Nazi de mierda

Imagen araña
Araña.

"En Araña, Andrés Wood ha vuelto a contar con sus ya tradicionales colaboradores (Rodrigo Bazaes en la dirección de arte, Andrea Chignoli en el montaje, etc). Tal factor, entre otros, lleva a la audiencia de vuelta a sus altos estándares de producción, a su solvencia narrativa y a la solidez de las interpretaciones".


En Machuca (2004), Andrés Wood incorporaba casi anecdóticamente a un miembro de Patria y Libertad: un joven de pocas luces, diestro con el linchaco, que daba una idea de la violencia que asomaba desde la ultraderecha en 1973, aun si el filme no ahondaba en el señalado movimiento. Quince años más tarde, Wood recapitula con Araña, una cinta que tiene en el centro su dramaturgia a un trío de integrantes del grupo.

La intriga discurre en dos momentos. En el Santiago actual vemos a Gerardo (Marcelo Alonso), quien, tras protagonizar la "detención ciudadana" de un carterista con resultado de muerte, se convierte en un aplaudido justiciero de la calle, pero también da pistas sobre un caso policial olvidado. Este caso lo liga al matrimonio de Justo e Inés (Felipe Armas y Mercedes Morán), que en 1971 lo reclutaron para las filas del señalado movimiento nacionalista, pero que ahora están en otra: él, alcohólico y reclusivo; ella, figura pública, filántropa y directora de empresas.

A la espera de que el pasado les reviente en la cara, seguimos alternadamente las dos historias de los tres protagonistas. En tiempos de la UP, vemos un trío sentimental que se desarrolla en medio de un delirio maximalista que quiere derrotar al marxismo sin perder un minuto: una historia de deseo, lealtades y traiciones, gobernadas por convicciones fascistoides. En el presente, asoma el nuevo Chile donde algunos, especialmente Inés, quieren sepultar el ayer a cualquier precio, mientras Gerardo verá la manera de hacer justicia a nombre de un Chile noble y puro.

En este empeño, Wood ha vuelto a contar con sus ya tradicionales colaboradores (Rodrigo Bazaes en la dirección de arte, Andrea Chignoli en el montaje, etc). Tal factor, entre otros, lleva a la audiencia de vuelta a sus altos estándares de producción, a su solvencia narrativa, a la solidez de las interpretaciones y a la tensión que puede lograr en escenas como la de Gerardo en medio de un grupo de haitianos.

Esto va, eso sí, de la mano ahora con un retablo regido por antihéroes cuyas militancias de ayer -y supervivencia de hoy- se definen en términos de pulsión criminal, infamia y disociación mental.

Así, los matices y las áreas grises del drama triangular y del thriller contemporáneo parecen disolverse cuando llega un personaje como el encarnado por María Gracia Omegna, quien le dice a Gerardo en la cara: "Nazi de mierda". Por si hacía falta decirlo.

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