Arturo Pérez-Reverte: “La clase política española está intentando darle vuelta a la historia”

Ya se encuentra en Chile el último libro del periodista y escritor español, Línea de fuego, vía Alfaguara. En él, ficcionaliza la batalla del Ebro, la más grande de la Guerra civil española, pero desde una perspectiva ecuánime. Ello, como su respuesta personal a la clase política ibérica. En conversación con Culto, cuenta los entretelones tras esta novela.


Si hay un tema que cada cierto tiempo vuelve de tanto en tanto a la palestra en España, es la guerra civil que dividió al país entre republicanos y nacionales, entre 1936 y 1939, con triunfo de los últimos y la posterior dictadura de Francisco Franco. Al periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte (70) el asunto le llamó la atención debido al uso que se le da al tema.

“La clase política española, que como buena clase política es analfabeta, a falta de argumentos intelectuales de peso para su lucha política ahora utilizan los lugares fáciles, y están intentando darle vuelta a la historia para utilizarla como arma arrojadiza, y la historia de la guerra civil es perfecta como herramienta. Han entrado en ella manipulando los recuerdos, la memoria de las víctimas”, explica a Culto el oriundo de Murcia.

“En vez de apoyarse en la parte ya conseguida de reconciliación nacional, han ido a resucitar divisiones, y eso ha creado un ambiente tan sucio. Por eso, esta novela me ha obligado a escribirla la clase política española”, añade al teléfono. Eso sí, reconoce su simpatía por el bando de la República.

Así, Pérez-Reverte se lanzó de lleno a escribir Línea de fuego, su última y voluminosa novela de 680 páginas, y que está disponible en Chile vía Alfaguara.

El peninsular añade que no solo fue el deseo de contestarle a la clase política española. También pesó su propia historia familiar. “Yo nací en 1951, hacía pocos años que había terminado la guerra. Mi padre, mi tío, mi abuelo la hicieron. Yo crecí entre gente que la hicieron y me contaron sus recuerdos personales. Yo conozco la guerra civil porque me la contaron sus protagonistas, no porque me la haya contado un político”.

Pérez-Reverte cuenta que se tardó un año en escribir la novela, durante el encierro que provocó el coronavirus. Metódico, tenía una organizada rutina de trabajo. “Me levantaba temprano, hacía ejercicio, a las 8 estaba trabajando hasta las 2 o 3 de la tarde. De ahí leía, corregía, y me acostaba pensando en el día siguiente. Como quien va a una oficina, el cocinero que va a su restaurante o el militar que va a su cuartel. Lo hago como una rutina diaria, escribir es una actividad profesional. Hay días mejores, peores, pero lo asumo como un trabajo”. “Para mí escribir no es un arte, es una actividad profesional con la que me gano la vida hace 35 años”, añade.

Trincheras durante la batalla del Ebro, en la guerra civil española.

La batalla grande

Línea de fuego trata básicamente sobre la batalla del Ebro. Una larguísima batalla ocurrida hacia la parte final de la guerra, en 1938, en una zona cercana al río del mismo nombre, en Tarragona, región de Cataluña.

Duró cinco meses, entre julio y noviembre de ese año. Como Gettysburg en la guerra de Secesión, la del Ebro fue la batalla decisiva que inclinó definitivamente el curso del conflicto a favor del bando sublevado.

-¿Por qué eligió esa batalla?

-Murieron 20 mil personas, fue la más sangrienta de la guerra civil y de la historia de Europa. Creí que era bastante significativa. Utilicé documentos, experiencias, memorias de soldados y de batallas. Aunque los personajes son de ficción, todo lo que la documenta son cosas reales.

La novela transcurre como una cámara que va mostrando la batalla desde diferentes ángulos. No escatima en detalles como el sonido de las armas, la manera de hacerse cigarrillos, la vida en las trincheras. Como un DT que busca ganar una final, Pérez-Reverte no solo echó mano a sus vivencias familiares, también a una nutrida biblioteca que posee en su casa.

-¿Cómo fue el proceso de documentación?

-Tengo una biblioteca de 30 mil volúmenes, acumulé la de mis padres y la que he ido haciendo yo durante mi vida. Unos 900 de esos deben ser sobre la guerra civil, no todos los utilicé, pero debo haber usado unos 300. Memorias, documentos, material y tecnología militar, táctica militar, explosivos, vehículos blindados.

-¿Puede mencionar algunos que haya usado?

-Ha sido un conjunto de libros, toda novela es un pretexto para leer. Como fuentes directas: Las armas de la guerra civil española, de Manrique y Molina; La batalla del Ebro, Luis María Mezquida; La historia militar de la guerra de España, de Manuel Aznar; Empleo táctico del armamento, de Fernando de Salas; Partes oficiales de guerra, del Estado mayor del Ejército; Falangistas, de Gustavo Morales. Un montón, y súmale libros de fotografías.

-¿Y pudo acceder al armamento de la época?

-Recurrí a amigos coleccionistas de armas antiguas, de la época de la Guerra Civil, de colección, inutilizadas. Les pedí que me prestasen algunas de ellas para manejarlas. Ver cómo se corre el cerrojo, cómo se cargan. No es lo mismo contar una escena cuando sabes que el arma que llevas pesa 3 kilos y medio, que un soldado camina, combate, lucha y muere con 30 kilos de equipo a la espada.

-Al leerlo, es notoria una cierta influencia de Joseph Conrad en su prosa...

-¡Ya me gustaría escribir como Joseph Conrad! Pero, no, no llego a esa altura ni muchísimo menos. Lo que pasa es que de los muchos autores que yo venero, Conrad es el que más quiero, el que más me gusta, el autor que envejece conmigo. Es evidente que en mi literatura hay un cierto soplo conradiano siempre, de mayor o menor medida. También leo mucho La Iliada y La Eneida.

“Una dosis extra de realismo”

Con una nutrida carrera como corresponsal de guerra, Pérez-Reverte fue testigo de 18 conflictos armados en diferentes lugares del mundo: Chipre, Líbano, Eritrea, el Sáhara, las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Sudán, Mozambique, Angola, el golfo Pérsico, Croacia, Bosnia. De ellos, 7 fueron guerras civiles, y esa experiencia se coló en las páginas de Línea de fuego.

“Fue uno de los tres factores que ayudaron a escribir la novela, junto con la documentación y los recuerdos familiares -explica Pérez-Reverte-. Cuando hablo de los disparos, el frío, el hambre, el miedo, la tensión, la suciedad, el ruido del combate, eso no me lo invento, no lo he visto en el cine. Son recuerdos personales. Tengo una experiencia personal sobre guerras que me ha ayudado a darle esta dosis extra de realismo a esta novela”.

-En la novela aparecen corresponsales de guerra extranjeros, Phil Tabb, inglés, Vivian Szerman, estadounidense, y Chim Langer, checo. Quisiera detenerme en Vivian, ¿se inspiró en alguien en particular para construir ese personaje?

-Eso fue bien especial. Conocí muchas cuando fui reportero y hay otras que no conocí, pero que ejercieron antes que yo. Es una imagen subcliché que he hecho con muchas mujeres distintas, de épocas distintas y recuerdos distintos. No se basó en nadie particular. Quizás Chim Langer se basó en Robert Capa, un poco.

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