Guía para entender a Marta Brunet: del criollismo a las “medias vidas”

La escritora nacional Marta Brunet.

La segunda mujer en obtener el Premio Nacional de Literatura, en 1961, falleció un 27 de octubre de 1967. Escritora fundamental de las letras chilenas, en Culto damos una mirada por su obra narrativa, consistente en novelas y cuentos donde dio cuenta del criollismo desde una mirada del punto de vista femenino, que le valió incluso críticas de ser "hereje". Además, sumamos una pequeña guía de cómo empezar a sumergirse en su mundo.


Cuando los relojes marcaban las 11 de la mañana, Marta Brunet Cáraves cayó desplomada. En el primaveral 27 de octubre de 1967, la autora estaba dando un discurso frente a la Academia Nacional de Letras de Uruguay, a la que había sido incorporada. Por entonces, Brunet se encontraba en la banda oriental como Agregada Cultural de la Embajada de Chile en Uruguay. Lejos de su tierra natal, Brunet fallecía en Montevideo producto de un accidente cerebrovascular.

Por entonces, Brunet era una autora reconocida en la literatura chilena. Un logro nada menor si se considera que en el mundo literario nacional -predominante masculino- eran muy pocas las mujeres que habían logrado traspasar las barreras de la indiferencia y la poca difusión.

En la primera mitad del siglo XX, en Chile habían florecido al menos dos grandes generaciones de autores: la del 38 (con Carlos Droguett, Francisco Coloane o Nicomedes Guzmán) y la del 50 (con José Donoso, Enrique Lafourcade, Jorge Edwards y Claudio Giaconi), pero -por distintas razones- se dejaba de lado a las autoras. Por esos tiempos, habían pasado nombres importantes como Maité Allamand, María Elena Gertner, María Carolina Geel, Mercedes Valdivieso, María Flora Yáñez o Elena Aldunate, sin tener el reconocimiento que se merecían en el canon literario. Las grandes excepciones eran María Luisa Bombal, Gabriela Mistral y Marta Brunet.

Marta Brunet

La carta que lo cambió todo

Oriunda de Chillán, nació el 9 de agosto de 1897 en el seno de una familia acomodada. Sus primeros años los pasó fundamentalmente en el campo, cosa que después sería parte de su imaginario como escritora. Fue en la ciudad del Ñuble donde daría sus primeros pasos como escritora. Así lo recordó ella misma en una entrevista para la revista Zig Zag, del 1 diciembre de 1961.

“Fue muy divertido. Teníamos en Chillán una especie de Ateneo sumamente local, pero en el cual militaban muchachos que habrían de jugar, mas tarde, papeles bastante honrosos en diversas faenas. Entre esos ‘muchachos’, se contaban Tomás Lago, Diego Muñoz, Armando Lira, Walter Millar, Alfonso Lagos. Nos reuníamos en mi casa, para hablar de versos y prosas. Mi madre, como buena española tradicionalista, tenía de ellos una idea no muy halagueña. Por eso, apenas aparecían en casa, nos mandaba al viejo salón un carrito atestado de sandwiches, perniles, mermeladas, leche, té y café. ‘Pobres bohemios -solía decir-, ¡deben de pasar unas hambres con esas historias de los versos! Lo divertido fue que, muchos años después, conversando con Tomás Lago, le conté mis terribles aprehensiones de entonces. Tomás se quedo mirándome de hito en hito, y me confesó: ‘Mira, chiquilla; es muy cierto que nosotros íbamos a tu casa por ti y la literatura, pero también por el carrito’”.

Desde ahí, en su ciudad natal, comenzó a publicar y a hacerse lentamente un nombre como escritora. Al principio, Brunet solía escribir poesía, pero un particular intercambio epistolar con el reputado crítico literario Hernán Díaz Arrieta, Alone, la hizo dar el salto a la narrativa. Brunet le envió una carta con sus versos, Alone le contestó que los poemas eran malos, pero que la carta era muy buena.

“No me quedó otra cosa que quemar mis pobres poemas y enviarle al terrible crítico los originales de una novelita que tenía muy escondida. La respuesta no tardó en llegar, y fue tan exaltada que yo miraba para los lados creyendo que se trataba de otra persona. Recuerdo que en una parte, Alone decía, ya en el paroxismo de la exaltación: ‘¡Dan ganas de echar al vuelo las campanas cuando nace un escritor de la talla de Marta Brunet!’”, recordó en la citada entrevista.

Poco después, en 1924, decide radicarse en Santiago, y como solían hacerlo los escritores en la época, Brunet comenzó una labor como periodista en los diarios El Sur y La Nación y para la revista argentina Caras y Caretas.

Años después, fue René Sepúlveda quien dejó una vívida descripción de Brunet, en El Sur, de Concepción, el 13 de noviembre de 1981. “Era alta, sencilla, amigable y querendona. Dos cosas la hacían seductora: la sonrisa y las manos. Cierto. Sonreía mucho, pero siempre con causa, para decir palabras aquietadoras y dulces, o para enervar la censura si alguna vez debía atreverse a proferirla. Y sus manos eran bellas como de virgen: eran, además, elocuentes, patéticas y dignas en el silencio, hacendosas al escribir, cálidas al recibir el saludo”.

Marta Brunet.

“La media vida”

¿Cómo caracterizar la escritura de Marta Brunet? La crítica literaria y académica de la UC, Lorena Amaro Castro responde a Culto: “La escritura de Brunet es siempre sorprendente. La he leído durante años y en cada relectura me sorprendo con algún detalle que me hace pensar no solo en la actualidad de algunos temas, sino, sobre todo, en el complejo juego escritural al que ella le gustaba apostar, en que hay muchos detalles que parecen muy bien pensados”.

“Siempre pienso en su astucia o sabiduría como narradora, por qué escoge ciertas perspectivas para narrar una historia y no otras y cómo siempre logra dotar de una densidad especial a sus personajes, lejos de todo lugar común. Es una narradora inteligentísima, muy observadora, muy comprensiva y pienso que mucho de esto tiene que ver con su capacidad para escuchar y conocer a las personas. La escena de la confesión entre los personajes se reitera mucho en su obra y me pregunto cuántas habrá oído ella misma”.

Por su parte, Eugenia Brito Astrosa, poeta, doctora en Literatura Chilena e Hispanoamericana por la U. de Chile; Master of Arts por la Universidad de Pittsburgh, USA, y Licenciada en Literatura por la U. de Chile, señala: “Caracterizaría la escritura de Marta Brunet como una producción que surge desde el criollismo de sus primeros cuentos, hasta llegar a relatos centrados por modos más contemporáneos de narrar ubicados en la vanguardia latinoamericana e influida centralmente por Eduardo Mallea”.

“Pienso que a través de toda su literatura hace una crítica a la composición social del latifundio y a la sociedad patriarcal. A su vez, diseña el tránsito hacia la modernidad de la mujer chilena desde el agro (En Soledad de la sangre, por ejemplo) hasta el trabajo de telegrafista de la ciudad en Maria Nadie”.

Una cosa importante para destacar, apunta Brito, es la mirada que puso Brunet en las vivencias de los personajes: “Brunet siempre trabajó las vidas mínimas y los espacios rurales situados en los márgenes y grietas de los centros. Además, que la libertad de sus mujeres es relativa y parcial. ‘Un pequeño espacio; la media vida’, como dice María López en Maria Nadie”.

Su primera novela, esa que le mandó a Alone, fue Montaña adentro publicada en 1923. Por su naturaleza, causó algo de revuelo. “Cuando salió la novela, las señoras beatas de Chillán armaron un lío tremendo acusándome de inmoral y de hereje. Las niñas de familias bien, recibieron orden de quitarme el saludo”, recordó Brunet en la citada charla. Curiosamente, fue un sacerdote español afincado en la ciudad, Nicolás Marín, quien salió en defensa de la escritora y fue a ver a sus atribulados padres. “Les probó que si yo escribía era porque estaba poniendo en juego un don de Dios, y que lo incorrecto sería, justamente, poner cortapisas a una vocación que era su mejor regalo”.

Desde ahí, no paró y continuó publicando otros títulos. Vinieron -entre otros- Doña Santitos (1926), María Rosa, flor del Quillén (1927)o María Nadie (1957).

Pero Marta Brunet no solo publicó novelas. También incursionó en el género breve del cuento, siendo una de las mejores exponentes en nuestro país. En ese registro se notaron sus libros de relatos Cuentos para Mari-Sol (1938) y Soledad de la sangre (1967). La escritora nacional Nayareth Pino Luna se explaya con Culto sobre esta dimensión de la chillaneja, a quien recomienda leer de manera encarecida.

“Si tuviera que elegir dos palabras para definir la escritura de Brunet hoy, serían necesaria y desafiante. Es una autora que supo enarbolar una ética, que primero llamaron criollista, luego interior, pero más allá de esas categorías hoy un poco historicistas, absurdas, inútiles, siempre es pertinente preguntarse por la verdad, por la ética que intentó movilizar una autora con su obra. Es necesaria por eso. Y desafiante, porque me parece que a muchas y muchos escritores jóvenes les hace falta detenerse en Brunet, les hace falta plantearse las preguntas que configuraron su obra”.

“Frente al Chile sofocante, pobre, patriarcal de su época, no muy distinto, por lo demás, al Chile de hoy, Marta eligió hablar desde aquellas mujeres sujetos de esa violencia, eligió narrar aquellos objetos pequeños con los que esas mujeres dialogaban y les permitió desde esos lugares cierta libertad o voz, dos palabras que vienen a significar más o menos lo mismo”.

Con obra narrativa, Brunet obtuvo elogios y reconocimientos. De hecho, se convirtió en la segunda mujer en obtener el Premio Nacional de Literatura, en 1961, tras Gabriela Mistral, quien lo había obtenido en 1951. Hasta hoy, Brunet es de las pocas autoras reconocidas con el galardón, que en 55 ocasiones, solo se le ha entregado a cinco escritoras (las otras son Marcela Paz, Isabel Allende y Diamela Eltit).

¿Cómo empezar a leer a Marta Brunet?

Para sumergirse en un mundo interesante, como el de la obra de Marta Brunet, consultamos a las especialistas por las puertas de acceso ideales para quienes no conozcan su trabajo y se interesen por leerla. Lorena Amaro Castro señala: “Yo recomendaría comenzar como lo hice yo misma: por Montaña adentro, su primera novela. Ahí están varias de las obsesiones que desarrollará después, que tienen que ver con la vida cotidiana en la hacienda chilena, siempre atravesada por el poder y la violencia. Acto seguido, para tener una idea de la versatilidad de su escritura, plantearía la lectura de un relato como La mampara, tan distinto en su estética”.

“Desde luego que no podemos olvidar los cuentos: aconsejo leer Reloj de sol, donde precisamente atraviesa desde atmósferas campesinas y casi religiosas a cuentos urbanos, cosmopolitas. Es muy difícil no seguir la lista y agregar Soledad de la sangre, en fin, con Brunet no hay pérdida, yo he sido feliz leyendo cada una de sus obras”.

Nayareth Pino Luna agrega: “Hace poco di un taller literario e hice leer Soledad de la sangre, creo que es de mis cuentos favoritos. Es de 1943 y hoy lo encuentran en esta antología que sacó Alfaguara el 2020. Es un cuento precioso, qué duda cabe, pero esa es una palabra insuficiente para describirlo. Este cuento es una alternativa a la miseria, la alternativa se presenta al final, cuando ya no quedan casi opciones para la protagonista. Además de la ética, de la forma de resolver un conflicto, Brunet nos entrega una gramática especial, una forma de decir las cosas: ‘Aquel era lujo suyo, no como la lámpara, lujo de la casa, sino suyo suyo’. Un estilo solo suyo y nuestro, cuando la leemos como hay que leerla”.

Por su lado, Eugenia Brito comenta: “Yo empezaría con Montaña Adentro. Seguiría con Humo hacia el sur y luego iría a Maria Nadie y Amasijo”.

La obra de Marta Brunet se encuentra disponible, por ejemplo, en la antología Cuentos escogidos, que realizó Alfaguara, en 2020; y en los dos tomos en que Ediciones U. Alberto Hurtado compiló la totalidad de sus novelas en Marta Brunet, Obra Narrativa, en una edición crítica realizada por Natalia Cisterna. Además, su labor como reportera se compiló en el libro Crónicas, Columnas y Entrevistas, de La Pollera Ediciones.

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