Columna Camila Gutiérrez: "Buenos días, ¿tiene un segundo para hablar de Pedro Engel?

Esta generación está repensando el binarismo. Del tipo que sea. Y en el cuestionamiento al binarismo también entra el de las creencias. Se acepta la necesidad de creer en algo, okei. Pero eso no significa que se cree radicalmente, que se crea sin humor, que no se sepa tomar parcialmente, que sirva como un discurso más -entre tantos- que puede hacernos sentido.


Me identifica el meme que dice "Un día eres joven y al otro día haces un sonido de satisfacción cuando te sientas". No sólo en esa ejecución, sino en la infinitud de sus variables: "Un día eres joven y al otro día tienes un quemador favorito para cocinar", "un día eres joven y al otro día te despiertas sola un sábado por la mañana", "un día eres joven y al otro día te piden que hagas una columna sobre cómo piensan los jóvenes".

Cuando habitaba el Reino de la Juventud, miraba con diversión el intento que estoy a punto de hacer. Ese de explicar a los jóvenes. "Así que así somos", pensaba. Hoy, del otro lado, descifro una encuesta sobre qué piensa la juventud en temas valóricos, políticos, de creencias, de confianza en instituciones, etc., y uso -suelta de cuerpo- la expresión atroz "la juventud".

Si he gastado 150 palabras en esta introducción, no es sólo por el trauma de estar de cumpleaños justo mañana. Es por la incomodidad que siempre siento al escribir una columna que se propone establecer alguna tesis. Por eso, advierto, que lo que viene es más un conjunto de intuiciones/preguntas que de certezas.

Voy.

En el tópico creencias, se preguntó con qué grupo religioso había más identificación. La gran mayoría -en todos los estratos sociales- respondió que con nada. Luego venía el catolicismo, luego los evangélicos y, en un porcentaje bajísimo, las religiones menos tradicionales. No tiene que ver con lo que hablaré, pero me pareció llamativo que las mujeres evangélicas casi doblaran en número a los hombres. Intentaré pensar algo inteligente al respecto de aquí a un par de semanas. Por ahora, sólo quiero decir que extrañé una pregunta en este mapa de creencias: ¿Crees en la astrología?

Sospecho que si hay algo que une a los sub-30 es la valoración de los memes como espacios incuestionables de felicidad y la creencia en la astrología como fuente de autoconocimiento válido (apuesto a mi bien más preciado -mi gato- que la mayoría de los sub-30 no sólo se saben su signo solar, sino también su ascendente y su luna).

Hace un par de semanas José Maza, astrónomo estrella, dijo que el horóscopo era una estupidez como la tierra plana. La cuña dividió a la gente en cuestionamientos versus aplausos. Para profundizar esta confrontación, tengo que mencionar algo pequeño. O no tan pequeño. En la encuesta se evidenciaba una baja en la confianza en instituciones (Carabineros, Iglesia Católica, Justicia). Esta desconfianza puede tener una respuesta que hemos ido viendo en Latinoamérica: el giro hacia nuevos fascismos, a lo Bolsonaro, porque para algunos la sensación de inestabilidad sólo se resuelve con radicalización derechista. Pero hay otro giro posible, que vinculo a la apertura que la encuesta muestra en temas de derechos humanos (aborto, matrimonio gay, etc.): tal vez sea una generación que está repensando todo.

Creo que si lo de Maza molestó es porque en sus palabras subyace la creencia en que las cosas son blanco o negro. La gente es idiota o racional. Cree radicalmente o no cree. Y percibo que la creencia en la astrología, al menos para muchos, no tiene nada que ver con la creencia en la Virgen que pudiera tener una bisabuela hace cien años.

Esta generación está repensando el binarismo. Del tipo que sea. Y en el cuestionamiento al binarismo también entra el de las creencias. Se acepta la necesidad de creer en algo, okei. Pero eso no significa que se cree radicalmente, que se crea sin humor, que no se sepa tomar parcialmente, que sirva como un discurso más -entre tantos- que puede hacernos sentido.

Un ejemplo propio: me saqué la carta astral, por pura curiosidad. La chiquilla que me la leyó -egresada de Sociología en la Católica- me dijo que mi sol en Capricornio (o quizás era mi luna en Tauro, quién sabe) me impedía disfrutar de los procesos y ser extremadamente finalista. Tiene razón, pensé.

Después de escucharla no me lancé a tener ocho mil gurús que usurpen mi dinero lucrando con mis ganas incontrolables de entenderme y entender el futuro. Sólo pensé que la astrología era un lugar amable, tal vez necesario, para armarse de discursos propios que pueden alimentarse desde el sicoanálisis, la ciencia "dura", la literatura, hasta armar una creencia personal, que no es opio de ningún pueblo, sino una forma de comprensión y, si me pongo optimista, de volvernos un poquito menos infelices.

*Autora de Joven y alocada y No te ama.

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