Gonzalo Winter: “Cuando fui papá perdí la posibilidad de dejar de luchar por el futuro”
Desde una esfera más personal, el candidato presidencial del Frente Amplio habla de cómo lo ha marcado la paternidad y el correlato que esto ha tenido en sus planteamientos políticos. Aquí reflexiona sobre su rebeldía juvenil, la relación con sus padres y de por qué tuvo distancia crítica con el mundo de la Concertación.

Los últimos seis meses han sido un tiempo de muchos cambios para Gonzalo Winter. Primero, porque se convirtió en padre. Un remezón de amor inconmensurable que, según dice, trajo estabilidad a su vida. También porque, después de varias vueltas, asumió lo que le pedía el Frente Amplio: ser su candidato presidencial y lanzarse al desafiante ruedo de las próximas elecciones. Y, además, porque tuvo que dejar su departamento de soltero e instalarse en un espacio más amplio, con su pareja y su hijo de cinco meses.
Gonzalo Winter, abogado, 37 años, diputado, figura relevante de la generación del FA y amigo cercano del Presidente Gabriel Boric, vive hoy una suerte de mutación. No de madurez. Él se niega a verlo así, sino que lo ve como aprendizaje para elaborar desde allí su propia propuesta programática.
Una de sus dudas para ser candidato presidencial era que iba a ser padre…
Sí. Efectivamente, las razones para que no y las razones para que sí están estrictamente relacionadas con mi paternidad.
¿Así de potente?
Ser papá me cambió la vida.
¿En qué? ¿La paternidad lo ha hecho sentir más poderoso o más frágil?
¿En qué me cambió la vida? Primero, encontré una estabilidad emocional que nunca había tenido.
¿En serio?
Claro, la sensación de que lo importante está concentrado en 50 centímetros y que todo lo demás es secundario es algo que yo no conocía. Efectivamente, no duermo bien. Tenemos una serie de tareas domésticas que a veces nos pueden cansar, pero alimentar ese vínculo con mi hijo, quererlo, protegerlo, es lo único que importa. Por eso digo que ser padre me cambió la vida. Segundo, me dio también una fragilidad que había escuchado, pero a la que nunca le había puesto especial atención. No soporto la idea de saber que va a sufrir algún día, que alguien le va a romper el corazón, que alguna vez se va a enfermar…
Ya, pero tampoco puede ser un papá tan aprensivo.
No, no lo voy a ser. Sólo digo que conocí un dolor que no sabía que existía, junto a una estabilidad emocional que tampoco sabía que existía.
En la disyuntiva de sí y no, ¿por qué optó finalmente por aceptar?
El “no” tenía que ver con que quiero estar minuto a minuto a su lado. Fue una larga, intensa y bellísima conversación de pareja que decantó en un sí con el auspicio emocional de una mujer extraordinaria que me acompaña y que lo hace posible. Y, por supuesto, hay aspectos políticos. Había una parte de mí que se sentía llamado, que creía que había una necesidad que debía ser cubierta. Ahora, ¿qué tiene que ver la paternidad con la política? Déjame hacer un par de puntos.
A ver…
Yo siempre quise tener hijos, pero a la vez tenía la sensación de que no era el momento; que por el ajetreo de la vida moderna no estaban dadas las condiciones. Eran dudas reales. Por eso me demoré. Fui papá a los 37 y cuando nació mi hijo fui entendiendo que nada te podía hacer más feliz. Tanto, que ya a sus tres meses quería tener otro, formar una familia. Entonces, mi punto político es que veo una gran cantidad de chilenos dudando, algunos legítimamente, de si desean tener hijos o no. Pero también veo a otros, sobre todo de mi edad, considerando que no están las condiciones materiales para tener un hijo.
Lo cual es bastante cierto para muchos…
Absolutamente, pero veo esa generación, que fue nuestro orgullo, porque era la primera que llegó a la universidad en su familia, que se empieza a enfrentar al envejecimiento de sus padres, a requerir de sus cuidados. Se enfrentan a la soledad de una sociedad que no los apoya. Muchos viven a tres horas de su trabajo. No siempre trabajan en lo que estudiaron, no han terminado de pagar el CAE y ya están empezando a tener que cuidar a sus padres. Entonces, la pregunta es qué nos pasó como país.
¿Y que nos pasó?
Mi reflexión es cómo los años de mayor crecimiento económico llevaron a una parte de la generación -hija de quienes nos llevaron hasta ahí- a sentir que no pueden tener hijos a pesar de que los desean. Sienten que no tienen esa libertad. No tienen certezas suficientes para poder diseñar su vida. No saben si van a poder tener una casa, cuánto tiempo van a estar en ese trabajo o tampoco si van a poder tener hijos.
¿Cuál es su propuesta?
La convicción de que debe ser la acción del Estado la que ponga los incentivos para que el crecimiento económico se transforme en desarrollo humano. Eso quiero. Porque al frente tengo una derecha que dice que el Estado debe desentenderse de las interacciones humanas, que el mercado debe resolverlo todo. Y eso genera una sensación que es como si no se pudiera hacer nada.
¿Como en un pesimismo instalado?
Como un estado anímico de renuncia. Siento que hay chilenos, mis hermanos, mis compatriotas, renunciando al futuro. Y eso lo conecto con tu primera pregunta. Cuando fui papá perdí la posibilidad de dejar de luchar por el futuro. Entonces, cuando veo al frente una persona antivacunas, que dice que el cambio climático no existe, no puedo quedarme sin hacer nada.
¿Lo movilizó el auge de una derecha más dura?
No. Es la misma derecha de siempre, solo adquiere distintos recipientes, distintas retóricas, distintas estéticas. Es una derecha que cuando tiene cierta soltura y comodidad -como la adquirieron en el último tiempo-, empieza a cuestionar la existencia de impuestos, de que hay que eliminar el Estado…
¿Pero no es eso lo que lo lleva a ser candidato o sí?
Sí, porque empezaron a intoxicar de pesimismo a la sociedad chilena. Y lo hicieron de manera deliberada, con indolencia. Transmitiéndoles miedo a los chilenos, transmitiendo que no hay futuro.
El hijo
Ser padre también implica mirarse como hijo. ¿Cómo era usted en ese sentido? Tuvo a su papá y también a un padrastro que lo marcó…
En ese ámbito es donde más privilegios he tenido. Tuve una mamá y un padrastro muy presentes y a mi papá con su mujer igualmente presentes. Pero es súper difícil tu pregunta.
¿Por qué?
Porque no es fácil mirarse en retrospectiva. Pero llevado hasta ahí, creo que fui un desafío difícil para mis papás.
¿Un hijo desafiante?
Sí. Para mis papás fue súper complejo saber hacia dónde conducirme de tal modo que yo pudiera tener las herramientas para construir mi propia felicidad.
¿Fue especialmente rebelde?
Puede que “especialmente” sea mucho decir, pero sí era rebelde. Era muy curioso, al punto de ser un problema. Quería conocerlo todo, probarlo todo, pensarlo todo, cuestionarlo todo. Sin embargo, creo haber sido un hijo cariñoso. Tenemos una muy buena relación.
¿Su padre es más bien de derecha?
Yo lo considero un hombre de derecha. Él se considera de centroderecha.
¿Y un padrastro más progresista?
Sí. Y una mamá progresista también. La familia en la que yo vivía era concertacionista.
¿Y la familia de su papá?
Muy católica y muy de centroderecha.
¿Cómo procesó las diferencias políticas con su padre?
Hemos tenido conversaciones más o menos delicadas, pero siempre en un marco de amor y respeto. Hoy veo que el hecho de que a mí me gustara la política y que viviera en dos familias con posiciones distintas me marcó. Y lo que rescato es que había un punto común entre mis dos familias, la paterna y la materna: un énfasis en mi educación marcado por la ética. O sea, en mi casa lo malo no era ser tonto. Lo malo era ser malo.
Estudió en un colegio de élite, proviene de una familia acomodada. Hay personas en el Frente Amplio que lo ven como un privilegiado, como “cuico”. ¿Le ha afectado’
Soy consciente de haber tenido una vida privilegiada. No solo fui a un colegio muy cuico, sino muy bueno, con excelentes profesores. Estoy muy agradecido de aquello, sobre todo en una sociedad como la chilena.
¿Fue tema cuando entró a militar en la izquierda?
En mi primera militancia, que fue en el ámbito universitario, era un desafío, porque evidentemente que los cuicos lideren o destaquen, en general, no se considera como algo positivo.
¿Y cómo fue ser cuico en un mundo de izquierda?
Me movía en un mundo donde las distancias sociales eran un tema fundamental. Yo siempre fui muy abierto a reconocer mi situación, a debatir acerca de las diferencias y cómo eso era producto de las injusticias que hay en Chile. Eso nunca me impidió tener amigos de las más diversas clases sociales.
¿No se producía una suerte de sospecha?
Bueno, evidente que cuando defendía una posición que podía ser vista como conservadora, se decía: “Ah, eso es porque tú no tienes la urgencia del cambio social”. Y cuando tenía una posición más puntuda se decía: “Ah, eso es porque a ti no te importan las consecuencias”. En cualquier posición que yo tomara, mi contradictor siempre podía usar esa herramienta. Pero eso pasa en todos los ámbitos de la vida y en cualquier parte.
La lucha
Hoy es candidato presidencial del FA, de una generación que partió en la política impugnando a la ex Concertación. Después de la experiencia en el gobierno, en el Congreso, ¿diría que hay una suerte de revolucionario en usted?
Sin duda, hay un militante de la lucha y del cambio social. Creo en una sociedad sin clases y pienso que hoy, con la tecnología, es totalmente posible. Pero debo aclarar que el concepto de clases es mucho más complejo que hablar de diferencias sociales.
¿Cómo así?
Me refiero a que las clases se autoperpetúan. En Chile, el 1% del país concentra el 50% de la riqueza. Hace poco se hizo un estudio de ocho millones de apellidos chilenos y de la capacidad que tienen de producir un profesional. Los 50 apellidos que menos posibilidades tienen son todos indígenas. O una mujer que nace en la periferia de Santiago puede tener una expectativa de vida 18 años menor a una que nace en el barrio alto. Y eso sucede cuando ciertos sectores sociales perpetúan su rol en la sociedad. A eso debemos ponerle fin.
Cuando el FA llega al gobierno, lo hace con una cierta omnipotencia respecto de los cambios que querían hacer. ¿Eso se ajustó?
Esa hipótesis de que el Frente Amplio llegó con omnipotencia al poder es una posición que no comparto. Es un pedazo de tesis.
¿No fue así?
No. Llegó con un programa de gobierno.
¿Y se pudo implementar?
Al programa de gobierno le ha costado mucho avanzar, principalmente por minorías parlamentarias.
¿No porque la realidad social y política del país dijo que no?
No necesariamente. Yo nunca he visto una marcha a favor de las AFP.
Mi pregunta, en todo caso, es si la realidad de conducir un país los fue llevando a otro lugar…
La experiencia te cambia. Cumplir años te cambia. Y yo no estoy avergonzado de eso. Al revés, estoy muy orgulloso. Obviamente, no soy el mismo después de haber sido oficialismo que antes de serlo. Toda experiencia te cambia y hay aprendizajes.
¿Cuáles?
Hay ideas que teníamos equivocadas y que yo he ido cambiando, pero eso no tiene nada que ver con la tesis de que en la impugnación al mundo de la Concertación estábamos equivocados y que ellos tenían razón.
¿No?
No, y voy a explicarlo. Nosotros teníamos una diferencia política con la Concertación. No hay una sola frase citable mía en donde yo haga una distinción estrictamente ética o que teníamos desprecio al mundo de la Concertación. Yo tenía una tesis política.
¿Distinta a la de Giorgio Jackson?
¿Cuál es la de Giorgio Jackson?
Que había una cierta superioridad moral, finalmente otra ética, para enfrentar las cosas.
Falso, nunca dijo eso Giorgio Jackson. La frase en su contexto. Dijo que las distintas generaciones tenían escalas de valores distintas.
¿Y eso qué significa...?
Que no existen los gobiernos de una generación. Guillermo Ramírez y Diego Schalper tienen mi misma edad. El Frente Amplio es un partido político que está inscrito en el Servel como tal. No es una generación. Y me parece bastante evidente que las distintas generaciones tienen escalas de valores distintas. La manera en cómo mi bisabuelo ve la vida es distinta a cómo la veo yo.
O sea, ¿todo el mundo entendió mal a Giorgio Jackson?
Hubo una intención deliberada de generar un malentendido.
¿El enojo de figuras del Partido Socialista como José Miguel Insulza fue exagerado?
Es que ese es otro punto. Yo quiero volver a mi hipótesis respecto de la Concertación. Dentro de esa coalición había un arco político muy amplio. No era una generación, al igual que el FA tampoco lo es. En su minuto, la Concertación fue la forma que encontró el pueblo de Chile para salir de la dictadura y establecer una democracia. Fue muy bueno. Sin embargo, nosotros consideramos que en ese diverso espacio de la Concertación pasaron dos cosas. Una, que el modelo económico, político y social al cual los había amarrado la Constitución de Pinochet, en realidad contaba con defensores en su interior. Y dos, que a veces el interés del gran empresariado se había colado por los pasillos. Y nada de eso fue una hipótesis inventada por el FA.
Pero para la Concertación fue una afrenta…
Perdón, pero muchos concertacionistas postulaban exactamente lo mismo. Se escribieron libros incluso. Entonces, no entiendo por qué la ofensa. O como cuando nos dicen que nosotros señalábamos que en la Concertación había gente de derecha. Bueno, hoy vemos que muchos de ellos están con Evelyn Matthei, que ni siquiera es de centroderecha, ni es del piñerismo. Es pinochetismo duro. Y sobre que el interés del empresariado se coló por los pasillos de la Concertación también se manifestó, por ejemplo, en el caso de SQM. ¿Me explico? Todo lo que nosotros dijimos se fue acreditando.
¿Y no es una paradoja que hayan terminado gobernando juntos?
No me parece para nada contradictorio gobernar con ellos, porque los sectores más cercanos al neoliberalismo de la Concertación no están en el Socialismo Democrático. Por eso, lo natural para Carolina Tohá, para Paulina Vodanovic, es hacer coalición con nosotros, y no con Mariana Aylwin o con Ximena Rincón.
El aprendizaje
Para usted, ¿llevar corbata es un símbolo?
Nunca he sido enemigo de la corbata. Soy totalmente laico en la materia. Muchas veces uso corbata en el Congreso, en los funerales, en las cuentas públicas…
Me refiero si para usted es como un sello republicano.
No necesariamente. Sí creo que verse impecable es un acto republicano, y en particular para el Presidente de la República, que tiene la representación de la nación toda. Pero el sello republicano no tiene que ver con la corbata. El Presidente Gabriel Boric se ve impecable y no usa corbata. Sólo que mí me acomoda un poco más esta forma. Tampoco la uso todos los días…
¿Tiene que ver con una suerte de madurez?
La palabra madurez nunca salió de mi boca. Lo llamo aprendizaje. Palabra que está contenida en mi discurso de proclamación. Otra cuestión que planteé en mi discurso, y quiero resaltar también, es que en tiempos de algoritmos y competencia por el rating, la animadversión hacia nuestros adversarios jamás puede superar nuestro amor por Chile.
¿Por qué poner el punto ahí?
Porque veo un Congreso prisionero de la búsqueda de likes y en donde el tráfico de odio hacia el adversario renta mucho. Los amantes de Milei están usando ese tono sólo para dividir, para tensionar. José Antonio Kast fue el primero en traer ese modelo a Chile. Y ahí quiero hacer un giro como Presidente. Fui educado en la idea de un Chile de hermanos y en que el alma del país era la solidaridad. Quiero retomar un marco de respeto mínimo para poder conversar y que al final de mi gobierno, por lo menos un grupo de gente de derecha diga: “¿Sabes qué? Lo hizo bien. Me sorprendió Winter”.
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