El nombre de Daniel Sancho ha resonado a nivel mundial, pero no por ser hijo del actor español Rodolfo Sancho, sino por haber sido el perpetrador de un terrible crimen en Tailandia. Fue hallado culpable de haber asesinado y descuartizado a Edwin Arrieta Arteaga, un cirujano colombiano con quien habría sostenido una relación.

Sancho, chef de 31 años, confesó el crimen, pero aseguró que lo había hecho en defensa propia tras un intento de agresión sexual.

Sin embargo, en la audiencia, se presentaron pruebas de que había sido un homicidio premeditado.

Durante el proceso, existía la posibilidad de condenarlo a pena de muerte, no obstante, finalmente fue sentenciado a cadena perpetua y a pagar una compensación de $125.000 dólares a la familia de la víctima.

El convicto ya lleva dos años en prisión, y está esperando a que los tribunales tailandeses resuelvan el recurso de apelación que interpuso. Y es que continúa asegurando que cometió el crimen para defenderse.

La apelación de Daniel Sancho por el homicidio de Edwin Arrieta

Según rescató el diario español El País, Daniel Sancho solicitó que se repita el juicio para poder llamar a nuevos testigos y así poder demostrar su versión, que habría asesinado al colombiano por defensa propia.

Sancho aseguró que espera que “se haga justicia y se llegue a la verdad”, mientras espera en la prisión de máxima seguridad de Surat Thani, al sur de Tailandia.

Por su parte, la familia del colombiano expresó, a través de sus representantes, que no existen pruebas que avalen la inocencia del chef español y que, pese a que han pasado dos años desde el crimen, están viviendo momentos “difíciles” y que “siguen sin poder descansar en paz”.

La vida de Daniel Sancho en una cárcel de Tailandia

Mientras espera que se acepte la apelación a la sentencia, que puede durar cerca de un año, Daniel Sancho se mantiene cumpliendo su condena en una cárcel de Tailandia. Está encerrado en una celda destinada a presos extranjeros, que comparte con unos 16 presos.

Según revelaron desde El País, el chef de 31 años se dedica a hacer ejercicio y leer, además de hacer videollamadas semanales con su familia.

Desde el encierro, contó que el recinto es “opresivo” por el ruido que se genera, como gritos, megáfonos y televisores en el pasillo. Tiene que dormir en el piso, sobre unas mantas.

Pese a ello, aseguró que dentro de todo es un lugar “sano”.