Harald Beyer, rector Universidad Adolfo Ibáñez: "El gobierno no ha insistido en los grandes acuerdos, ha sido errático, y la gente le pasa la cuenta por eso"

HaraldBeyerWEB

Ex director del CEP valora estrategia del Ejecutivo de copar la agenda legislativa con las grandes reformas. Cree que el "relato" piñerista podría haberse plasmado en el clima de diálogo que se abrió con la oposición en 2018, pero siente que eso se diluyó. Y advierte que el mal manejo de potenciales conflictos de interés sigue siendo un dolor de cabeza para La Moneda.


Desde su oficina en las alturas de Peñalolén, el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez, Harald Beyer, subraya la importancia del mensaje presidencial que dará Sebastián Piñera el próximo sábado en Valparaíso. "Siempre he creído que la segunda cuenta pública marca un hito, porque después empieza el proceso de abrochar lo que el gobierno ha insinuado", asegura quien fuera ministro de Educación en la primera administración piñerista.

El ex director del CEP opta por ponerse en la vereda contraria de varios análisis políticos de los últimos meses: cree que la estrategia de instalar varias reformas en paralelo en el Congreso es la correcta; rechaza la tesis de que el problema del gobierno sean las expectativas económicas que generó; y también discrepa de quienes sostienen que el clima de conflicto político sólo sea endosable a la oposición. Sí se suma a las críticas al déficit político que ha mostrado La Moneda en el manejo de la controversia provocada por la participación de los hijos del mandatario en la gira a Asia. "Si el tema se ha mantenido en agenda, es porque el gobierno no ha sabido administrarlo políticamente", sentencia.

¿Cómo llega Piñera a su segunda cuenta pública?

El gobierno siguió una estrategia que me parece correcta, que es llenar la cancha de iniciativas. Cuando se tiene minoría en el Congreso, es muy difícil jugarse con un grupo muy específico de proyectos, y por lo tanto hay que llenar la cancha y después a partir del segundo año mirar cuáles de esas iniciativas tienen más fuerza y las que puedes llevar adelante. Probablemente en la cuenta pública va aprovechar la oportunidad, ya que hay una cierta crisis institucional, de anunciar proyectos en esa línea. Con eso va a terminar de desplegar sus distintos jugadores, por así decirlo, y ahora tendrá que ver cuáles de esos son los que mueve y cuáles relega definitivamente a la banca. Por supuesto que en ese proceso ha habido accidentes que no estaban anticipados y que impactan en el despliegue: el caso Catrillanca, lo de los hijos ahora. No creo que el gobierno haya anticipado que su popularidad iba a ser muy alta y por lo tanto esto también debe haber estado incorporado en el análisis.

¿Pero no ha sido lento ese despliegue? Porque en campaña se prometieron cambios radicales respecto al gobierno anterior.

Toda esta estrategia de hacer un gran despliegue fue acomodada al interior de otro elemento que sí se ha desdibujado, que fue la idea de alcanzar grandes acuerdos con la oposición. Porque ese diseño demoró un poco el despliegue. Pero no creo que se haya atrasado, yo me imagino que todo esto está pensado.

En las últimas semanas ha vuelto a la palestra el tema de las expectativas económicas, un factor que se arrastra desde la promesa de que venían tiempos mejores. ¿Hasta qué punto el gobierno se ve condicionado por este factor?

Yo ahí tengo un matiz. Si uno mira el 2009, la anterior campaña de Piñera, ahí sí cometió un gran error, porque las expectativas de la población estaban desbordadas, y eso le pasó la cuenta muy rápido. Pero las encuestas del 2017 no mostraban grandes expectativas de la población. Entonces, yo no concuerdo con la idea de que aquí ha habido un gran derrumbe de las expectativas, porque no creo que fueran tan altas como sí lo fueron en 2009. Si bien el crecimiento este segundo año no ha sido lo robusto que se podría haber anticipado, no creo que su problema político esté asociado a este hecho.

¿A qué lo asocia entonces?

Primero, a una oposición que no acogió la estrategia a la que la invitó el gobierno. Y frente a ese hecho el gobierno ha reaccionado lento. Porque después que se fue diluyendo el llamado a los acuerdos tiró su carne a la parrilla y no encontró una reacción, y se ha ido demorando en buscar nuevos aliados, renegociar, ceder más para encontrar nuevos acuerdos y poder aprobar sus proyectos. Hay una sensación de conflicto que el gobierno endilga a la oposición, pero a la población le parece que para el tango se requieren dos, entonces también le exige una mayor flexibilidad, una mayor disposición. Esa sensación de conflicto la población la castiga.

Y justamente el gobierno ha alimentado ese conflicto al emplazar permanentemente a la oposición en la tramitación de las reformas.

Claro, el gobierno no ha insistido en lograr grandes acuerdos, ha sido errático, y la ciudadanía le pasa la cuenta por eso. El gobierno trata de endosarle esa responsabilidad a la oposición, que sin duda las tiene, pero el ciudadano crítico, que asiste a este espectáculo, siente que el gobierno también tiene una responsabilidad. Yo creo que ese fenómeno ha afectado más al gobierno que el hecho de que el crecimiento no ha funcionado tan bien. Porque los tiempos mejores venían a propósito de los acuerdos, de reducir la polarización, el conflicto, no era solo la dimensión económica. Lo que vimos en el gobierno anterior fueron grupos medios que se sentían un poco amenazados por ese conjunto de reformas que ellos veían que afectaban los gatillos de su progreso. No sé si estaban en lo correcto, pero eso era lo que creían. Por eso creo que el problema político es más complejo, no tiene que ver con un posible derrumbe de expectativas económicas, que no eran tan altas como uno pudiera haber pensado.

Al igual que en el primer mandato de Piñera, ha vuelto a instalarse el debate sobre el relato del gobierno. ¿Lo tiene? ¿Cuál sería?

En algún momento lo tuvo, al comienzo, en cuanto a reducir el conflicto, construir todos juntos, sumar. Eso es algo que a la gente le hacía sentido. Ir con reformas graduales, reducir las incertidumbres de los grupos medios, todo eso explica el triunfo que tuvo Piñera. Y eso en algún momento se diluyó. Más que no haya habido relato, es que se diluyó el relato. Ahora siento que está tratando de retomarlo...

¿Invocando a la clase media?

Claro, con el concepto de clase media protegida. También ha sido más flexible en las últimas negociaciones con la oposición, particularmente con la DC y el PR, como que ha vuelto un poco a esa ruta. No sé si va a ser exitosa o no, eso sólo el tiempo lo dirá.

Se ha abierto todo un debate respecto a los alcances del programa clase media protegida.

Es que no es tan sólo una discusión económica. Porque el debate de los primeros días ha estado concentrado en cuántos son los beneficios, y no es esa la discusión, es mucho más política. Cuando uno piensa en los populismos que han emergido en otros lugares, en gran medida surgen por grupos medios que se sienten poco escuchados, por sectores amplios de la población que sienten que ellos no están incorporados en los proyectos políticos de distintos sectores. Entonces esto tiene esa dimensión, de incorporar, acoger. Después habrá que ir conquistando, a través de distintas iniciativas, pero el mensaje es más profundo: es un antídoto al populismo, y vuelve al relato de la campaña de Piñera, que no necesariamente tiene que traducirse en subsidios más grandes sino que en un relato que los incorpore. Si la oposición cuestiona que no hay suficiente plata para respaldar estos anuncios creo que se equivoca nuevamente, no es ese el punto.

Poco antes de la elección presidencial usted advertía que el programa de Piñera era poco audaz en términos económicos. ¿Mantiene esa idea?

Un déficit que ha tenido el gobierno es no mostrar con más fuerza que el crecimiento le importa. Más allá de las declaraciones que se hacen, que eso se traduzcan en acciones concretas. Políticamente además es atractivo, porque sostener el discurso que la oposición es confrontacional y no deja avanzar en las reformas no es suficiente como mecanismo político de conquista al centro. Uno requiere mostrar que tiene una agenda que va a beneficiar a tal o cuál persona, que esa agenda pasa por levantar la tasa de crecimiento y que para hacer eso estas reformas son necesarias y esas son las reformas que no puedo hacer. Construir ese mensaje, transformarlo en un mensaje político, contundente, es lo que le ha faltado al gobierno. Ya no lo tenía el programa, más allá de los tiempos mejores. En ese sentido faltaba audacia. Hay que construir políticamente.

¿Es un déficit político similar al que se resintió en el primer gobierno?

El Presidente es una persona que le gusta solucionar temas concretos, y eso se nota. Todos tenemos ventajas y desventajas. Eso es una ventaja, pero eso no lo transforma en un mensaje político claro, contundente. Y la política es mucho más importante de lo que uno supone. Se dice que la gente no está sintonizada, está alejada de la política. Pero eso no significa que no le importe. La política es menos relevante para la población porque ya tiene más control de sus vidas, más independencia, no depende tanto de lo que pase con cada decisión política, como ocurre en países más subdesarrollados. Pero eso para nada significa que no le importe.

Usted mencionaba hartos episodios que han sacado al gobierno de su ruta: Catrillanca, los hijos, antes fue el ministro Rojas. Las encuestas, sin embargo, señalan que lo que más le afectó a la popularidad de Piñera fue el tema de los medidores de luz. ¿Qué opina de eso?

No creo eso. Yo creo que todos estos fenómenos son multifactoriales. Los episodios que más afectan -y tal vez los medidores de luz puedan tener ahí un efecto- es la sensación de que uno de los riesgos que tiene la derecha y el Presidente es el mal manejo de los conflictos de interés. Esta idea de los privilegios, que está muy asociado a eso. Es curioso, porque el Presidente Piñera es tal vez uno de los líderes políticos que mejor ha entendido los cambios culturales y sociales que significó la modernización económica. Pero esta dimensión de que hay una ciudadanía muy crítica de los potenciales conflictos de interés, de los privilegios, aún no entra en el análisis político del gobierno. Entonces, los medidores tienen algo de eso. El caso de los hijos tiene algo de eso. El caso de Mauricio Rojas, también. Esa dimensión el gobierno tiene que trabajarla mejor políticamente, ahí hay otra debilidad.

¿Falta anticipación?

Evitar todo lo que huela a privilegio inmerecido.

Ha pasado casi un mes del viaje a China y la controversia por la presencia de los hijos persiste. ¿Qué lectura hace del episodio?

Si el tema se ha mantenido en agenda es porque el gobierno no ha sabido administrarlo políticamente. No me parece que haya sido un tema tan grave, yo creo que fue un error, pero no me parece de una gravedad para que se mantenga durante casi un mes en la agenda. Si se ha mantenido es porque el gobierno no ha reconocido la molestia que provoca en la ciudadanía estos potenciales conflictos de interés o privilegios inmerecidos que generan ciertas representaciones. Esa es una debilidad.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.