Luz, cámara, Netflix

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Al Pacino y Robert De Niro son dos de los protagonistas de The irishman, de Martin Scorsese.

Las nuevas películas de Martin Scorsese, Guillermo del Toro y los hermanos Joel y Ethan Coen son producidas por el gigante del streaming. Todos prefieren la pantalla grande, pero Hollywood se olvidó de sus profetas.


Hace un año Guilllermo del Toro había cerrado con un candado a prueba de nostalgia su viejo proyecto de llevar la historia de Pinocho al cine. Anunció que después de tocar todas las puertas, ningún estudio quiso financiar la película animada. El realizador mexicano venía de ganar el Festival de Venecia con La forma del agua, pero ni los premios ni el prestigio sirven para abrir la billetera parca de Hollywood.

Hace un año, en cualquier caso, Del Toro no sabía que su amigo Alfonso Cuarón había logrado que Netflix le financiara Roma, un anhelado y muy personal proyecto en blanco y negro que los estudios miraron bajo el hombro. Roma ganó el Festival de Venecia hace un mes y el gigante del streaming decidió que no sería descabellado darle una mano a Del Toro. Finalmente, Pinocchio logró luz verde y el rodaje comenzará antes que acabe el otoño en el hemisferio norte. Es decir antes del 22 de diciembre. Lo anunció el propio Guillermo del Toro el lunes pasado.

En rigor, si se revisan las relaciones de Netflix y el cine desde mayo del 2017 es posible observar una progresiva y relativamente rápida comunión de intereses. Para ser exactos, hay que hablar de relaciones entre Netflix y los cineastas, pues la convivencia de la plataforma digital con los exhibidores (o sea, con las multisalas) es compleja.

Mayo del 2017 es la fecha clave por dos razones. O por tres: se anunció que Netflix estaba detrás de las nuevas cintas de Noah Baumbach y Bong Joon-ho, dos cineastas prestigiosos y asociados al circuito de festivales; aquellas dos películas quedaron seleccionadas en la competencia oficial del Festival de Cannes, algo así como el templo del cine; los dueños de las salas en Francia pusieron el grito en el cielo porque el evento se dignaba mostrar dos largometrajes que no pasarían por la gran pantalla.

Desde ese momento y a pesar de que la tercera razón aún está ahí y no tiene solución a la vista, Netflix pasó de actor secundario a protagonista en el cine mundial. Se puede decir que en septiembre pasado se robó un poco la película: se apuntó un nocaut al ganar el León de Oro de Venecia con Roma de Alfonso Cuarón y en ese mismo festival hizo entrar dos filmes más. Fueron 22 de julio, de Paul Greengrass, actualmente en la plataforma, y The ballad of Buster Scruggs, de los hermanos Joel y Ethan Coen.

Aunque el cine sigue siendo un actor secundario para la empresa de Reed Hastings (en comparación a sus series), Netflix no es un personaje lateral para el cine. Es evidente que los grandes estudios ya no juegan en el mismo equipo con ellos. O ya no juegan con las mismas ganas. Prefieren poner dinero en otros guiones, en otros nombres. Superhéroes tal vez, sagas de Marvel con seguridad.

Un irlandés en streaming

De todos los nuevos proyectos fílmicos de Netflix, el emblema es The irishman, de Martin Scorsese. La película se estrenará en una fecha aún sin determinar del 2019, pero muchos creen que el Festival de Cannes podría llegar a un acuerdo con los exhibidores de Francia y mostrarla en su competencia.

Es más, The irishman nació en Cannes en el 2016, cuando se anunció ahí que una serie de estudios iban a producirla. Entre ellos el gigante Paramount Pictures. Pasó el tiempo, Paramount se salió del trato y cuando todo estaba a punto de irse por la borda, Netflix salió en auxilio en septiembre del año pasado. Puso 140 millones de dólares a disposición de Martin Scorsese y a cambio se quedaron con los derechos de distribución en todo el mundo.

La película es peso pesado: reúne por primera vez tras 23 años a Robert De Niro y Joe Pesci tras Casino (1995), pero además agrega a Al Pacino en el rol de Jimmy Hoffa. Promete ser un festín para los cinéfilos y para los seguidores de las sagas de la mafia.

Basada en el libro Caso cerrado de Charles Brandt, The irishman relatará la historia de Frank "El irlandés" Sheeran (Robert De Niro), el asesino a sueldo que supuestamente mató al líder sindical y mafioso Jimmy Hoffa (Al Pacino) en 1975. En el filme, Joe Pesci es el jefe del hampa Russell Bufalino, mientras que Harvey Keitel (otro de los actores históricos de Scorsese) interpreta a Angelo Bruno, otro importante líder del crimen organizado.

Como se ve, parece ser una película de amplio aliento, de grandes ambiciones narrativas, en la línea de Casino y tal vez con algo de Buenos muchachos (1990). Son historias que hace 20 años financiaban los grandes estudios (Universal en Casino y Warner Bros. en Buenos muchachos), que no ganaban demasiado dinero pero que daban prestigio y premios Oscar. Hoy ese negocio no lo hacen ellos. Lo hace Netflix.

A respecto las palabras de Paul Schrader, el realizador y guionista de Taxi driver (1976) y Toro salvaje (1980), son iluminadoras. "Los estudios están colapsando, Netflix es el nuevo modelo", afirmaba hace tres días al portal SlashFilm. Se refería a que para directores como ellos las clásicas compañías de Hollywood cada vez cuentan menos. Y resumía así el trato: "Antiguamente uno obtenía dinero para una película al pre-venderla a un estudio que luego lograba ganancias exhibiéndola en distintos países del mundo. Los llamados 'territorios'. Pero Netflix o Amazon no quieren territorios. Quieren el mundo o nada. Entonces vas a Netflix y ellos compran la película para todo el mundo. Básicamente a Marty (Scorsese) le pagaron por adelantado".

Schrader también apuntaba a lo triste: renunciar a la gran pantalla. "Dos semanas. No creo que le den más tiempo de exhibición en salas a The irishman. A Netflix no le interesan los teatros". Es lógico, no es su negocio.

Autores en pantalla chica

Pero aunque mostrar películas en salas no sea el nicho de Netflix, los prestigios y premios siempre ayudan a las industrias que aparecen en el paisaje. Los estudios de Hollywood tienen demasiados trofeos en su siglo de vida y pueden prescindir de ellos un rato. Netflix casi no tiene medallas y es hora de ir por la mejor: el Oscar.

Para que un largometraje sea elegible a la estatuilla debe haber sido exhibido en cines comerciales. Esta es una de las razones que podrían explicar el estreno de Roma, de Alfonso Cuarón, en cien salas alrededor del mundo en diciembre. Será un extreno curioso, considerando que al mismo tiempo estará disponible en la plataforma digital.

Filmada en blanco y negro, en Ciudad de México y con actores desconocidos fuera de su país, la cinta ha sido considerada la obra más personal de su autor. Recrea, a grandes riesgos, la infancia del propio Cuarón en el barrio de Roma en el DF durante los años 70. Se ha ido imponiendo como una de las candidatas al Oscar a Mejor Película y, además, es la carta de su país por la estatuilla extranjera. En el sitio de preferencias de críticos de Estados Unidos Gold Derby, Roma lidera las apuestas al Oscar a Mejor Director y sólo es superada por Nace una estrella en la categoría de Mejor Película.

La que no tendrá exhibición en salas será The ballad of Buster Scruggs, filme de Joel y Ethan Coen que se llevó el premio a Mejor guión en Venecia y que en noviembre se podrá ver a través de Netfix. Es un proyecto largamente acariciado por los autores de Fargo y cuenta seis diversos episodios del Viejo Oeste: son esencialmente relatos escritos por los Coen durante 25 años y que ahora protagonizan James Franco, Liam Neeson y Zoe Kazan.

También es un proyecto de vida el citado Pinocchio de Guillermo del Toro. Es una película cara y su éxito comercial no está asegurado, sobre todo considerando que no está hecha de dulces y rosas, sino que pretende incorporar toda la imaginería de autor del director de Hellboy: huérfanos a merced de tiranos, personajes monstruosos, referencias cinéfilas. La odisea del niño de madera y su abuelo Geptto será en stopmotion (la técnica de Isla de perros o de El extraño mundo de Jack) y se ambienta en los años 30, en la Italia fascista de Benito Mussolini. No, ningún estudio querría financiar un filme político para niños. Netflix no tiene problemas, pero hay que decir que el mundo estaría agradecido de verlo en pantalla grande.

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