
Horacio Salinas: “Juntarse con mis ex compañeros para celebrar los 60 años de Inti-Illimani sería un acto de cinismo”
Uno de los músicos más relevantes del cancionero chileno habla del libro que acaba de publicar con diversas historias de Inti-Illimani, banda que se alista en 2027 a cumplir seis décadas. En el texto repasa desde sus días en el exilio hasta su desencanto del comunismo. "Cuando el 95% de los chilenos estima que Maduro es un energúmeno, es muy complicado defender a ese energúmeno", dice.

Horacio Salinas (74) admite que durante sus años de exilio en Europa junto a Inti-Illimani, lidiaba con la llamada “nostalgia del elefante”: aquella supuesta evocación permanente de los paquidermos por su lugar de origen y sus ancestros. “Yo viví en el sur de Chile hasta los nueve años. En el campo. Nunca me sentí cómodo en otro lado. Por eso siempre quise volver. Y aquí estoy”, reafirma en diálogo con Culto desde su casa en las inmediaciones del lago Caburgua, en la Región de la Araucanía, donde reside hace cinco años. “Y aquí me quiero quedar”, enfatiza.
Como consecuencia de ese camino en reversa al nido, uno de los músicos más relevantes del cancionero nacional comenzó en el último tiempo a elaborar el libro Música imaginada, el que supone una continuación de su primer texto, La canción en el sombrero (2013), y donde repasa algunos capítulos fundamentales de su vida al frente de Inti-Illimani, la agrupación que integra desde 1967 como director musical. A partir de 2004, cuando el conjunto se fracturó en dos versiones, Salinas se asoció con Horacio Durán y José Seves en el ala histórica, mientras que la otra facción quedó encabezada por los hermanos Jorge y Marcelo Coulon.

“Mientras escribía mi primer libro, iban apareciendo historias paralelas, que muchas veces son un anecdotario muy vasto. Cuando me propuse pensar en este segundo volumen, quise que tuviera un nervio distinto, ahondar en puntos de vista o experiencias que yo he ido sacando de mi vida musical y que me interesa compartirlas. Esto de contar historias libremente ha resultado todo un descubrimiento para mí. También he ido tomándole el gusto a la escritura, porque escribir libros no es algo que tuviera pensado desde hace mucho tiempo. Pero también advertí que escribir es un fenómeno bastante parecido a hacer una canción. Las notas musicales van siendo las sílabas. Redactar una frase es como pensar una idea musical”, ilustra.
Efectivamente el libro sostiene un tono donde las historias van retratando las distintas fases de Inti-Illimani, como si Salinas se sentara en un sillón para narrar sin mandatos cronológicos las escenas mayúsculas y mínimas que originaron sus minutos rutilantes. Ahí surge la añoranza por aliados ya fallecidos, como Patricio Manns o Max Berrú; la figura de un telonero en una gira noventera por Colombia que resultó ser ex guerrillero de las FARC y parte del círculo íntimo de Pablo Escobar; la obsesión de una fanática italiana que los seguía a todos lados y que terminó por hastiar a los músicos; y el adiós a los días juveniles de militancia comunista tras desencantarse de la ideología en el exilio.

-¿Se dio cuenta también de que alguien debía contar la historia de Inti-Illimani y que usted era el encargado? Por lo demás, para que en 30 años más alguien sepa del grupo según su visión.
Eso fue también uno de los motivos. No es menor que ya son 58 años de vida con el grupo. Yo empecé a los 14 con esta historia, ahora tengo 74, y aún me siento bastante con pilas para recordar y escribir. Y no quise postergarlo, porque sé que después vienen años más azarosos, más complejos. Y claro, subyace esta idea de dejar un testimonio. Ahora, claro, también mi posición es bastante privilegiada, en el sentido de que fui y soy el director musical de Inti-Illimani histórico. Tengo presente cada momento y mi rol fue conducir al conjunto.
“Fuimos un grupo que salió de Chile en julio del año 73 y regresó en septiembre del 88 de otra manera, con otra música, con otra idea de qué hacer. Y también soy testigo de los conflictos que ha habido en el grupo. Las generaciones jóvenes sienten mucha curiosidad de entrar en la cocina del conjunto, algunos incluso quieren entrar al dormitorio (se ríe). Entonces, hay que dejar un buen testimonio”.
-¿Le pareció entonces que usted era el indicado para dejar ese testimonio para la posterioridad?
Seguramente hay otros puntos de vista. Yo creo que cualquiera tiene la libertad dentro de Inti-Illimani de dejar un testimonio, contar su paso, su vida, sus conflictos. Cada cual puede contar alguna parte de la historia, si así le interesa. Porque también escribir es liberar energía, ¿no? Es liberar historia, es desprenderse, compartirla y que estas cosas se sepan. Para mí siempre fue muy interesante el hecho de que desde los 16 años, el resto de mis compañeros hayan decidido que yo dirigiera el conjunto. Me merece eso una gran curiosidad. Yo que pasé de encumbrar volantines a la dirección musical de Inti-Illimani en el año 67.
-Usted lo ha dicho: tenía 16 años cuando empezó. ¿Qué sensación le da el paso del tiempo? ¿Temor?
Yo soy un agradecido de la vida. Tengo la sensación de haber descubierto que lo mío era expresarme musicalmente. Crear algo que la gente lo haga suyo. Eso es maravilloso. De alguna manera, se cierra un círculo de pretensiones que yo nunca me imaginé que iban a ir surgiendo. Y se va cerrando, porque mi pretensión no llega a querer ser eterna en esto ni nada. Yo creo que se va también cerrando una experiencia musical extraordinaria. Y vamos a celebrar esos 60 años de música de Inti-Illimani.
“Son cosas muy extraordinarias. Pero bueno, no nos sucedió que quienes partimos el año 67 hayamos llegado muy hermanados a celebrar los 60 años. Eso no nos sucedió, se produjo un quiebre hace como 25 años, un quiebre que es muy parecido a un quiebre matrimonial, un divorcio. Pero la magia de Inti-Illimani es la música, la que hasta podría permitir que hubiese un tercer grupo que se llame Inti-Illimani. Ya el hecho de llamarse así le da un reconocimiento”.

Un quiebre histórico
-¿Le duele que, cuando en 2027 el grupo cumpla 60 años, sus miembros no lleguen unidos y estén más bien divididos en dos facciones?
Bueno, en algunos casos sigue siendo dramática la situación, pero yo le doy una explicación como la que tienen los divorcios. El grupo se fue desarrollando. Si uno mira los últimos discos del Inti histórico y los primeros álbumes, se da cuenta que no todos pudieron enfrentar ese desarrollo. Y el hecho de que existan estos dos Inti-Illimani es muy decidor, en el sentido de que en uno están los autores, los compositores de la música, y en el otro, están los intérpretes de esa música. Pero los cocineros de la música no están en el otro grupo, nunca estuvieron, o sino nunca nos hubiéramos separado.
“En el Inti nunca hubo un Lennon y McCartney que tuvieran discrepancias, o que vieran una alternativa en las fuertes diferencias musicales que tenían. No es que yo lo haya impuesto por alguna votación, pero naturalmente fui el director musical y se me despertó esto de la creación, entonces el conjunto fue creciendo según mi punto de vista. No es que yo hubiera creado en contra de otra mirada. No es que yo hubiera dicho algo y Jorge Coulon tenía otra idea. No, ninguna de esas cosas”.

-Han pasado 20 años desde que existen dos Inti-Illimani. ¿A veces piensa que podrían haber seguido juntos?
Pero es que ahí entraron problemas de ética. Ética artística, ética musical.
-¿En qué sentido?
Ética en el sentido de que los grupos son como los matrimonios, o sea, siempre tú tienes que seducir, siempre tienes que ver en el otro algo nuevo, algo que te sorprenda, algo que contribuya, que sume. Pero nosotros empezamos a tener dificultades en ese campo. Dificultades que había que solucionar con cambio de integrantes, porque lo otro era decir “está todo muy bien, fantástico”, pero no, no era eso.
“Y en el arte también se puede mentir, pero eso es muy vergonzoso. O sea, se pueden esconder las carencias. Pero eso no fue posible. Nosotros teníamos diversos instrumentos que podían haber tenido un desarrollo en nuestra obra, pero no había ningún interés en eso, y tampoco había un interés en mejorar las presentaciones. En 1976, cuando hicimos el disco Chile resistencia con Sergio Ortega, autor del Pueblo unido, él me advirtió: ‘aquí hay problemas de ética artística’. Para mí fue un campanazo muy grande. Después vinieron los trabajos con John Williams y Paco Peña. Ahora, ¿podríamos obviar el problema? No. Seguir los que éramos era sólo acumular mucha tensión bajo la alfombra. La vida artística hay que honrarla y el arte es tan delicado que posturas de hacer vista gorda o de normalizar cierta mediocridad no son compatibles con la ética artística. Nuestra ruptura como banda era inevitable, aunque por supuesto que en el exilio no teníamos ánimo para sostener esa conversación. Se dio después”.

-¿Su problema puntual era con Jorge Coulon?
Sí y después con su hermano. Después este asunto se transformó en un problema ya súper complejo de discutir, porque empezó toda una manipulación de querer minimizar mi rol como músico, como director del Inti, ningunear el hecho de que yo estuve ahí. Una vez a Jorge le preguntaron qué haría ahora el grupo cuando yo me fui, porque se había ido el director musical. Él lo minimizó y dijo que ya habían pasado otros directores, nombrando a Pedro Yáñez, que estuvo unos meses en los inicios y que no dejó ningún rastro de ninguna grabación nuestra, nada. Son manipulaciones para torcer y para acomodarse a una situación.
-Tomando en cuenta estos procesos de quiebre, ¿con qué sensación se quedó al culminar el libro? ¿Qué le sugiere hoy Inti-Illimani?
Es una historia espléndida. Que haya sido una derrota el que no lleguemos a los 60 años todos juntos es sólo un hecho, aunque vamos a llegar tres miembros antiguos en el Inti-Illimani histórico. El caso del otro grupo, bueno, está Jorge, pero Marcelo entró 10 años después, cuando ya habíamos grabado nueve discos. Pero por nuestro lado fuimos honestos en el sentido de decir “no, así no vale la pena, no hay que vivir hasta el final de los tiempos en estas circunstancias”. Los grandes amores, o los amores vitalicios, se justifican con el asombro, con el honrar el hecho de ser artista. Y los grupos que han hecho una contribución grande en la música, son todos músicos que se deslumbran entre ellos. Aquí este amor vitalicio no se dio. No teníamos nada más que decirnos. Si algo resuena en 100 años más de nuestro trabajo, va a ser la música, no va a ser este anecdotario que es importante que se conozca, pero que es completamente secundario.

-En una reciente entrevista con Culto, los hermanos Coulon dijeron que estaban dispuestos a darse un abrazo al menos de reconciliación con ustedes antes de partir de este mundo. ¿Usted estaría dispuesto?
Bueno, no sé qué irá a pasar antes de partir de este mundo. No sé si va a haber un espacio para eso. Juntarse a tocar, eso no tiene ningún sentido. Juntarse así como para rearmar la banda y cantar Simón Bolívar, Simón, no, eso no es posible. Nos dividimos precisamente por cuestiones musicales. Entonces, juntarse ahora sería muy extraño.
-¿Y ni siquiera para un solo show, como anhela mucha gente?
No, yo creo que sería un acto de cinismo increíble, por todos los motivos de por qué nos divorciamos. Es como pedirle a la pareja después de 25 años de divorcio, un abrazo. Esas cosas yo creo que no se dan.
“Michelle Bachelet, hace un tiempo atrás, nos invitó a Italia, y nos pidió a todos los Inti-Illimani que vivimos en Italia que nos juntáramos para ir a Roma. Y el jefe de protocolo nos contactó y me contactó a mí, y yo le pregunté a Horacio y a José, y nosotros dijimos que sí, si lo pide la presidenta, nos ponemos a disposición. Y luego el jefe de protocolo habló con Jorge Coulon y él le dijo: ‘¿para qué, si ya existe el Inti-Illimani?’ Jorge dijo que no. Él se negó. Entonces, decir que nos quiere dar un abrazo, parece una maniobra insincera”
“Un árbitro decidió que hubiera dos Inti-Illimani. Pero, ¿qué hizo Jorge? Le dijo no al árbitro. Y de ahí empezaron a boicotearnos a nosotros. Inscribió la marca en Estados Unidos, con una mentira terrible. Nos empezó a perseguir en los viajes a Europa. De repente aparecían tipos que nos acusaban de nosotros abusar de la marca y que no podíamos actuar. Y nos persiguieron en Italia, en Alemania, en Inglaterra. Una cosa muy desagradable. Después de todos esos actos bandidescos, ¿tú quieres ir a darle un abrazo? ¿Un abrazo y un beso? Es algo muy cínico.
El futuro del grupo
-¿Ha pensado en qué va a pasar con el grupo en 30 o 40 años más, cuando ustedes ya no estén?
No. Pero Inti-Illimani no es un equipo de fútbol, no es el Teatro Municipal que puede cambiar de elenco; es una manera de hacer música, es un punto de vista. O sea, le puedes decir a la Inteligencia Artificial que haga música como Inti-Illimani y la va a hacer, pero eso no tiene alma, no tiene el “secreto” que hay en medio de las palabras. Cuando escucho el grupo de Jorge Coulon, veo a otro grupo, no veo a Inti-Illimani; cuando veo que tocan cosas de nuestro repertorio, escucho un cover. Incluso una vez me sorprendió mucho escuchar Alturas y me demoré mucho en darme cuenta que no era yo, porque la imitación en la manera de tocar la guitarra era casi idéntica. Entonces, yo creo que Inti-Illimani no es cualquier espacio para hacer música, como trata de decir Jorge Coulon, porque el arte no es democrático.
-¿No es democrático?
En el sentido de que el arte no puede ser un grupo que se llame eternamente Inti-Illimani, porque Inti-Illimani es un producto de determinadas sensibilidades, de miradas, de arbitrariedades, que dejan de ser arbitrarias cuando las escucha la gente. Pero el arte es un poco arbitrario, a mí se me ocurren cosas que son una arbitrariedad total, y luego la gente les da un sentido, hay algo que yo necesitaba decir y que luego aparece en la creación.

-O sea, cuando ustedes ya no estén, Inti-Illimani dejará de existir.
Yo creo que no tiene sentido hacer homenajes a Inti-Illimani, grupos que tocan como Inti-Illimani.
-¿Le teme a la muerte?
Le tengo a veces más miedo a la vida. Yo creo que uno muere como vive. Ese momento que va a llegar de todas maneras, a uno lo tiene que sorprender habiéndole dado un sentido a la vida, habiendo hecho algo. Yo no creo en el más allá, en la vida más allá. Yo creo que cada cual debe, un poco como lo hacían los griegos, cumplir en esta vida su cometido. Me produce más bien espanto esto de la vida eterna. Yo no quiero que haya otra vida eterna donde me vaya a encontrar con cosas que no son agradables.
-En el libro usted profundiza en lo difícil que fue trabajar con el compositor Sergio Ortega, autor de El pueblo unido jamás será vencido y Venceremos. ¿Por qué?
Sergio era muy intolerante con las cosas que no se le ocurrieran a él. Era pedante, muy pedante. A nosotros no nos gustaban los textos que él hacía, entonces hay un disco que se llama Chile resistencia, de 1977, que lo digerimos con mucha dificultad porque teníamos que cantar cosas donde ese “secreto” de las canciones no existía. También él nos había propuesto hacer en esos años una obra que se llamaba Las dos madres. Una especie de cantata, tipo Luis Advis. Y a nosotros nos pareció que era una idea que no nos cautivaba por ningún lado, porque era la historia de la madre de un desaparecido y la madre de un torturador. Nos pareció mal, no nos interesó hacerlo. Y él se divorció de nosotros, realmente no trabajamos más con él y no se acercó nunca más, creo que sintió algún tipo de desaire.
El adiós a la militancia comunista
-Otro aspecto importante del libro es cuando cuenta cómo en la juventud abrazaron el comunismo, para luego desafectarse totalmente de él en el exilio. ¿Por qué se desencantó de la ideología?
Porque la vida nuestra en Europa coincidió con el eco que había tenido el descubrimiento del stalinismo como una cosa trágica de la historia de la Unión Soviética. Y nosotros llegamos a Italia y descubrimos que había toda una reflexión muy profunda de pensadores, del Partido Comunista Italiano, hacia esa situación, y en términos muy drásticos. Enrico Berlinguer, que era el secretario del Partido Comunista Italiano, escribió a raíz del golpe de Estado en Chile un documento que se llama Tres reflexiones sobre el golpe de Estado en Chile, donde dice que sacaba el empuje propulsivo del socialismo.
“El empuje propulsivo del socialismo se acababa en el mundo. Y ahí surge toda la teoría de concebir la democracia sin ningún apellido. La democracia es la democracia. No socialista ni burguesa, sino que democracia. Y nosotros que vivíamos en ese ambiente crítico de duda, de pensar y de reflexionar, nos fuimos alejando de esta postura del Partido Comunista Chileno. También cuando sucedió el asunto de la violencia aguda y de imaginarse estos arrebatos insurreccionales y de lucha armada, también los propios comunistas italianos nos decían ‘el país de ustedes no es Cuba, ustedes son más parecidos a Uruguay. Es otra realidad’. Entonces, nos fuimos desencantando”.

“El Partido Comunista chileno no ha hecho ese ejercicio de explicarse por qué se derrumbó de manera tan espectacular el socialismo real, como se llamaba. Y por qué ningún pueblo de esos defendió el socialismo. Se derrumbó el muro de Berlín y volaban las estatuas de Lenin por los aires trasladándose a los basurales. Y nadie dijo ‘oye, a ver, ¿qué significa esto?’. Todos nosotros éramos eurocomunistas. Llegamos a Chile con ese bicho y ya no participamos más en la militancia. Acá en Chile las cosas seguían en una prédica muy ideológica y desprovista de la realidad que empezaba a cambiar bruscamente. Lo que fue increíble después fue el viraje hacia la ortodoxia de Jorge (Coulon). No me la explico mucho. Habiendo huido de ese mundo, luego volvió a abrazarlo. Nosotros fuimos partidarios de la Concertación y en las últimas votaciones fuimos partidarios de Boric”.
-¿Qué le parece la posición del Partido Comunista chileno frente a los casos de Venezuela y Cuba?
O sea, cuando tú relativizas la situación de Venezuela o crees que lo de Cuba se debe exclusivamente al cerco que le impone Estados Unidos, ahí estamos en veredas completamente contrarias. Además, es muy extraño, porque el Partido Comunista chileno no solidariza con el Partido Comunista venezolano, que vive también la represión de Maduro.
-¿Qué sintió al ver que una candidata del PC como Jeannette Jara era elegida como la carta del oficialismo?
El gran patrimonio que tiene es su procedencia, su humildad, ha demostrado experiencia también en el gobierno. Pero claro, cuando la someten al interrogatorio sobre Venezuela o sobre Cuba, es una dificultad. Cuando el 95% de los chilenos estima que Maduro es un energúmeno, es muy complicado defender a ese energúmeno. Y yo creo que ella demuestra mucho esa dificultad, precisamente porque los comunistas no han hecho este examen y esta revalorización de lo que ha sido el fenómeno del socialismo en el mundo. Porque hay mucho evangelio también en este asunto, en el no dejar de lado los preceptos. Pero la realidad está demostrando que eso ya es una historia del pasado. ¿Cómo es posible defender eso? Eso a mí me parece una brutalidad. Y no me extraña que Jeannette Jara, que debe ser una persona sensata, vea en eso una dificultad muy grande, sobre todo para crecer hacia el centro, donde es necesario tener los votos si se quiere gobernar.
-¿Usted votará por ella?
El panorama es terrible, de todos lados. Pero yo creo que sí, a mí me resulta ella simpática. Me parece que es un tipo de mujer chilena que muy poco se ve en la política hoy. No es un semblante de estas ganadoras que de repente aparecen. Pero claro, ella tiene que dar una batalla por unir a la oposición. Yo creo que su militancia se le ha transformado en una gran dificultad. Porque hay una especie de esquizofrenia ahí entre lo que dice el partido, lo que piensa el partido, lo que impone que se deba pensar y lo que ella pareciera pensar verdaderamente.
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