El error de tomarse muy en serio

Bohemian Rhapsody.

"De seguro ganará Rami Malek, un actor que me cae bien, que se transformó en una suerte de ícono millenial como el hacker geek-freak con capuchón y rollos-con-su-padre en la serie de TV Mr. Robot", afirma Alberto Fuguet sobre los premios Oscar 2019 en su columna de hoy.


Mirando la lista de nominados que podrían ganar y hasta brincar y llorar este domingo, me salta a la memoria la célebre y maldadosa sentencia de Manuel Puig luego que le mostraran un primer corte de la adaptación "internacional" (en inglés, ambientada en Sao Paulo) que hizo Héctor Babenco de su novela canónica El beso de la mujer araña. Puig quedó pasmado, atragantado, literalmente asqueado. La actuación de William Hurt como el peluquero Molina (encarcelado junto al guerrillero Raúl Julia) le pareció tan deleznable que de inmediato supo que ese rol catapultaría a Hurt y lo acercaría al oro de la Academia. "Es tan malo que se lo darán seguro", profetizó. Se refería al Oscar, claro. En Puig, toda palabra tenía un doble significado. Entendía que las estatuillas no se ganan sino que "te lo dan", casi como un premio de consuelo o rifa si uno es capaz de humillarse suficiente o hacer el lobby necesario o una mezcla de los dos.

En efecto, luego de un par de estupendas actuaciones donde se lucía sin maquillaje o tics o histerias o incluso ropa (su cuerpo desnudo era la estrella de Cuerpos ardientes y Estados alterados), William Hurt obtuvo su Oscar por una mediocre película que se colgaba de lo literario para subir de pelo y que nunca entendió el tono de la novela del genial autor argentino. El argentino tenía claro la diferencia entre actuar y sobreactuar; sobre todo entendía la fina línea entre drama y melodrama y, por sobre todo, lo que es camp. La película El beso de la mujer araña se toma demasiado en serio para acceder a la liviandad que necesita una obra o una persona para ser camp. Puig detestaba lo que era muy serio y dramático y le parecía clave que una obra, sobre todo las películas, tuvieran elementos de humor, de parodia, de estilización y fantasía. El iba al cine para escapar, no para ver la realidad.

Todo esto me rebota en la cabeza con los actuales nominados. De seguro ganará Rami Malek, un actor que me cae bien, que se transformó en una suerte de ícono millenial como el hacker geek-freak con capuchón y rollos-con-su-padre en la serie de TV Mr. Robot. Lo mejor de Malek es un cuerpo pequeño y sus ojos que resumen sus orígenes egipcios. El año pasado se lució convocando el registro de Dustin Hoffman en el remake de Papillon. La gracia de Malek es que le falta testosterona y no intenta compensarla. Como Freddie Mercury en Rapsodia Bohemia, la predecible adaptación del acusado de pedófilo Bryan Singer, Malek está tan mal que arrasará. O quizás mal no es la palabra correcta: disfrazado. Con unos dientes falsos recogidos de una pista de baile de una fiesta de Halloween. Pero aún así, ganará. Rapsodia bohemia ha gustado, ha sido un hit y, para muchos, ha sido el acercamiento a un grupo llamado Queen. Aquellos que son fans de Queen se unieron con los que no lo conocían y transformaron una biopic que pudo ser de Neftlix en un portaaviones. La teoría Puig funcionará con Malek, no me cabe duda. Y si no gana todos dirán que se lo robaron, pero ganará. Con esos dientes no podría perder.

Releer Puig no es buena idea para acercarse a Roma, que sin duda es cine de otra dimensión. Roma es estilizada sin duda y quizás le sobra puesta en escena. Cuarón sabe filmar, Pero se toma demasiado en serio. En Roma Cuarón se mira al espejo de su infancia y termina extasiado y acaso se persigna. Casi prefiero a Guillermo del Toro llorando con sus monstruos. Antes no lo había hecho. Mal que mal hizo la estupenda Y tu mamá también. Ahora canaliza a Fellini y se blinda con la carta biográfica (¿desde cuándo lo personal es sinónimo de bueno?). Puig la hubiera odiado dado lo que idolatraba el melodrama mexicano y las cintas de rancheras. Roma es un melodrama (madre soltera, bebé prematuro) en busca de ser un clásico antes de ser un drama. Me gusta la polémica que ha suscitado la nominación de la debutante Yalitza Aparicio y es bueno verla en Vogue y asustando a los racistas, pero lo que aburre es lo silente de su personaje. Su Cleo mira y observa y sufre en silencio, pero no es Muchacha italiana viene a casarse ni Los ricos también lloran. Es cierto: no tiene que serlo pero hay algo sospechoso en intentar retratar el mundo de una protagonista y quitarle su voz. No me compro que Cleo no comente, no platique, no cotillee, que solo la dejen sufrir en silencio. Cleo no tiene voz; cómo podría tenerlo si la única voz que vale en este universo es su memoria. Claramente Cuarón no ha leído Boquitas pintadas donde una novela entera se arma en torno al pelambre, a los secretos, a lo que ocurre en los cuartos donde duermen las empleadas de los patrones. Tampoco hojeó El vampiro de la colonia Roma, que transcurre más o menos en las mismas cuadras y época. Roma transcurre en una Ciudad de México sin radio ni discos ni el canal Televisa o las canciones de Angélica María.

El otro que se tomó en serio fue uno de los hermanos Farrelly y ahora está cosechando esos frutos. La represión a veces da frutos. Peter Farrelly es la mitad de una dupla de hermanos (algo así como los Coen guarros) que ha creado un par de cintas tan notables como vulgares, entre ellas Una pareja de idiotas, la hoy incorrecta y obesa Amor ciego y esa obra maestra llamada Loco por Mary. La Academia no premia chistes con semen y no cree mucho en la comedia. Por eso repele que Farrelly no solo abandone a su hermano sino que haga una cinta para la platea. Es cierto: Green book parece políticamente incorrecta por su racismo y paternalismo, pero el deseo de su director no fue ese. No captó que iba a molestar algunos. Sí se dio cuenta que podría calmar a la platea de cierta edad y entregar una fábula sobre la segregación desde el punto de vista de los blancos. Un muy mal Viggo Mortensen debe aprender de la vida y aceptar a los negros. Me da lo mismo que sea pasada de moda, y la verdad es que funciona y saca lo mejor del gran Mahershala Ali. Pero lo que me molesta es que Farrelly se ha cercenado a sí mismo en su afán por ser aceptado. Una pena. Lo prefería vulgar, violento, tosco, gratuito.

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