaluar la importancia que adquieren las personas en nuestro entorno", concluye.
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