Quiero creer que la luna existe incluso cuando no la estoy mirando
Aun siendo uno de los precursores de la física cuántica, Einstein luchó toda su vida contra esa idea que mal que mal amenazaba el entendimiento del mundo y el rol de la ciencia en ese proceso. La física cuántica ponía en duda la existencia de una realidad objetiva, una verdad, y así desmoronaba a la misma ciencia como vehículo para acercarnos a esa verdad.

Aun siendo uno de los precursores de la física cuántica, Einstein luchó toda su vida contra esa idea que mal que mal amenazaba el entendimiento del mundo y el rol de la ciencia en ese proceso. La física cuántica ponía en duda la existencia de una realidad objetiva, una verdad, y así desmoronaba a la misma ciencia como vehículo para acercarnos a esa verdad.
Para sepultar esta teoría, que era más de lo que podía tolerar, diseñó experimentos mentales sobresalientes que demostraban lo absurdo de plantear que la realidad solo existe cuando la observamos. Tuvo también interminables discusiones con los promotores de esta teoría, como su famoso, pero mal interpretado, “Dios no juega a los dados”, a lo que Bohr le responde “Para de decirle a Dios lo que tiene que hacer”. Creo, sin embargo, que la frase que mejor refleja la angustia de Einstein ante los resultados que confirmaban el carácter intrínsecamente probabilístico del mundo y la inexistencia de una realidad objetiva es su “quiero creer que la luna está ahí incluso cuando no la estoy mirando”.
Hoy todos vivimos con la mecánica cuántica, sus aplicaciones experimentales están en el día a día de los productos que utilizamos, y miramos para el lado para no tener que reconocer que esto cuelga de una “no realidad” que nos aprieta la guata aceptar.
¿Por qué esta historia? Simplemente porque pareciera que estamos viviendo una época en que, guardando la proporciones, se está descubriendo que hay cosas que funcionan, pero que al mismo tiempo no las queremos aceptar, ya que no entendemos por qué lo hacen. El uso práctico de ciertos preceptos de la polémica Teoría Monetaria Moderna (MMT en inglés) que establece cosas raras como que Estados Unidos podría endeudarse todo lo que quiera sin caer en incumplimiento, ya que la moneda en que emite esa deuda es de su propia emisión. O, viéndolo de otra manera, puede obtener bienes y servicios ilimitados a cambio de ciertos recibos que entrega (billetes) que le cuestan la tinta y el papel en que los imprime.
Un entendimiento económico clásico de esta situación llevaría a pensar que si Estados Unidos aumenta indebidamente su endeudamiento (emisión de billetes) el resultado se vería reflejado en inflación, no en riqueza. El absurdo de crear riqueza de la nada (Bernanke decía que ni siquiera hay que imprimir billetes, basta con ponerle más ceros al computador) que se gestó a partir de la crisis subprime con la Fed cuadruplicando su balance, y que ahora puede llegar al cielo con consejeros de la Fed señalando que los recursos para apoyar la economía son ilimitados, sin embargo, funciona.
Los físicos aprendieron a aceptar y vivir con algo absurdo. ¿Será ahora el turno de los economistas aceptar que es posible crear riqueza poniendo más ceros en el computador? A mí me cuesta, y mucho, por lo que no paro de pensar por qué esto funciona, pero eso para más adelante.
-El autor es Ingeniero Civil PUC y MBA The Wharton School
(@tomcasanegra)
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