Entre amor y desamor: Nuestra tóxica relación con las redes sociales
Antes percibidos como potenciadores de valores democráticos, hoy las redes sociales sufren una crisis de credibilidad por su manejo de los datos y efectos en la salud mental de los más jóvenes.

Desde Diciembre del 2010 hasta mediados del 2012 una ola arrasó por el Medio Oriente. Empezando por Túnez, una seguidilla de revueltas, y derrocamientos se propagó en la región, una Primavera Árabe. Si bien la historia hoy es distinta y el optimismo de la época sufre un invierno bajo otros regímenes autoritarios y guerras civiles, las revueltas que se libraron a inicios de esta década se recuerdan por un fenómeno que muchos creen fue clave: las redes sociales.
Las novedades en el curso de las protestas se retuiteaban hasta la décima potencia, las atrocidades registradas en YouTube amasaban tanto vistas como indignación. "Todos Somos Khaled Said", el grupo de Facebook creado tras el brutal asesinato del joven egipcio a manos de dos detectives adquirió cientos de miles de seguidores en pocos días y, según muchos, encendió la mecha que terminaría por destituir al presidente Hosni Mubarak.
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Caricatura de Khaled Said y del expresidente egipcio Hosni Mubarak, disputa por redes sociales que ayudó a germinar la Primavera Árabe.[/caption]
Facebook, YouTube y Twitter promediaban sólo cinco años de existencia y WhatsApp apenas dos, pero la revolución que iniciaron a lo largo de todo el planeta ya estaba en pleno curso.
En realidades menos peligrosas las redes sociales permitían que amigos y parientes que habían perdido contacto se encontraran de vuelta. Grupos de interés surgían exponencialmente, uniendo a aquellos que no encontraban compañía en su día a día. Usuarios compartían, difundían y daban like a noticias. Las discusiones abundaban, ya sea tuiteando, frente a cámara u opinando en los muros. La máxima expresión del libre mercado de ideas parecía concretizarse.
El pedestal de la fama también se volvía más chico. Desde la política hasta el entretenimiento, las celebridades ahora eran influencers. Nos veíamos reflejados en sus selfies #nofilter y ahora no sólo podíamos hablarles en Twitter, ¡sino que a veces nos contestaban!
Las redes sociales prometían una sociedad más unida que nunca. ¿Se cumplió esta promesa?
Desde sus primeros años hubo escépticos. Entre otros peligros, advertían de robos de identidad, depredadores sexuales y cyberbullying. Pero no fue hasta marzo de 2018 que las redes sociales recibieron un golpe tan fuerte que terminaría por dejar al mundo entero escéptico.
En un artículo de The Guardian un exempleado de la firma de análisis de datos Cambridge Analytica revelaba que su empresa accedió sin permiso a la información pública y privada de millones de usuarios de Facebook. Hoy se sabe que la cifra de afectados supera los 80 millones. La firma vendió estos datos a las campañas de Brexit y Donald Trump para generar propaganda política a la medida.
Facebook admitió que estaba al tanto de esta actividad desde 2015.
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Christopher Wylie, un científico de datos y exempleado de Cambridge Analytica, afirmó a la BBC que la firma usó los datos del test de Kogan y de los perfiles de Facebook recabados.[/caption]
Junto a Facebook, las otras redes sociales también caían en desgracia. El sistema de bots de Twitter era cuestionado por la difusión de contenido incendiario y noticias falsas.
Según más de 20 empleados, la gerencia de YouTube ignoraba las advertencias de que el nuevo algoritmo le daba protagonismo a contenido extremista. La empresa de videos se había propuesto alcanzar la meta de cien millones de horas de vistas al día, por lo que la única prioridad era cumplirla.
En una entrevista con ProMarket, un blog de la Universidad de Chicago, el historiador cultural Siva Vaidhyanathan explicó que "el hecho que los algoritmos favorezcan ítems que generen interacción significa que aquellos con el pull emocional más fuerte tienen mayor influencia en Facebook". Esto peligra el ascenso de movimientos reaccionarios y una mayor división política basada en mensajes de odio.
Un estudio del Pew Research Center determinó que dos de cada tres adultos norteamericanos consumen noticias por las redes sociales. De este número, cuatro de cada diez espera que las noticias que ahí encuentran sean verídicas. En Chile, según la Encuesta Nacional Bicentenario 2016, Twitter y WhatsApp ocupan el segundo y tercer lugar como las fuentes más confiables de información.
Twitter, YouTube y Facebook se han comprometido con redoblar sus esfuerzos para bajar contenido extremista y ofensivo. Sin embargo, no han podido reparar el daño a su credibilidad.
Darnos lo que queremos
La tecnología "no está evolucionando al azar. Hay una meta escondida marcando el rumbo de toda la tecnología que hacemos, y esa meta es la carrera por nuestra atención", expone Tristan Harris, exempleado de Google y fundador del Centro por Tecnología Humana, en su charla Ted del 28 de julio de 2017.
Mientras más atención e interacción dedica el usuario a las pantallas, más datos produce acerca de sus gustos y personalidad. Desde barras de recomendaciones hasta los primeros posts, tweets, o stories con los que nos encontramos, esta información son sugerencias que la red nos provee basada en nuestras actividades previas.
Hoy, esta clase de datos son considerados la materia bruta por excelencia en la era de información. En palabras del exdirector del Consejo para la Gobernación de Datos de IBM, Steven Adler, los "datos que describen el comportamiento humano y sus preferencias valen más que el contenido que lo atrae".
Hoy por hoy, para las redes sociales los datos son la moneda de cambio para uno de sus mayores negocios: los anuncios. Desde cortes comerciales en YouTube hasta tuits promocionales, empresas grandes y pequeñas gastan millones en producir avisos hechos a medida para targets específicos. Según el Internet Advertising Revenue Report, la industria de las redes sociales cerró el 2018 con USD$ 29 mil millones de ingresos en avisaje.
Millones de empresas compitiendo por darle al usuario lo que quiere cuando quiere. ¿Qué siente el usuario en cambio? Las conexiones entre el uso de las redes sociales y trastornos mentales han ido amontonándose a lo largo de los años.
El reporte #StatusofMind de la Sociedad Real para la Salud Pública del Reino Unido recogió los testimonios de 1.500 personas entre 14 y 24 años y detectó una relación entre el uso de Instagram y Facebook con síntomas de ansiedad, depresión, privación de sueño y percepción del propio cuerpo. El Millennium Cohort Study, de ese mismo país, descubrió un alto riesgo de depresión en niñas que usan redes sociales como Instagram, WhatsApp y Facebook frecuentemente .
El Centro Hospitalario de Saint Justine en Canadá identificó dos actividades tóxicas potenciadas por las redes. La primera es la comparación social ascendente, cuando el usuario se compara a sí mismo con grupos en las redes a quienes considera superiores, produciendo baja autoestima. La segunda es el espiral del esfuerzo, cuando el usuario busca información congruente con su estado de ánimo actual, potenciado por el ciclo de retroalimentación producido por el algoritmo de las redes sociales "dándole lo que quiere".
Si bien no hay un consenso médico al respecto, el término de "adicción a las redes sociales" es frecuentemente usado. Tristan Harris dice que las aplicaciones de smartphones son adictivas a propósito. Ha llegado a llamar a los smartphones "la máquina de lotería en nuestro bolsillo".
"Si Facebook es la droga social de entrada, Twitter es la cosa dura. Todo sobre él produce gratificación constante e instantánea," escribe el escritor y periodista de tecnología Patrick Garratt cuando confiesa ser 'adicto al Twitter'. Algo sabe del tema: cuando escribió este texto, llevaba ocho años de sobriedad tras una vida de excesos con las drogas y el alcohol.
Facebook es dueño de Instagram y WhatsApp, mientras que YouTube pertenece a Google. Son muchos datos en pocas manos. ¿Cómo confiar en ellos?
Vaidhyanathan usa el ejemplo de Facebook, y propone separarlo de Instagram y Whatsapp, de modo que los datos que cada compañía disponga no se traspasen entre redes sociales. La candidata para las primarias presidenciales de EEUU, Elizabeth Warren, ha propuesto lo mismo para todas las grandes empresas tecnológicas, como Google y Amazon.
Pero el espectáculo debe continuar
Al mismo tiempo, el carro de las redes sociales sigue en marcha y los adolescentes van adoptando aplicaciones nuevas, como Snapchat y TikTok, de China. Un estudio de eMarketer en los EE.UU. pronosticó que para el 2022 alrededor de 2,2 millones de jóvenes de entre 12 y 17 abandonarían Facebook, de los que 1,2 millones adoptaría Snapchat en su lugar.
Con tan sólo tres años de existencia, Tik Tok se ganó el título de la app más descargada del planeta con más de cien millones de descargas. Facebook e Instagram están prohibidos en China, por lo que la aplicación desarrollada por la start up de ese país, Byte Dance, emergió como una red social alternativa. Los usuarios pueden subir videos musicalizados de hasta 60 segundos que pueden editar, ponerles filtros y hasta hacer lip synch.
Esta aplicación no ha llegado sin controversias. En febrero, el grupo inglés National Society for the Prevention of Cruelty to Children (Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad Infantil) denunció que Tik Tok vigilaba a 40 mil jóvenes de edad escolar.

Según la agrupación, no sólo un cuarto de ellos admitió haber realizado transmisiones en vivo con extraños, sino que a uno de cada 20 se le pidió quitarse la ropa.
Para bien o para mal, la primavera de las redes sociales ha pasado.
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