Por Gonzalo ValdiviaGeorge Clooney en el espejo de Jay Kelly: cómo tejió una de sus actuaciones más reveladoras
La estrella de 64 años interpreta al personaje titular de la nueva película de Noah Baumbach, un afamado actor que debe confrontar sus elecciones y su legado en compañía de su fiel representante (Adam Sandler). Recién estrenada en Netflix, la cinta es una ficción que dialoga permanentemente con la trayectoria y estatura del ganador del Oscar.

El personaje que interpreta Jay Kelly está agonizando. Bajo una llovizna, y apenas iluminado por los focos de un auto, manifiesta que estaba muerto incluso antes de recibir el ataque letal que acabará con su existencia. “Mi época fue mientras estuve vivo. La vi terminar antes de que terminara”, expresa, acompañado únicamente de un perro.
Kelly, una estrella difícil con su entorno y sobre todo consigo mismo, desea filmar otra toma. Quizá probar algo diferente. Pero su director lo persuade y el rodaje termina oficialmente en ese momento. Su entorno lo felicita. La película finaliza, pero comienza una aventura mayor, un viaje de autodescrubimiento donde deberá confrontar sus elecciones y su legado.

George Clooney, quien encarna a Jay Kelly en el largometraje homónimo –que acaba de llegar al catálogo de Netflix–, suele evitar hablar sobre su proceso como actor. El ganador del Oscar es parte de la escuela de intérpretes que cree que esto es un trabajo y no una experiencia transformadora (“No disfruto del detrás de escena de las películas, porque creo que se arruina la magia”, declaró recientemente). Sin embargo, no ha podido escapar al hecho de que que su cinta más reciente posee un componente meta en su génesis y a que él mismo sabe una o dos cosas sobre la fama, sobre lidiar con los fracasos y sobre envejecer ante los ojos del mundo. En resumidas cuentas, pocas figuras podrían haber llenado los zapatos de ese papel.
Eso sí, Kelly, como se ha apurado a enfatizar en sus entrevistas, tiene muchos más arrepentimientos que él. Instalado en la primera línea de Hollywood desde su juventud, ha priorizado la construcción de una carrera exuberante por sobre cualquier otro aspecto de su vida. Algo se quiebra en su interior cuando su hija menor le anuncia que se irá de viaje con unas amigas (en la antesala a ingresar a la universidad), y cuando se reencuentra con un viejo compañero de profesión, un tipo que en un inicio se acerca amigablemente y no tarda en expresar su rabia por su comportamiento en el pasado.
Ese extraño momento de vulnerabilidad lo impulsa a viajar a Europa junto a Ron (Adam Sandler), su representante desde hace años. El mismo que, como se repite en más de una ocasión, obtiene un 15% de todas sus ganancias.

Clooney, en cambio, es un actor que alcanzó el reconocimiento pasados los 30 –gracias a la televisión– y que parece haber encontrado un sano equilibrio entre la vida laboral y la vida doméstica. No tiene cuentas pendientes con su papá –como sí le ocurre al personaje que interpreta– y se ha esmerado en dedicarle tiempo a la familia que ha formado junto a la abogada de derechos humanos Amal Alamuddin, con quien actualmente reside en Francia. Aunque no lo reconozca, probablemente se toma menos en serio a sí mismo que su personaje, un actor que ha dejado el cuerpo y el alma con tal de alcanzar el olimpo de la industria.
“El secreto es tomarlo todo con pinzas. Siempre he estado rodeado de personas que estuvieron presentes cuando yo no tenía éxito y dormía en sus sofás. Es útil tener esa perspectiva. Esas son las personas que se ríen cuando alguien te dice lo genial que eres”, explicó en conversación con The New York Times.
También le ayudó haber tenido en su familia a Rosemary Clooney, cantante y actriz estadounidense que alcanzó fama en los 50 y terminó luchando contra las adicciones cuando las luces del espectáculo se apagaron. “Es una gran lección porque entiendes lo poco que tiene que ver contigo y que no hay éxito sin una gran cantidad de fracasos”, apuntó.

Clooney no necesitó leer el guión cuando se enteró de que el director y guionista Noah Baumbach (Historia de un matrimonio) quería hacer un filme protagonizado por él y por Adam Sandler. Se lanzó con entusiasmo a ese proyecto, uno de los pocos que ha hecho en los últimos años (Cielo de medianoche fue dirigida y protagonizada por él mismo, la comedia Pasaje al paraíso lo volvió a juntar con Julia Roberts y ahora prepara una cuarta parte de la saga Ocean que lo reunirá con sus amigotes).
Aunque su nuevo largometraje no ha conseguido la clase de recepción que se esperaba, hay un momento que probablemente haya justificado toda la experiencia: una escena en que Jay Kelly, sentado en una sala de cine junto a Ron, ve clips de sus películas proyectados en la pantalla grande. En verdad no son los filmes de Kelly, sino que los filmes de Clooney, personajes e historias que representan su carrera y, de manera indirecta, su propia biografía. El asunto adquiere su verdadera forma: esta no es una producción sobre la trastienda del mundo del cine, es un gran espejo confeccionado para ajustar cuentas con el pasado.
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