Patrick Modiano: entre lo fantasmal y la bohemia

Patrick Modiano © Hélie Gallimard.

Tinta simpática se llama la última novela del esencial escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura 2014. En este volumen, retoma temáticas que ha tratado en sus otros libros, como imágenes de mujeres difusas, y el París de los cafés y las calles del siglo pasado.


“Hay cosas en blanco en esta vida, cosas en blanco que se intuyen al abrir el ‘expediente’; una simple ficha en una carpeta de un color azul cielo que se ha desvaído con el tiempo. Casi blanco también, ese antiguo azul cielo. Y la palabra ‘expediente’ está escrita en el centro de la carpeta. Con tinta negra”, son las primeras líneas de lo que cuenta el detective Jean Eyben, evocando un tiempo anterior difuso, donde recibió un encargo igual de borroso. Encontrar a una mujer llamada Noëlle Lefebvre, quien ha desaparecido sin dejar huellas. Nada. Es como si se la hubiese tragado la tierra.

Eyben emprende la tarea con escasas pistas, aunque con cierta intuición comienza a armarse un puzzle, pero sin frutos. 30 años después, ya sin más ánimo que el que empuja la obsesión, retoma la búsqueda por su cuenta para dar con el paradero de la fantasmal mujer.

Patrick Modiano © Hélie Gallimard.

Esa es la trama que guía a Tinta simpática, la nueva novela de Patrick Modiano y que en castellano publica Anagrama. Se trata del regreso del formidable escritor francés tras Recuerdos durmientes (2018), también editado en nuestro idioma con la casa catalana.

Nacido en 1945, “Un niño de la guerra”, como se definió al recibir el Nobel, Patrick Modiano es hijo de un inmigrante judío italiano, comerciante de oscuros vínculos con mafiosos y colaboracionistas del régimen nazi. Desde su primer libro, en 1968, El lugar de la estrella, se las ha arreglado para convertirse en uno de los importantes escritores franceses de la segunda mitad del siglo XX. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura, en 2014.

Patrick Modiano © Hélie Gallimard.

Una cultura del pasado

Pero volviendo a Tinta simpática, el libro es una muestra de la notable habilidad de Modiano de ir sumergiendo al lector en una historia, sin darse cuenta. A Eyben se le van revelando ciertas huellas como si estuvieran en una tinta invisible (o simpática) que se le va mostrando a medida que avanza. Como rastros perdidos en una memoria. Aunque la memoria también funciona como un chantaje emocional para el atribulado detective, enfrentándose a flashazos no siempre halagueños. Modiano -poco amigo de las entrevistas- lo explicó en una charla con la revista de la Universidad de Yale, en 2020.

“Son las dos funciones contradictorias que siempre me han destacado con respecto a la memoria, porque las encuentro como una gran fuente de suspenso desde una perspectiva narrativa. Por un lado, un recuerdo largo tiempo enterrado que de repente resurge es como la tinta invisible que aparece en la página después de ser tratada químicamente. Por otro lado, un recuerdo desagradable que parecía haberse borrado con el tiempo, pero que reaparece como un chantajista, nos muestra que estamos a merced de ciertos ‘silencios’ en nuestra memoria. Pero estos silencios corren el riesgo de romperse un día u otro”.

En Tinta simpática, no es la primera vez que Modiano pone a personajes algo fantasmales. De hecho, en charla con El Mundo, de España, en 2015 explicó que en sus libros los personajes femeninos suelen ser etéreos y difuminados. “Son como ausencias, como espectros, como algo que se ha perdido y se busca. Son personajes fantasmagóricos…creo que es debido a la infancia que he tenido. Es difícil de explicar. Pero también creo que mis personajes masculinos son raros”.

Esas reiteraciones las explica el crítico literario de La Tercera, Matías Rivas: “Modiano no tiene un solo libro central. Siempre está escribiendo el mismo libro, vuelve a los mismos temas. A diferencia de otros premios Nobel, lo que es famosa es su obra, su estilo. Tiene un conjunto relevante, tiene una variedad de libros parecidos”. En ese sentido, el oriundo de Boulogne-Billancourt, en el norte de Francia, tiene una escenografía común en sus trabajos. Muy del imaginario que existe en torno al país galo.

Es un representante del final de una cultura parisina que tiene que ver con lo que quedó de la bohemia, la cultura de los cafés, de la calle, con las personas comunes. A diferencia de (Michel) Houellebecq o Annie Ernaux, Modiano lo hace con cierto romanticismo, con una melancolía. Tiene una humanidad que no tienen los otros”, acota Rivas. De hecho, es en esas callecitas de la Ciudad Luz, propias de película añeja en blanco y negro, donde Eyben circula buscando huellas de Noëlle Lefebvre. Como una versión citadina y europea de Ulises Lima y Arturo Belano rastreando a Cesárea Tinajero.

De alguna forma, Modiano rescata un aire algo sesentero y clásico, lejos del agitado siglo XXI.  “Continúa con una cultura que tiene que ver con el mayo del 68, pero también con el existencialismo”, señala Rivas.

Ese París abierto al deambular lo reconoció el propio autor con El Mundo: “Desde muy joven he paseado y he tratado de ir cada vez más lejos en mis paseos. Ese París de mis paseos, el París de mi adolescencia, me ha marcado, me ha impregnado. Si hubiera estado en otra ciudad hubiera hecho lo mismo, la hubiera paseado, pero estaba en París y eso me ha marcado, tengo muchos puntos de referencia”. De alguna forma, con sus libros Modiano nos invita a un transitar sin prisa y sin pausa, como eco de un tiempo lejano.

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