Por qué nos importa la muerte de Screech (y cómo Salvado por la Campana marcó a una generación)

Dustin Diamond

El actor Dustin Diamond murió a los 44 años, dejando su huella como parte de una producción que marcó un pequeño fenómeno en la TV de todo el mundo, incluyendo la chilena. Aquí, un par de razones.


En los años previos a la masificación del TV cable en Chile (y por cierto de internet y el contenido vía streaming) los adolescentes eran personajes secundarios para la televisión. Los actores y también el público de ese rango etario. Antes del auge de Nickelodeon, de Disney Channel, de que MTV entrara en la canasta básica familiar y que la industria televisiva -y el mercado en general- se diera cuenta que ahí había un target prácticamente abandonado y comercialmente atractivo, la juventud chilena debió conformarse durante décadas con lo que los canales de la TV abierta ofrecían a niños y adultos.

De ahí la importancia de aquel difuso y epifánico momento, en los primeros años 90, en que un desconocido ejecutivo o ejecutiva de Canal 13, ya sea anticipando la tendencia o por simple casualidad, adquirió y puso al aire “Salvado por la campana”, la primera sitcom protagonizada, centrada y orientada exclusivamente al público adolescente que triunfó por estos lados.

Por cierto que hubo excepciones y ciertos antecedentes. Además de la videomúsica y apuestas como “Extra jóvenes”, el mismo Canal 13, que por entonces controlaba la Universidad Católica, había sumado años antes a su parrilla series yanquis como La pequeña maravilla -alguna vez aperitivo para esperar “Sábados gigantes”-, la inolvidable “Los años maravillosos” y la teleserie mexicana “Carrusel”, un verdadero fenómeno generacional sospechosamente parecido a la argentina “Señorita maestra”. Todas ellas, eso sí, protagonizadas por niños o púberes con escasa autonomía y conflictos propios de su edad.

“Salvado por la campana” -así, en singular, pese a que Wikipedia e IMDB insistan en consignar su título como “Salvados...”- fue la primera serie realmente juvenil y ondera que la generación millennial pudo ver en Chile. Una historia donde toda la acción transcurría en los pasillos de un colegio de Los Angeles, en la cafetería, la sala de clases, en el gimnasio y, de vez en cuando, en algunas de las casas de los protagonistas. Salvo el personaje del inepto y bienintencionado “Señor Belding”, director de la escuela Bayside, y el secundario que atendía el café que el grupo frecuentaba y los deleitaba con trucos de magia para luego desaparecer de la trama, los adultos estaban fuera del universo de la serie.

Como buena sitcom, los capítulos de “Salvado por la campana” no buscaban inventar la rueda y se ceñían a los arquetipos de la época: el rubio protagonista cargado de ingenio y buena suerte (Zack Morris), el musculoso deportista con el que éste frecuentemente rivalizaba (A.C. Slater) y el inadaptado y esmirriado nerd que oscilaba entre ambos (Screech). Como contraparte, las tres protagonistas mujeres: la porrista perfecta Kelly, la estudiosa feminista Jessie y la frívola Lisa. Nada demasiado original.

Pero pese a lo anterior había algo en la visualidad de la serie que la volvía magnética. Una mezcla entre los colores pasteles de los set, la tradicional estética “googie” californiana y las estrambóticas y coloridas vestimentas de los personajes; algo parecía capturar a la perfección la entonces imperceptible transición entre el fin de la década de los 80 y el advenimiento de la moral grunge. Si bien hoy sus escenas pueden parecer ridículas o inocentes, “Salvado por la campana” en ese momento era cool.

Tan así fue que rápidamente surgieron también las réplicas, como “Parker Lewis: ganador”, creada por Fox en 1990 y posteriormente también emitida por Canal 13. Una serie mucho más ágil y original aunque de impacto más subterráneo (de culto, si se quiere), cuyos recursos narrativos y tiros de cámara terminaron influyendo a una siguiente generación de producciones, como “Malcolm”, que a diferencia de las anteriores sí consiguió el éxito completo y los premios de la industria. O “Freaks and geeks”, probablemente la mejor serie alguna vez hecha sobre la escolaridad.

Más allá de una que otra reunión del elenco, del comentado destape de Elizabeth Berkeley (Jessie en la serie) en “Showgirls”, el drama erótico Paul Verhoeven -tema obligado de conversación en 1995- y la transformación de Mario Lopez (Slater) en participante de estelares de baile y animador de programas magazinescos, “Salvado por la campana” había dejado de ser tema de conversación hasta hoy, cuando se supo de la muerte, por un cáncer pulmonar y a los 44 años, de Dustin Diamond, el actor que dio vida a Screech Powers. Un personaje que, como congelado en el tiempo, permaneció como figura estable en todas las secuelas que salieron de la franquicia -”Salvado por la campana: Los años universitarios”, “Salvado por la campana: La Nueva generación”- y que a la larga envejeció tan mal como la serie.

De hecho, tan recordado como su papel en la sitcom adolescente es el tristemente célebre video porno que Diamond protagonizó en 2006, aunque luego él mismo negó su participación en este y declaró que lo grabó un doble. Siguiendo un derrotero similar al de otras ex estrellas juveniles de los 80 y 90, sin nuevos proyectos actorales en pantalla y dispuestos a cualquier cosa por llamar la atención, Diamond se convertía en una parodia de sí mismo, atrapado en un personaje perdido en la memoria.

Con todo, la muerte de Screech no ha pasado desapercibida y probablemente serán muchos los que esta noche busquen en el ciberespacio los viejos episodios de la serie de NBC o su intro latina. Es probable también que muchos se decepcionen, como suele ocurrir cuando se intenta recrear en la adultez los gustos de la adolescencia. Y aunque su nombre y filmografía no inspirarán grandes obituarios ni homenajes estelares, la partida del actor consiguió volver a reunir -ahora en las redes sociales- a los representantes de esa generación algo imprecisa que los publicistas ubican entre la Z y la X, los mismos que alguna vez lo siguieron sagradamente en pantalla durante esas eternas tardes de hace ya 30 años.

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