¿Y si el mínimo común es el máximo particular?

SEÑOR DIRECTOR:
El proyecto de ley de negociación colectiva ramal o sectorial, como todas las iniciativas colectivistas, descansan en la premisa popularizada por la escritora Helen Keller: “solos podemos hacer muy poco; juntos podemos hacer mucho”. Sin embargo, pueden transformarse en verdaderos nudos de conflicto que van desde lo social hasta lo económico: relaciones laborales tensas entre empleadores y trabajadores, pérdida de productividad, disminución de la actividad económica y consecuente disminución de la recaudación tributaria, entre muchos otros efectos potencialmente devastadores.
Resulta impopular estar en contra de una idea colectivista, pero debemos preguntarnos si la imposición de condiciones “base” a empresas con menor competitividad, que podrían verse obligadas a salir del juego -con la consecuente pérdida de empleos- es lo más sano para una economía que necesita ser reactivada. Se argumenta que estas negociaciones ramales son populares en los países de la OCDE, pero no se toma en cuenta que esos países han alcanzado un grado de eficiencia productiva muy por encima de la nuestra.
El riesgo de la negociación colectiva ramal no radica en su fundamento solidario, sino en su aplicación uniforme sobre realidades productivas desiguales; la cuestión central es si el país cuenta con las condiciones necesarias para implementarla sin perjudicar a los actores con menor capacidad de adaptación.
Viviana Véjar Himsalam
Economista y profesora investigadora Faro UDD
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