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Javier Cercas: “El problema que va a tener el cónclave es intentar unir a una iglesia que está bastante dividida”

De visita en Chile, el aplaudido escritor español habló con Culto sobre su nuevo libro El loco de Dios en el fin del mundo (Random House), donde abordó la figura del fallecido papa Francisco. Habló de que no era un papa autoritario como se le ha criticado estos días y que era "un hombre en combate consigo mismo". Además, se refirió a la muerte de Mario Vargas Llosa.

Foto: Pablo Vásquez - La Tercera

Estaba en su casa cuando el escritor español Javier Cercas (63) recibió una llamada urgente, imperiosa. Corría el primaveral 21 de abril cuando le avisaron que había muerto Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco. Sin quererlo, Cercas recibió un oleada de atención del mundo encima suyo debido a que su último libro trata justamente sobre el fallecido pontífice: El loco de Dios en el fin del mundo (Random House).

En el libro relata cómo fue la experiencia de acompañar al obispo de Roma en un viaje exótico: Mongolia, donde existe una pequeña comunidad de solo 1.500 católicos. Lo curioso es que Cercas -imprescindible autor de neoclásicos como Soldados de Salamina (2001) o El Impostor (2014)- es ateo, anticlerical furibundo y un hombre crítico, pero igual aceptó la invitación de El Vaticano y realizó el periplo con el vicario de Dios en la tierra, donde pudo conversar a solas con él .

Foto: Pablo Vásquez - La Tercera

“Me llamaron por teléfono y prácticamente no tuve tiempo de pensar, porque me cayó encima un alud de periodistas de todo el mundo”, comenta Cercas a Culto, en las oficinas de la editorial Penguin Random House en Santiago, donde presentará el citado volumen.

“El libro hacía 20 días que se había publicado en Italia, en España y en Latinoamérica. Había tenido muy buena acogida y de repente me vi convertido en un especialista, cosa que no soy. Yo he dedicado dos años a esto. Bueno, dos años es un decir. En realidad, llevaba toda mi vida pensando sobre estas cosas. Y nada, supongo que por una parte un poco sorprendido (por la noticia) porque parecía que el papa Francisco había superado la crisis de salud”.

Foto: Pablo Vásquez - La Tercera.

- Usted pudo conocer personalmente al papa Francisco, ¿sintió pena por su muerte?

- Ya te digo, casi no tuve tiempo. Yo siento pena cuando se muere alguien de 25 años, pero una persona 89 años, en algún momento tiene que morir. Mi madre había muerto con 93 años, personas queridas han muerto, Mario Vargas Llosa, con el que yo tenía mucha relación, ha muerto. Como habrás visto en el libro, al final se desarrolla una cierta relación personal con Bergoglio. Cuanto más pasa el tiempo me doy cuenta de que es posible que sea un papa muy excepcional, quiero decir, muy singular. Sólo el hecho de que el Vaticano me permitiera a mí escribir un libro como este, habla mucho de lo singular que era. A nadie se le había ocurrido antes y probablemente a nadie se le vuelva a ocurrir. Francisco es un papa singular, muy singular.

- ¿Disruptivo?

- Sí, muy disruptivo. Esa es la palabra. Francisco fue mucho más disruptivo de lo que la gente que no conoce la iglesia cree. Ahora mismo hay una iglesia bastante dividida. Ha tenido una enorme oposición interna. Yo siempre cuento para mí, el símbolo de esa oposición interna son los sacerdotes reunidos a diario o periódicamente en Italia, en España, que han sido sorprendidos rezando por su muerte. Eso es casi un chiste, como tantas cosas en este libro que es bastante humorístico o muy humorístico, lo cual también sorprende a la gente, no sé por qué, porque mis libros tratan de temas serios pero nunca he prescindido del sentido del humor que para mí es lo más serio que existe. Pero en fin, muchas de las cosas que se cuentan aquí parecen entre literatura fantástica y literatura humorística, pero todo es absolutamente real. Y que se reúnan sacerdotes para rezar por la muerte del Papa lo dice todo. Habla de las resistencias que ha habido por una parte de la Iglesia -entre ellas la española, por ejemplo- a las reformas que había emprendido este hombre, pero muchas de ellas ni siquiera llegaron a cuajar. Aunque algunas de las que sí llevo a cabo son sólidas y por eso no va a ser fácil revertirlas.

Foto: Pablo Vásquez - La Tercera

- En estos días previos al cónclave, han salido a la luz muchas críticas a la gestión de Francisco por parte de sus detractores. Hablan de que era un papa algo autoritario y centralista en sus decisiones. ¿Cree que era así?

- No, yo creo que son críticas infundadas. A ver, él tenía un carácter muy fuerte desde siempre, y a veces con ramalazos autoritarios. Todo eso yo lo tengo documentado, esto es una forma de ser, es un temperamento. Uno puede cambiar de ideas a lo largo de esta vida, pero es muy difícil cambiar de temperamento, o sino imposible. Entonces, él luchó contra su temperamento porque sabía que era muy fuerte, esto es un hecho. Ahora, yo no creo que fuera un papa especialmente autoritario, creo que eso es una acusación lanzada por sus detractores. La iglesia es una organización vertical, pero si este Papa ha luchado por algo es porque esa organización vertical fuera más horizontal.

- ¿Cómo así?

- La prueba es esta. Siempre se buscan las palabras del pontificado. ¿Cuáles son las palabras de este pontificado? Bueno, hay varias que se disputan la primacía: misericordia, periferia. Para mí, la fundamental es una palabra que nadie entiende: sinodalidad. O sea, pasar de una iglesia vertical a una iglesia horizontal. Es decir, en mis palabras, aunque estas palabras sus detractores las utilizaban contra Francisco, sería una suerte de democratización de la Iglesia. No una democratización en el sentido laico, porque uno de los mayores errores que se cometen a diario, es interpretar la Iglesia en términos laicos. Eso te lleva a desorientarte por completo. Entonces, hablo de democracia en el sentido no de que haya un parlamento o de elecciones libres, estas cosas que nosotros entendemos por democracia, sino democracia en el sentido etimológico, es decir, poder del pueblo. Entonces, en el caso de la sinodalidad sería poder del pueblo de Dios diría Bergoglio, claro, en términos religiosos. Es decir, poder de decisión de los fieles. Y no sólo de los fieles, porque en los sínodos pueden participar fieles y no fieles. Cualquiera que quiera participar, puede participar. Entonces, este hombre se caracterizó por eso. Entonces, es una de las cosas más importantes que ha hecho y ha tenido resultados prácticos totalmente insólitos con la idea de que el Papa no tiene que decirlo todo, de que hay que escuchar a la gente y hay que ver si la iglesia está preparada para determinados cambios o para otros. Entonces, ¿Francisco fue un papa más autoritario que los otros? Falso. En mi opinión es totalmente falso.

- ¿Cree que Francisco consiguió su meta de volver al cristianismo primitivo?

- Las respuesta es obviamente no, ni de lejos. ¿Dónde se ha quedado? Pues se ha quedado en un 2%, 3%. Pero es que la idea de que un solo Papa lleve a cabo una revolución tan descomunal como esa, es absurda. Quien crea que un papa puede hacer eso, simplemente no sabe lo que es la iglesia. Es como si un papa se levantase por la mañana y dijera: “Saben ustedes, mañana las mujeres pueden decir misa”. Es absurdo. Ese mismo día se produciría un cisma monumental, ese mismo día, no mañana, pasaría automáticamente. Entonces, sólo plantear los problemas, las reformas, sólo avanzar un poquito en algunas de estas cuestiones ha provocado una reacción enorme, muy seria. Hasta el punto de que hoy el problema que va a tener el cónclave es intentar unir a una iglesia que está bastante dividida. Es así.

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- En el libro comenta que Bergoglio fue un hombre poliédrico, hasta contradictorio. ¿Con cuál imagen del papa Francisco se queda usted?

- Contradictorio como tú y como yo. Como todos. En cuanto profundizas a las personas, todos somos poliédricos, todos somos contradictorios, todos somos mucho más complejos de lo que aparentamos y él también. ¿Con cuál de esos Francisco me quedo? Hay muchos. Si yo tuviese que decir algo, pues diría que era un tipo en lucha consigo mismo. Eso es lo que diría. Un hombre en combate consigo mismo. Un hombre muy consciente de sus propias debilidades, de sus propios defectos, de sus propias flaquezas, de sus propios pecados. Diría que no siempre luchó con éxito contra ellos. Piensa que las primeras palabras que dice cuando lo nombran papa son “sí acepto”, y a continuación dice: “pero soy un pecador”. Y yo como soy ateo y además sacrílego me permito corregir al Papa, creo que se equivocó. Creo que lo que quería decir es: “Sí, porque soy un pecador”.

- ¿Por qué?

- La razón es simple, la Iglesia no es el lugar de los triunfadores, de los que no se equivocan. Es el lugar de los que se equivocan, de los pecadores, de los que no tienen dónde caerse muertos, de los que están llenos de defectos. Jesucristo no eligió como su primer papa a Superman, eligió como papa a Pedro, un tipo que le traicionó tres veces en una sola tarde noche, lo cual es de récord. Bueno, entonces es perfectamente razonable que él fuera un pecador. Él decía al final: “Les ruego que recen por mí”. Y esto era muy raro, de nuevo, disruptivo, todo esto es disruptivo. Porque la gente pensaba: ¿esto qué es? No yo, todo el mundo, incluso sus más próximos colaboradores en cuanto se lo vieron. Es el Papa el que reza por los creyentes y los fieles, no los fieles y los creyentes los que tienen que rezar por el Papa. He encontrado católicos comunes y corrientes a los que el cristianismo radical de este hombre les parecía excesivo. Buscaban una cosa más tranquilizadora, más conservadora y un papa que diese más seguridad, no un papa que pidiese disculpas. A la gente le desconcertaba mucho y en algunos casos provocaba rechazo la figura de un papa que se equivoca, que se reconoce como pecador, que no oculta sus defectos, que pide que recen por él. Yo creo que es eso que lo mejor que se podría decir de este Papa. Es lo que dijo Hannah Arendt de Juan XXIII, que era al fin y al cabo era el modelo de Francisco: era un cristiano sentado en la silla de San Pedro. Y un cristiano significa eso. Un hombre de carne y hueso, común y corriente, que se equivoca, que no es un techado de virtudes, etc. Eso era este hombre.

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- En el libro habla de que Francisco era un anticlerical.

- Totalmente. Eso es una cosa muy importante, y fue una de las cosas curiosas de lo que yo me encontré al llegar al Vaticano. Me di cuenta de que este papa a diferencia de otros concedía muchas entrevistas. Hay documentales sobre él, hay de todo, pero su discurso religioso apenas afloraba en los medios generalistas. El discurso que afloraba sobre él era el discurso político. Paradójicamente él no es un político, por mucho que vayan todos los políticos a su funeral él no tenía ningún poder ejecutivo. Podía decir lo que pensaba libremente. Algunos dicen que tenía un liderazgo moral, pero eso me parece excesivo, porque los políticos no le hacían ni puñetero caso, vamos a decir la verdad. Podía decir lo que quisiera sobre los inmigrantes o sobre Ucrania, nadie le hacía ni caso, vamos a decir la verdad. Y sin embargo de lo que se hablaba era de política. Y claro, el papa era anticlerical, y muy seriamente, de verdad, no anticlerical de pacotilla. Él pensaba que era anticlerical porque estaba contra el clericalismo. ¿Y qué es el clericalismo? Es la idea de que el sacerdote está por encima de los fieles. Para el papa Francisco, eso era el cáncer de la iglesia. Era letal. ¿Por qué? porque él creía que el sacerdote forma parte de los fieles. No está por encima de los fieles. El sacerdote tiene que estar a la vez delante de los fieles para guiarlos, dentro del rebaño porque forma parte de él y detrás para ayudar a los que no pueden seguir. Pero jamás encima, eso es letal, eso es el cáncer. De ahí -dice él- vienen gran parte de los males de la iglesia. Por ejemplo, por mencionar uno muy visible: los abusos sexuales. Para Francisco, los abusos sexuales eran, y es obvio que tiene razón, antes que nada abusos de poder. Si yo tengo más poder que tú, yo abuso de ti. Bueno, eso era absolutamente central y los sacerdotes, los obispos, lo sabían muy bien. Nadie más lo sabía al parecer.

- ¿Su relación con el catolicismo cambió en algo tras el libro?

- Este libro a mí me cambió por entero, de arriba a abajo. Claro que si un libro no te cambia por entero, no puede ser un buen libro. Porque un libro es una aventura y una aventura que no te cambia no es una aventura. Y un libro que no te cambia no puede aspirar a cambiar al lector, que es a lo que aspira en última instancia la literatura, porque ya la literatura es placer pero también es conocimiento y no hay conocimiento sin transformación. Casi te diría no hay placer auténtico sin transformación. Bueno, en todo caso, mi visión ha cambiado todo, mi visión de mí mismo ha cambiado, todo ha cambiado. Ahora, salvo en un punto muy importante y sigo siendo ateo. Soy más anticlerical de lo que era porque he aprendido a ser más seriamente anticlerical, pero soy igual de ateo. Mira, no te puedo decir que yo no envidie a la gente que tiene una fe auténtica, no te puedo decir que no los envidie. A mi madre, a los misioneros, que son los locos de Dios de este libro junto con el Papa Francisco, pero los auténticos locos de Dios. Mi visión del cristianismo ha cambiado. Mi visión de la Iglesia ha cambiado totalmente. Ahora veo la historia de la Iglesia como la veía Dostoievski, por cierto, uno de los autores favoritos del papa Francisco y de cualquier persona con dos dedos de frente.

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- En otro aspecto, hace poco sucedió el deceso de Mario Vargas Llosa, lo acaba de mencionar. ¿Cuál era su relación con él?

- Es la historia de un amor correspondido. Vargas Llosa fue un autor muy importante para mí desde que tenía 16 o 17 años. Muy importante, sigue siéndolo. Pero a partir de un determinado momento ese amor fue correspondido. Él escribió sobre mis libros, nos conocimos personalmente. Escribió como una generosidad que, la verdad, yo nunca supe cómo pagar, cómo corresponder. Y bueno, se convirtió en una relación personal. Pero mi admiración nunca fue a menos, sino a más. Porque es extraño el caso de un escritor al que admiras, luego lo conoces personalmente, y no solo no te decepcionas sino que tu admiración crece. Vargas Llosa era un escritor excepcional. Para entender su grandeza basta pensar una cosa. Este hombre a los 33 años había escrito tres obras maestras, tres de las más grandes novelas que se han escrito en español: La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en La Catedral. Si hubiese dejado de escribir ahí, ya sería uno de los mayores novelistas de nuestra lengua, sin la más mínima duda. Pero es que luego escribió por lo menos otras tres obras maestras: La tía Julia y el escribidor, La Guerra de Fin del Mundo y La Fiesta del Chivo. Dime un novelista en nuestra lengua o incluso en cualquier lengua que tenga seis novelas de ese calibre. Yo no lo conozco. No sé si hay uno, pero yo no lo conozco. Estamos hablando de seis novelas de ese calibre. Pero es que luego, cuando era menor, cuando parecía menor, en realidad era mayor, sobre todo si lo comparamos con los demás escritores de su tiempo, que a su lado éramos enanitos. Entonces estamos hablando de un escritor de un tamaño enorme, cuya literatura fue a menudo oscurecida por su enorme presencia política. Un poco como le ocurría al Papa por cierto.

- ¿Cómo cree que se le recordará?

- Hemos visto que se ha muerto Vargas Llosa y cualquier infeliz escribe un artículo juzgándolo por unas declaraciones que había hecho no sé dónde. Es más fácil eso que leer las 700 páginas de Conversación en La Catedral, pero me parece un poco injusto por decirlo con suavidad. Y con el papa Francisco ocurría lo mismo. Se ha escrito cualquier cosa y hemos visto necrológicas que hablaban de unas declaraciones de las muchas que hizo, muy desafortunadas. Hombre, no estoy seguro de que eso sea lo más adecuado. Pero en fin, yo creía que con Vargas Llosa se habían dicho todas las tonterías, pero no, con el Papa se dijeron todavía más.

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