Lago Llanquihue

SEÑOR DIRECTOR:
El reciente Plan de Descontaminación (PDA) del Lago Villarrica es un avance, pero abre una pregunta urgente para el Lago Llanquihue: ¿puede un PDA recuperar un ecosistema ya deteriorado? Estos planes no “limpian” un lago; solo regulan las fuentes externas de contaminación. Reducen el ritmo de deterioro, pero no restauran el daño acumulado. El propio diagnóstico reconoce que el Villarrica superó su capacidad de carga de fósforo y que se requiere de mecanismos de recuperación activa. Y frente a un escenario climático que intensifica lluvias, arrastre de sedimentos y carga orgánica, el panorama se vuelve aún más complejo.
En el Lago Llanquihue, cuyo tiempo de renovación es de 74 años, cada aporte de sedimentos y nutrientes se acumula peligrosamente. No podemos esperar a llegar a un punto crítico. Experiencias como la de Lake Elsinore, en California, muestran que reducir las cargas no basta: se requieren intervenciones directas, como aireación profunda con oxígeno y monitoreo permanente.
Chile ya cuenta con tecnología de nanoburbujas de oxígeno, burbujas 2.500 veces más pequeñas que un grano de sal, capaces de oxidar materia orgánica. Mejoran la calidad del agua en desembocaduras de esteros, reducen olores, bajan la turbidez y generan condiciones propicias para peces e invertebrados. Lo anterior es desarrollado por empresas de la Provincia de Llanquihue. Si nos ponemos de acuerdo como cuenca, podemos implementar equipos modulares locales, alimentados con energía solar y de rápida instalación.
El desafío no es técnico —sabemos cómo mejorar el agua—. El desafío es político y cultural: atrevernos a innovar antes del colapso ecológico.
Fernanda Piedra
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