Lucía Lijtmaer, escritora argentina: “No creo que exista la cultura de la cancelación”

Cauterio, se llama la última novela que la destacada autora -residente en España- acaba de publicar vía Anagrama. En ella, aborda dos historias paralelas de mujeres de diferentes épocas en la que relatan un éxodo forzado. Acá su autora se explaya sobre eso, el feminismo y la cultura de la cancelación.


Tenía 54 años, una edad avanzada para el siglo XVII, pero eso no impidió que Deborah Moody abandonara Inglaterra y se mudara al nuevo mundo, específicamente, a la colonia puritana de Massachusetts. Cargaba tras sí una historia de viudez y un matrimonio poco feliz, que finalmente la empujaron a irse de su patria.

En el nuevo mundo, Moody tuvo diferencias con el pastor de su comunidad, Hugh Peter, y gracias a su privilegiada situación económica optó por mudarse al sur, a la Nueva Holanda. Ahí fundó su propia colonia, la cual llamó Gravesend. Hoy, es un barrio de la ciudad de Nueva York.

Acaso por ese poder y empuje, Moody fue conocida en su tiempo como la “mujer más peligrosa del mundo”. Y su historia llamó la atención de la escritora argentina afincada en Barcelona Lucía Lijtmaer. Desde la ficción, y sumándole el relato paralelo de una mujer que en 2014 huye de la ciudad condal rumbo a Madrid, Lijtmaer armó una novela llamada Cauterio, que publica vía Anagrama y ya se encuentra en las librerías del país.

A Lijtmaer también le interesó la historia de otra puritana, Anne Hutchinson, quien fue expulsada de su comunidad por tener diferencias de pensamiento con la doctrina calvinista. No hay evidencias que Moody y Hutchinson se hayan conocido y compartido juntas, aunque fueron contemporáneas. Pero como esto es ficción, Lijtmaer armó una historia donde ambas están presentes y se vuelven amigas, aunque eso no dura mucho.

Lo primero que surgió fue la idea del aislamiento, quería contar qué pasa cuando a persona se le saca de su lugar habitual, de su espacio conocido y tiene que migrar a otro lado. Me interesa mucho la historia de Estados Unidos, del puritanismo, de los primeros puritanos. Conocía la historia de Anne Hutchinson, pero no la de Deborah Moody y cuando investigué me pareció interesante esto del doble desplazamiento. Primero salir de Inglaterra, y luego cuando eres expulsada”, explica Lijtmaer a Culto vía Zoom.

La autora agrega: ”En paralelo iba surgiendo una voz más íntima, más contemporánea, que era la de una mujer en Barcelona, que pertenece a mi generación, y que vive otro tipo de exilio, más bien interior, que tiene que ver con la idea de un descalabro amoroso que la destroza y que la deja sin el ámbito natural en que vive. Sabía que esas dos voces tenían que ir en paralelo, contaban cosas muy diferentes pero tenían en común la idea de la búsqueda cuando estás en un lugar que no es el tuyo”.

Deborah Moody narra su historia desde la ultratumba. ¿Hay un guiño a La Amortajada, de María Luisa Bombal? Ahí también una mujer habla desde el más allá y repasa su vida.

(Sonríe) Sí, la conozco y me fascina, me parece una novela espectacular. No sabría decirte si fue influencia directa aunque la leí creo que con 20 años. La Amortajada tiene una cuestión espectral, y en este caso, tanto Deborah como el otro personaje son dos zombies que hablan. Quizás la diferencia es que en La Amortajada todavía hay un deseo por el amor romántico del que Deborah carece.

A Deborah Moody se la conocía como “una mujer peligrosa”, ¿por qué crees que pasaba eso?

Primero porque era una mujer sola en un mundo gestionado por la Iglesia calvinista, y ella pudo negociar con las autoridades económicas de cada lugar para obtener lo que quiso. Eso definitivamente la convirtió en una mujer peligrosa. En esa época, las mujeres más peligrosas eran las parteras y las viudas.

¿Era tu idea cuestionar los roles de género?

Es una novela con 2 mujeres muy presentes. Yo quería hablar de la idea de la trampa del amor. En ambos casos, las dos viven un desamor, incluso más de uno en el caso de Deborah, porque el amor de amistad también es importante. Quería narrar la idea del deseo femenino, de la venganza, del rencor, no sé si cuestiono o no los roles de genero tanto como que son dos voces honestas. Quería contar una historia sin moral, que no tuvieran que ser personajes buenos, quería que tuvieran la posibilidad de detestar a sus amigas.

En un momento, tanto la mujer del 2014 como Deborah Moody se hastían de los vínculos con otras mujeres. ¿Qué piensas de la sororidad?

Como no quería que ninguno de los personajes cumpliera la función de dar mensajes aleccionadores, me parecía que por coherencia ambas necesitan rechazar lo que les rodea porque están heridas. No tiene tanto que ver con la idea de sororidad femenina, sino más bien es qué necesitan sicológicamente los personajes.

El personaje del 2014 tiene una relación con un político en ascenso. ¿Para ti hay algún tipo de vínculo entre feminismo y política?

Yo tenía ganas de hablar de la idea de la autoridad vigente. Ambos personajes, Deborah y la mujer del 2014, se enfrentan a la autoridad. Podemos entenderla como la autoridad en la pareja, tiene que ver con el patriarcado, en ambos casos las figuras de los hombres son fuertes, que dominan. También su femeneidad se ve contrapuesta con la idea de la pareja tradicional. En lo contemporáneo, tenía ganas de hablar del momento posterior al 15M de 2014 cuando surgieron los nuevos partidos políticos en España, y el discurso del feminismo se ve institucionalizado, pero ¿qué pasa en el ámbito privado? Hay un discurso público, sobre todo en los hombres de la izquierda, pero existe una dicotomía porque no siempre hay una buena relación con las respectivas parejas. La época 2012-2015 en España fue muy vibrante, con mucha energía. Me interesaba tratar un personaje ambicioso, arribista y que la protagonista pudiera enfrentarse a eso.

En estos días de cultura de la cancelación y que se puede comentar en redes la obra de cualquier persona de manera directa, ¿eso ha influido en tu escritura?

De ninguna manera. No creo que exista la cancelación en verdad. Hay fenómenos que estamos viviendo que tienen que ver con la libertad de expresión. No creo que en el día de hoy haya una cancelación activa que impida a nadie realizar su trabajo con dignidad. Por otro lado, la ficción tiene sus propias reglas, que no tiene nada que ver con lo moral, los personajes tiene sus propias reglas y operan según sus propias intenciones.

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